sábado, 14 de julio de 2012

¡No teman!

¡Amor y paz!

«No teman». Es la frase que más se repite en el Evangelio de hoy. Jesús ha advertido a sus apóstoles que van a tener dificultades. Pero, al mismo tiempo, les pide confiar, no tener miedo. No es el éxito inmediato lo que cuenta, sino la perseverancia, en medio de las dificultades, para llegar a cumplir la misión.

Como dice San Pablo en su Carta a los Romanos: “Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?” (…)  “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó”. (Rm 8, 31ss)

Los invito, hermanos a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XIV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 10,24-33.
El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres. 
Comentario

Señalar la identificación de Jesús con sus apóstoles constituye la finalidad principal del pasaje evangélico. Dicha identificación sirve para anunciar las dificultades que los enviados encontrarán en la realización de su tarea (vv. 24-25) y sirve también para alentar la confianza con que deben estar emprenderla (vv. 26-33).

El rechazo al mensaje de Jesús por parte de la sociedad de la época se transfiere inevitablemente a los que son de su círculo: discípulos, servidores. La dirigencia religiosa ha considerado a Jesús como una amenaza al orden querido por Dios y, por consiguiente, como presencia diabólica en la historia de los hombres. Esto explica el calificativo de Belcebú que le endilgaron sus adversarios. 

Frente al mensaje de Jesús la sociedad egoísta se defiende apelando al insulto y a la calumnia. Y este hecho constatable en la vida de Jesús se prolonga en la vida de sus mensajeros que deberán estar preparados a asumir una condición de vida marcada por las injurias y las falsedades humanas.

Las dificultades nacidas de allí, hacen que el mensajero deba revestirse de coraje para no echarse atrás frente a las oposiciones. Y sólo puede encontrar ese coraje en la identificación con Jesús y con el Padre, comprometidos a fondo con la tarea del anuncio.

Dirigiendo la atención hacia el Padre, providente y cercano a la misión comunitaria, el enviado encuentra una palabra que lo conforta y le da fuerzas para enfrentar los peligros y riesgos que se alzarán a su paso.

El enviado sabe de la preocupación del Padre por las realidades mínimas de su creación. Lo que los hombres consideran de valor ínfimo como las aves son objeto de su cuidado y atención. Y esto que sucede en el ámbito de la naturaleza, encuentra mayor validez en el ámbito de la historia de salvación señalada a lo largo del tiempo por la presencia divina que exhorta a superar el temor gracias a sus oráculos que frecuentemente comienzan con el “No teman” (vv. 26.28).

El verdadero temor para el discípulo consiste sólo en la separación del Padre. Alejarse de la fuente de la Vida es el único fracaso real que amenaza la vida del discípulo-servidor.
Los restantes temores deben ser desechados ya que no pueden extinguir la Vida, difundida a través de un mensaje que vence la resistencia de los que pretenden encubrirlo y mantenerlo en secreto.

De allí surge una opción para todo aquel que ha recibido el encargo de transmitir la Buena Noticia. La valiente proclamación que mantiene la comunión con Jesús y, por medio de Él, con el Padre y que lleva la vida hasta su realización plena, o la cobardía de la negación de Jesús que impide la realización personal en su núcleo más fundamental.

La identificación con Jesús, origen de la misión del Apóstol, es también la fuente de su confianza en la realización de su tarea. Ella se convierte de esa forma, en el único elemento verdaderamente importante que se debe tener cuidado de guardar y conservar para mantener el ámbito de comunión en que la vida puede realizarse y llegar a su plenitud.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)