¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes 31 del tiempo ordinario (B).
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Flp 2,1-4):
Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Salmo responsorial: 130
R/. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad.
Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.
Espera Israel en el Señor ahora y por siempre.
Versículo antes del Evangelio (Jn 8,31b-32):
Aleluya. Si os mantenéis fieles a mi palabra, dice el Señor, seréis verdaderamente discípulos míos y conoceréis la verdad. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 14,12-14):
En aquel tiempo, Jesús dijo también a aquel hombre principal de los fariseos que le había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».
Comentario
Hoy, el Señor nos enseña el verdadero sentido de la
generosidad cristiana: el darse a los demás. «Cuando des una comida o una cena,
no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos
ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa» (Lc
14,12).
El cristiano se mueve en el mundo como una persona corriente; pero el
fundamento del trato con sus semejantes no puede ser ni la recompensa humana ni
la vanagloria; debe buscar ante todo la gloria de Dios, sin pretender otra
recompensa que la del Cielo. «Al contrario, cuando des un banquete, llama a los
pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no
te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los
justos» (Lc 14,13-14).
El Señor nos invita a darnos incondicionalmente a todos los hombres, movidos
solamente por amor a Dios y al prójimo por el Señor. «Si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a
los pecadores para recibir lo correspondiente» (Lc 6,34).
Esto es así porque el Señor nos ayuda a entender que si nos damos
generosamente, sin esperar nada a cambio, Dios nos pagará con una gran
recompensa y nos hará sus hijos predilectos. Por esto, Jesús nos dice: «Más
bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a
cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo» (Lc
6,35).
Pidamos a la Virgen la generosidad de saber huir de cualquier tendencia al
egoísmo, como su Hijo. «Egoísta. —Tú, siempre a “lo tuyo”. —Pareces incapaz de
sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños
(...)» (San Josemaría).
Fr. Austin Chukwuemeka IHEKWEME (Ikenanzizi, Nigeria)
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