¡Amor y paz!
Ya nos lo ha dicho San
Pedro en los Hechos de los Apóstoles: Jesús pasó haciendo el bien y curando a
los oprimidos por el diablo (Hch 10, 38). Hoy nos lo constata San Marcos en el Evangelio:
"Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Pidámosle a Jesús que, como
ocurrió con el sordomudo, nos abra los oídos para que podamos escuchar el
clamor de los necesitados y también hagamos el bien en nuestro paso por este
mundo.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la V Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos
7,31-37.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Ábrete". Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Comentario
a) La curación del
sordomudo provocó reacciones muy buenas hacia Jesús por parte de los habitantes
de Sidón: «Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Jesús curó al enfermo con
unos gestos característicos, imponiéndole las manos, tocándole con sus dedos y
poniéndole un poco de saliva. Y con una palabra que pronunció mirando al cielo:
«effetá», «ábrete». El profeta Isaías había anunciado -lo leemos en el Adviento
cada año- que el Mesías iba a hacer oír a los sordos y hablar a los mudos. Una
vez más, ahora en territorio pagano, Jesús está mostrando que ha llegado el
tiempo mesiánico de la salvación y de la victoria contra todo mal.
Además, Jesús trata al
sordomudo como una persona: cada encuentro de los enfermos con él es un
encuentro distinto, personal. Esos enfermos nunca se olvidarán en su vida de
que Jesús les curó.
b) El Resucitado sigue
curando hoy a la humanidad a través de su Iglesia.
Los gestos sacramentales
-imposición de manos, contacto con la mano, unción con óleo y crisma- son el
signo eficaz de cómo sigue actuando Jesús. «Una celebración sacramental está
tejida de signos y de símbolos». Son gestos que están tomados de la cultura
humana y de ellos se sirve Dios para transmitir su salvación: son «signos de la
alianza, símbolos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo», sobre
todo desde que «han sido asumidos por Cristo, que realizaba sus curaciones y
subrayaba su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos»
(Catecismo no. 1145-1152: «Signos y símbolos»).
El episodio de hoy nos
recuerda de modo especial el Bautismo, porque uno de los signos complementarios
con que se expresa el efecto espiritual de este sacramento es precisamente el
rito del «effetá», en el que el ministro toca con el dedo los oídos y la boca
del bautizado y dice: «El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los
mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza
y gloria de Dios Padre».
Un cristiano ha de tener
abiertos los oídos para escuchar y los labios para hablar. Para escuchar tanto
a Dios como a los demás, sin hacerse el sordo ni a la Palabra salvadora ni a la
comunicación con el prójimo. Para hablar tanto a Dios como a los demás, sin
callar en la oración ni en el diálogo con los hermanos ni en el testimonio de
nuestra fe.
Pensemos un momento si
también nosotros somos sordos cuando deberíamos oír. Y mudos cuando tendríamos
que dirigir nuestra palabra, a Dios o al prójimo. Pidamos a Cristo Jesús que
una vez más haga con nosotros el milagro del sordomudo.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 145-150
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 145-150