miércoles, 28 de noviembre de 2012

También hoy, los discípulos de Cristo son perseguidos



¡Amor y paz!

El domingo pasado, cuando celebrábamos la solemnidad de Cristo Rey, el predicador insistía en la Eucaristía en que el Señor había dicho que su Reino no es de este mundo y que, por tanto, había que entender su reinado de manera muy diferente al que nos ‘vende’ la cultura actual.

El Reino de Cristo no sólo no es de este mundo sino que va en contracorriente de los ‘valores’ o disvalores que nos propone este mundo. Jesús no es, por tanto, un hombre rico, ataviado de corona y cetro ni viviendo en un palacio rodeado de pajes y doncellas. Y, mucho menos, el Señor es un soberano a quien la encante el poder o ame el dinero, los lujos o el placer. No. Ni tampoco es egoísta ni vengativo, ni prepotente, ni le gusta el lenguaje de las armas. Muy por el contrario, Él nos ha dado ejemplo de fraternidad, de perdón, de humildad y de paz.

¿Qué por qué estoy recordando lo que meditábamos el domingo? Porque Jesús anuncia hoy a sus discípulos que, debido a que predican su tipo de reinado serán perseguidos, encarcelados y hasta asesinados. No es si no ver la prensa para reconocer que a muchos los odian porque se atreven a defender la causa de Cristo y los valores del Evangelio. No se puede condescender con el mal en aras de quedar bien. El mal sigue siendo mal, aunque se disfrace de bien. Y hay que denunciarlo. 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,12-19.

Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Comentario
El anuncio del mensaje cristiano siempre suscita fuerte animosidad en una sociedad construída sobre valores directamente en oposición a los anunciados por Jesús. Componente fundamental de la vida del Mesías ha sido el "es necesario que el Mesías padezca"; esa situación es fruto de una agresividad de los que que ven amenazada la estructura injusta construída a partir de sus egoísmos.
La magnitud de esta resistencia que puede llegar hasta poner en riesgo la propia vida, proviene desde lo externo y aun desde las personas más cercanas. Todo se combina para conducir a situaciones amenazantes: cárcel, juicios, traición de los familiares, un odio general hacia el mensaje, trasladado a la persona de los mensajeros.
En esa situación no es inexplicable la tentación de desaliento. Jesús advierte sobre ella, pero junto a esa advertencia pronuncia una palabra de promesa que renueva la confianza necesaria para continuar en la tarea.

En cada juicio, motivado por la animosidad, el cristiano sabe que puede contar con la presencia de Jesús que concede un lenguaje y una sabiduría a la que no pueden oponerse los adversarios.
Y aunque la muerte pueda acabar con algunos mensajeros, otros seguirán proclamando la Buena Noticia de la fraternidad universal entre los hombres. El poder de los enemigos no puede superar la bondad de Dios, incapaz de soportar la mínima pérdida de sus enviados.

Para ello se requieren una firmeza y un coraje a toda prueba, capaces de asegurar la ganancia de la propia vida.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)