¡Amor y paz!
El evangelio de hoy nos hace reflexionar sobre tres
temas importantes: Cómo actuar ante el hermano que peca, la promesa de Jesús de
que todo lo que sus discípulos aten o desaten en la tierra será atado o
desatado en el cielo y el fundamento de la oración de petición. El comentario
versará sobre el primer tema.
Los invito, a leer y meditar el Evangelio y el
comentario, en este XXIII Domingo del tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
Comentario
Había una señora a la que le tenían mucha envidia.
Casi todos los días, cuando salía a la puerta de su casa para barrer,
encontraba estiércol que las vecinas le dejaban en señal de desprecio. La
señora no protestaba nunca. Hasta que un buen día, sabiendo que sus vecinas
eran las que le dejaban porquerías delante de su puerta todas las noches,
decidió colocar un arreglo floral delante de la puerta de cada una de ellas. En
cada uno de los arreglos, las vecinas encontraron un letrero que decía: “Cada
uno da de lo que tiene”.
El Evangelio propone, en distintos momentos, formas
diferentes de responder a las ofensas y daños que los otros nos hacen. La más
conocida es la invitación de Jesús que dice: “Si alguien te pega en una
mejilla, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la
camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una
milla, llévala dos” (Mateo 5, 39-41). En otra momento, cuando Jesús respondió a
una de las preguntas del interrogatorio del sumo sacerdote, “uno de los
guardianes del templo le dio una bofetada, diciéndole: ¿Así contestas al sumo
sacerdote?” Esta vez Jesús no ofreció la otra mejilla... Sencillamente le
preguntó al agresor: “Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo
que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?” (Juan 18, 22-23). Otras veces Jesús
sencillamente guardó silencio ante la agresión y la violencia que otros ejercieron
contra él, como queda patente en todo el proceso de la Pasión.
Este domingo el Evangelio nos presenta otra
alternativa para responder al mal que los otros nos pueden causar: “Si tu
hermano te hace algo malo, habla con él a solas y hazle reconocer su falta. Si
te hace caso, ya has ganado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a una o dos
personas más, para que toda acusación se base en el testimonio de dos o tres
testigos. Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la congregación; y si
tampoco hace caso a la congregación, entonces habrás de considerarlo como un
pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma”.
Se trata de todo un plan de acción ante las
agresiones que podemos sufrir. La invitación es a conversar con el que nos hace
daño y tratar de ayudarlo a caer en la cuenta de su error; si no hiciera caso a
nuestro reclamo, Jesús invita a buscar a otros que apoyen nuestra solicitud de
cambio... Y si esto tampoco tuviera efecto positivo, pues habría que comentarlo
con toda la comunidad. Pero queda aún una última alternativa: “habrás de
considerarlo como un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma”.
A simple vista, esto podría significar desprecio,
rechazo total, renuncia a buscar su transformación; sin embargo, el modo como
Jesús trató a los ‘paganos’ y a los ‘publicanos’, hace pensar que la invitación
es a tener con ellos una paciencia aún mayor y una delicadeza extrema. ¿Cuál
nuestra actitud ante las ofensas o daños que recibimos de los demás? ¿De verdad
nos hemos dejado impregnar por las actitudes de Jesús? Tal vez la creatividad
de la señora de la historia con la que comenzamos pueda ayudarnos a buscar
alternativas más evangélicas ante el dolor que los otros nos pueden causar.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá