jueves, 30 de junio de 2016

Jesús revela su naturaleza divina

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 13ª. semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Mateo 9,1-8. 
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados". Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema". Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres. 
Comentario


Este rasgo de Jesús no es una curiosidad; es muy importante porque en el Antiguo Testamento sólo Dios penetra los pensamientos: "Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Yo, el Señor, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras" (Jer 17,9-10). Y en Amós leemos: "He aquí el que forma los montes, crea el viento y declara al hombre cuáles son sus pensamientos, el que del alba hace tinieblas y camina sobre las alturas de la tierra: el Señor, Dios de los ejércitos, es su nombre" (Am 4,13).

Por otro lado, no es cualquier fruslería lo que anda en el pensamiento des estos escribas. Se sienten seguros de haber encontrado una blasfemia en Jesús porque ha dicho: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mc 2,5). El argumento de ellos es: "¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Mc 2,7). Y es bien interesante notar que Jesús no niega lo que ellos afirman, que sólo Dios perdona pecados, sino que recalca que él mismo perdona pecados "pues ahora sabrán que el Hijo de Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados" (Mc 2,10). De este modo revela con suficiente discreción pero con suficiente claridad su naturaleza divina.

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miércoles, 29 de junio de 2016

Dos gigantes del Evangelio y de la santidad

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles en que celebramos la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 16,13-19. 
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". 
Comentario

1. Dos modos de ser "primero"

1.1 En cada una de las listas de los Doce Apóstoles que aparecen en los Evangelios, Pedro va de primero (véase por ejemplo Mateo 10,2-4; Marcos 3,16-19; Lucas 6,13-16). San Pablo lo considera una de las "columnas" de la Iglesia (Gálatas 2,9), y es él quien, en el día de Pentecostés, anuncia de primero abiertamente el triunfo del Crucificado y Resucitado (Hechos 2,14-40). En todos estos casos la primacía de Pedro es clara, y es una muestra de la solidez que Cristo ha dado a su Cuerpo, que somos nosotros los creyentes; pues él dijo que sobre la firmeza de la fe de Pedro habría de edificar su Iglesia.

1.2 Pablo se sintió llamado a ser "primero" de otra manera. La intensidad de su compromiso con el Evangelio no fue ocasión de que él pretendiera usurpar la misión de Pedro. Los conocimientos de Pablo, la solidez de su virtud puesta a prueba en las persecuciones, el ardor de su amor por Cristo no fueron pretextos para pretender una primacía como la de Pedro, al que de algún modo buscó y con el que quiso hablar para tener la certeza de no estar predicando en vano (Gálatas 2,2). En esto se ve que Pablo reconoció el don de Pedro y la necesidad de que Pedro lo confirme a uno en la fe que uno tiene y también en la propia misión.

1.3 Y sin embargo, Pablo sí quiso ser "primero" pero de otra manera: quiso ser el que primero llevara la Buena Nueva a los que nunca la habían oído. Estas son sus palabras en Romanos 15,18-20: "Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mi para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios, tanto que desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; teniendo así, como punto de honra, no anunciar el Evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido, para no construir sobre cimientos ya puestos por otros."

2. La firmeza y el arrojo

2.1 El hecho de celebrar a estos dos gigantes del Evangelio y de la santidad en una misma fiesta se presta para descubrir dimensiones complementarias de nuestra fe. Pedro nos habla de firmeza; Pablo irradia el arrojo. Las dos cosas son necesarias.

2.2 La fe ha de ser firme, y por eso tiene que ser cierta, clara, contrastable, y en plena comunión con lo que hemos recibido de los primeros testigos, empezando por Pedro.

2.3 Pero la fe ha de ser también valiente y al practicarla no puede faltar un arrojo como el que mostró Pablo en su propia vida. La fe muestra su verdad también en el hecho de querer y poder abrazar con solícito amor a todas las culturas, todos los pueblos, todos los hombres.

3. Diversidad que concurre en la unidad

3.1 Un mismo Cristo, un mismo Evangelio, un mismo celo unió a Pedro y a Pablo durante su vida. Su relación como personas no fue fácil todo el tiempo. Alguna vez Pablo tuvo que enfrentarse a Pedro y corregirlo en público (Gálatas 2,11-14). Pero luego es Pedro quien testifica que en los escritos de Pablo alienta el mismo Espíritu que inspiró "el resto de las Escrituras" (véase 2 Pedro 3,15-17).

3.2 Al final, y separados por poco tiempo, ambos apóstoles dieron el mismo y supremo testimonio de la fe, entregando su sangre por Aquel que los redimió--y nos redimió--con su Sangre. Mártires en una misma ciudad también, Roma, desde el corazón del cristianismo su testimonio sigue gritando la grandeza y la belleza del amor que los sostuvo en su ministerio, y que nos guiará en nuestro propio camino.


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martes, 28 de junio de 2016

«Jesús se puso en pie y vino una gran calma»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 13ª. Semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 8,23-27.
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: « ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!» Él les dijo: « ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!» Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: "¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!"
Comentario

a) De hoy al jueves leemos otra serie de milagros de Jesús: hoy, el de la 
tempestad calmada.

En el lago de Genesaret se forman con frecuencia grandes temporales (la palabra griega «seismós megas» apunta a un «gran seísmo», a un maremoto). Los apóstoles quedaron aterrorizados, a pesar de estar avezados en su oficio de pescadores.

Despiertan a Jesús, que sigue dormido -debe tener un gran cansancio, un sueño profundo y una salud de hierro- con una oración bien espontánea: «Señor, sálvanos, que nos hundimos». Y quedan admirados del poder de Jesús, que calma con su potente palabra la tempestad: « ¿quién es éste? hasta el viento y el agua le obedecen».

b) Seguir a Jesús no es fácil, nos decía él mismo ayer. Hoy, el evangelio afirma brevemente que cuando él subió a la barca, «sus discípulos lo siguieron»; pero eso no les libra de que, algunas veces en su vida, haya tempestades y sustos.
También en la de la Iglesia, que, como la barca de los apóstoles, ha sufrido, en sus dos mil años de existencia, perturbaciones de todo tipo, y que no pocas veces parece que va a la deriva o amenaza naufragio.

También en nuestra vida particular hay temporadas en que nos flaquean las fuerzas, las aguas bajan agitadas y todo parece llevarnos a la ruina.
¿Mereceríamos alguna vez el reproche de Jesús: «cobardes, ¡qué poca fe tenéis!»?

Cuando sabemos que Cristo está en la barca de la Iglesia y en la nuestra; cuando él mismo nos ha dicho que nos da su Espíritu para que, con su fuerza, podamos dar testimonio en el mundo; cuando tenemos la Eucaristía, la mejor ayuda para nuestro camino, ¿cómo podemos pecar de cobardía o de falta de confianza?

Es verdad que también ahora, a veces, parece que Jesús duerme, sin importarle que nos hundamos. Llegamos a preguntarnos por qué no interviene, por qué está callado. Es lógico que brote de lo más íntimo de nuestro ser la oración de los discípulos: «sálvanos, que nos hundimos».

La oración nos debe reconducir a la confianza en Dios, que triunfará definitivamente en la lucha contra el mal. Y una y otra vez sucederá que «Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma».


J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 92-96

lunes, 27 de junio de 2016

“Sígueme y...”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 13ª. Semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Mateo 8,18-22.
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas".  Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".  
Comentario

Jesús despierta entusiasmo, pero también lo tiempla, como se tiempla el metal con agua helada después de sacarlo del horno encendido. El metal que se deja enfriar a su propio ritmo se endurece, claro está, pero no alcanzará su mejor dureza si no es templado.

Así obra también Jesucristo, como vemos en el evangelio de hoy. A aquel que le dice: "te seguiré adondequiera que vayas" le echa un poco de agua fría, no para desanimarlo sino para templar su carácter y mejorar la calidad de su decisión.

No nos extrañe entonces que al seguir a Cristo nos pasen tantas cosas que nos desagradan o que tratan de desanimarnos. Muchas veces es voluntad del mismo Cristo que seamos probados no para que retrocedamos sino para que demos con mejor vigor cada paso.

Conviene decir una palabra sobre el otro encuentro que nos presenta el evangelio de hoy. Cuando el otro entusiasta, o mejor: medio entusiasta, manifiesta su condición, "permíteme ir primero a enterrar a mi padre", Jesús le dice una frase que puede costarnos entender: "deja que los muertos entierren a sus muertos". No es que el hombre estuviera en trance de duelo y Cristo le pidiera que abandonara los asuntos del funeral. La expresión de aquel hombre, sepámosla entender, alude a "déjame esperar a que mi padre muera", cosa que no implicaba unas horas ni unos días, sino seguramente años enteros. Cristo le hace ver ese tiempo y lo contrasta con la urgencia del anuncio del reino de Dios.

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domingo, 26 de junio de 2016

"Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 13er domingo del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Lucas 9,51-62. 
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios". 
Comentario

Un hijo y su padre estaban caminando por las montañas. De repente, el hijo se cayó, se lastimó y gritó: "¡AAAhhh!” Para su sorpresa, oyó una voz repitiendo, en algún lugar en la montaña: "¡AAAhhh!” Con curiosidad, el niño grito: "¿Quién eres tu?" Recibió de respuesta: "¿Quién eres tu?" Enojado con la contestación, gritó: "¡Cobarde!" Recibió de respuesta: "¡Cobarde!" Miró a su padre y le preguntó: "¿Qué sucede?" El padre sonrió y dijo: "Hijo mío, presta atención". Y entonces el padre grito a la montaña: "¡Te admiro!" La voz respondió: "¡Te admiro!" De nuevo el hombre grito: "¡Eres un campeón!" La voz respondió: "¡Eres un campeón!" El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego el padre explicó: "La gente lo llama ECO, pero en realidad es la VIDA. Te devuelve todo lo que dices o haces... Nuestra vida es simplemente reflejo de nuestras acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas más competitividad en tu grupo, ejercita tu competencia. Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso exactamente aquello que tu le has dado". Tu vida no es una coincidencia. Es un reflejo de ti.

En su último viaje a Jerusalén, Jesús pasó por unos pueblos que estaban enfrentados con los judíos. Los samaritanos eran considerados infieles: “los judíos no tienen trato con los samaritanos” (Juan 4,9). Jesús, envió mensajeros para conseguirle alojamiento. “Pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén”. Este rechazo hizo que dos de los discípulos más cercanos a Jesús tuvieran una reacción que no es extraña del todo a nuestro mundo: “Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: –Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos? Pero Jesús se volvió y los reprendió. Luego se fueron a otra aldea”.

Los criterios de estos dos discípulos estaban muy lejos de ser los que guiaron a Jesús en sus decisiones importantes. Muchas veces nuestras reacciones ante un mal recibido, es devolverlo mejorado y aumentado. Pagamos con la misma moneda. Creemos que una injusticia se puede subsanar con otra injusticia. Un fuego no puede apagarse echándole más gasolina. Pienso en las reacciones de muchos países del mundo ante la tragedia del 11 de septiembre de 2001. Pienso en los grupos que buscan la justicia social con la violencia de las armas, el secuestro, el narcotráfico. Pienso en los poderosos que se ‘defienden’ de los violentos creando y patrocinando otros grupos armados al margen de la ley. Pienso en lo que pasa en las relaciones entre las parejas, entre los compañeros de trabajo o de estudio.

Por todo esto, no resulta fácil seguir a un Señor que nos invita a responder al mal haciendo el bien. Sus exigencias parecen sobrepasar nuestras posibilidades. Las tres imágenes que presenta en seguida el Evangelio de hoy, refuerzan esta dificultad: Ante el que dice que lo seguirá a dondequiera que vaya, la respuesta de Jesús fue:  “Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Al que responde al llamado diciendo que lo deje ir primero a enterrar a su padre, el Señor le contesta: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. Cuando el tercer hombre le dice a Jesús: “Señor, quiero seguirte, pero primero déjame ir a despedirme de los de mi casa”, él le responde: “El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios”. El seguimiento no es fácil. El eco de la vida nos devolverá lo que hagamos o digamos.


Hermann Rodríguez Osorio, S.J
Sacerdote jesuita, Profesor Asociado de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá 

sábado, 25 de junio de 2016

"Señor, no soy digno de que entres en mi casa...”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Mateo 8,5-17. 
Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos". en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.  Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades. 

Comentario

Hoy, en el Evangelio, vemos el amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos» (Mt 8,6). Esta solicitud por los demás, especialmente para con un siervo, obtiene de Jesús una pronta respuesta: «Yo iré a curarle» (Mt 8,7). Y todo desemboca en una serie de actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).

Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así mi oración?

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...» (Mt 8,8). Es la respuesta del centurión. ¿Son así tus sentimientos? ¿Es así tu fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo). Si es así, también escucharás: «‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado» (Mt 8,13).

¡Santa María, Virgen y Madre!, maestra de fe, de esperanza y de amor solícito, enséñanos a orar como conviene para conseguir del Señor todo cuanto necesitamos.

Rev. D. Xavier Jauset i Clivillé (Lleida, España) 

viernes, 24 de junio de 2016

Juan el Bautista, un profeta para nuestro tiempo

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en que celebramos la solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 1,57-66.80. 
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel. 
Comentario

Juan Bautista tiene un lugar especial dentro de la liturgia de la Iglesia. Tiene rango de solemnidad, que es el más alto. Se celebra el día de su nacimiento o natividad, cosa que no se hace con los santos, que siempre se celebra su muerte o "dies natalis", que se considera como el día de su nacimiento a la gloria o vida de Dios. En el caso de san Juan se celebran los dos: el nacimiento, hoy, y su martirio, el 29 de agosto, la Degollación de san Juan Bta. El culto a san Juan, a través de la historia ha estado muy extendido y su iconografía es muy abundante. Juan es una figura del Antiguo y Nuevo Testamento, pero que entra torrencialmente en el proceso cristiano y en la vida de la Iglesia. La coincidencia de su fiesta con un tiempo de luz y color ha dado a esta noche de san Juan, en algunas partes, un esplendor especial.

Lo primero que destaca en san Juan Bta. es su personalidad. Recia y austera como un hombre del desierto, forjado a la intemperie y la sobriedad en el comer. Vestido con piel de camello, se nos dice, y comiendo miel silvestre y saltamontes. Tal vez acostumbrado a la fuerte disciplina de los esenios y a su espiritualidad de élite.

Sabemos también de su valentía al echar en cara a Herodes su vida y del testimonio definitivo de su martirio. Esto completa y sella la personalidad de Juan Bta. Recia, austera y valiente la figura de Juan Bta.

Dos signos detectan la misión de esta figura.

El primero es el bautismo para la remisión de los pecados. Predicaba y administraba el bautismo de penitencia. Era la voz que gritaba en el desierto el arrepentimiento de los pecados, la conversión o el cambio a una nueva vida. El bautismo de agua era un signo religioso ya usado en otros tiempos y otras religiones, pero Juan le daba una urgencia y un sentido muy especiales.
Muchos buenos judíos pasaron por este bautismo. También Jesús. Él administraba este bautismo como preparación para un acontecimiento mayor que ya estaba llamando a las puertas de la historia y como una exigencia interior de todo hombre religiosamente sincero. Era el bautista y también el precursor.

El segundo signo o gesto de este hombre está muy representado en la iconografía cristiana de todos los tiempos. Es el dedo indicador del Mesías. Ese es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo, ése es al que hay que seguir, él es el Salvador y el que trae el Espíritu Santo de Dios.

Juan es bautista y precursor, misión que ha quedado plasmada en los dos signos comentados.

Juan predicaba y exigía una conversión que se condensaba en el bautismo para la remisión de los pecados. Esto era, podemos decir, la vertiente más espiritual de su mensaje.

Pero también pedía que esa conversión diera sus frutos, frutos sociales visibles y palpables.

Estas exigencias sociales de la conversión están en línea con lo que había sido el mensaje de los antiguos profetas, especialmente Isaías, Jeremías y Amós, que continuamente hacía referencia a lo que más tarde se ha llamado justicia social haciendo alusión directa a los lujos y despilfarro de las clases sociales altas y a la pobreza y miseria de las clases humildes de la sociedad.

Cuando el pueblo en general y los diversos estamentos en particular se acercan a Juan y le preguntan qué tienen que hacer, la contestación de éste está en sintonía con la predicación de los antiguos profetas tanto en el aspecto de justicia social como en la dureza de su lenguaje.

A la gente, en general, le dice que el que tenga dos túnicas reparta con el que no tiene ninguna, y al que tenga comida que haga lo mismo.
A los publicanos, ya en concreto, que se acercan a bautizarse les pide que no exijan más tributos que los fijados.

A los soldados les pide algo muy propio de quien tiene el arma en la mano y puede tirar de espada rápidamente: no usar la violencia, no hacer extorsión a nadie y contentarse con la paga.

A todos les insiste en que la conversión verdadera tiene que dar sus frutos, que no bastan las palabras, ni el considerarse hijos de Abrahán. Esto se lo dice especialmente a fariseos y saduceos, a quienes llama "raza de víboras".

Dice gráficamente que "ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto va a ser cortado y echado al fuego" (Mt 3. 10). Habla de un juicio inminente y de que alguien tiene el bieldo en la mano para aventar la era y recoger el trigo y quemar la paja en el fuego que no se apaga.

Juan tiene conciencia clara y humilde de su condición de precursor y dice que él no es el esperado, que otro más fuerte que él ya viene de camino, a quien no es digno de desatar las correas de sus sandalias, que él bautiza sólo con agua, pero el que viene lo hará con fuego y Espíritu Santo.

MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR 1990, 34

jueves, 23 de junio de 2016

"No todo el que me dice: Señor, Señor..."

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 12ª semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Mateo 7,21-29. 
Jesús dijo a sus discípulos: "No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'. Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas. 
Comentario

Al acercarse a la conclusión del discurso, Mateo desarrolla una oposición a los diversos niveles. Hay quien habla continuamente de Dios ("Señor, Señor"), y luego se olvida de hacer su voluntad. Hay quien se hace la ilusión de trabajar por el Señor ("hemos profetizado en tu nombre, hemos arrojado los demonios, hemos hecho milagros"); pero luego, el día de las cuentas (el día de la verdad), verá que no lo ha conocido ("nunca os conocí; apartaos de mí").

Con estas palabras denuncia Jesús una disociación frecuente y muy perniciosa. El sabe que en el hombre frecuentemente hay como dos almas: una, que escucha, reflexiona, discute y programa; otra, que olvida obrar, aplicar los programas, satisfecha con la alegría de la escucha y la discusión. Una vida cristiana fundada en esta disociación es del todo inconsecuente. Es como una casa construida sin cimientos. Se construye de prisa, pero está destinada a hundirse.

Es muy probable que Mateo polemice con ciertos carismáticos presuntuosos; gente que tenía siempre en los labios el nombre de Cristo, pero que luego no resolvía nada. Existe el peligro de una oración ("Señor, Señor") que no se traduzca en vida y en compromiso ("la voluntad de Dios"). Existe el riesgo de una escucha de la palabra que no se convierte en nada práctico y operante. Existe el riesgo de ciertos momentos comunitarios que se cierran en sí mismos. Mateo ciertamente no condena la oración, ni la escucha de la palabra, ni el momento comunitario. Más aún, sabe muy bien que la oración, la escucha de la palabra y el encuentro comunitario son la raíz de la praxis cristiana. Pero la raíz debe justamente germinar. Porque permanece en pie que lo esencial de la vida cristiana no es decir, ni tampoco confesar a Cristo de palabra, sino practicar el amor concreto a los pobres, a los extraños y a los oprimidos. Acuden a la mente las palabras de la escena grandiosa del juicio: "Venid, tomad posesión del reino, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui peregrino y me acogisteis" (25,34ss).

Más aquí no podemos evitar una pregunta: ¿Por qué a veces la oración se cierra en sí misma, la escucha de la palabra no se traduce en vida y el encuentro con los hermanos no se abre al mundo? Pienso que la respuesta está implícitamente contenida en una advertencia que el evangelista ha subrayado ya: "Nadie puede servir a dos señores". Ahora bien, la disociación que estamos describiendo es justamente el intento desesperado de servir a dos señores: servir a Dios con la oración, con la escucha de la palabra, con el contacto con los hermanos, y, luego, servir al mundo y a nosotros mismos con las opciones concretas y cotidianas de la vida (la profesión, la política, y así sucesivamente).

La raíz de la disociación me parece que es el intento de salvar la obediencia a Dios y, a la vez, de sustraerse a la exigencia de conversión que lleva consigo. Es siempre, desde luego, una falta de fe. Al no sentirnos seguros a la sombra de la palabra de Dios (palabra que, no obstante, escuchamos y en la que nos complacemos), seguimos buscando la seguridad propia en nosotros mismos. A Dios la oración y la meditación; a nuestros intereses el resto de la vida. Es un intento verdaderamente insensato de servir a dos señores. Sigue entonces siendo cierto, como nos lo ha sugerido reiteradamente el evangelista, que es de la vida cotidiana de donde se deduce si tenemos o no un solo señor; que por la vida cotidiana se entiende quién es de veras nuestro señor.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 83



miércoles, 22 de junio de 2016

Nuestros actos transparentan la plenitud de nuestro corazón

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la  12ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 7,15-20. 
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. 
Comentario

 Si alguien siente que Dios le pide comprometerse en la reforma de la sociedad, eso es una cuestión entre él y Dios. Todos debemos servir a Dios allí donde nos sintamos llamados. Personalmente me siento llamada a servir a los individuos, a amar a cada ser humano. Nunca pienso en términos de masas o de grupos, sino siempre en las personas. Si pensara en las multitudes, no empezaría nunca nada; es la persona la que cuenta para mí; creo en los encuentros cara a cara. 

      Nuestros actos transparentan la plenitud de nuestro corazón: según es mi comportamiento con este leproso, según es mi comportamiento con este agonizante, según me comporto con este SDF. A veces es más difícil trabajar con los vagabundos que con los moribundos de nuestros hospicios, porque estos últimos están apaciguados ante la expectativa de que pronto se encontrarán con Dios. Podemos  acercarnos al enfermo, al leproso y estar convencidos que tocamos al cuerpo de Cristo. Pero cuando se trata de un borracho que chilla, es más difícil pensar que estamos delante de Jesús escondido en él. ¡Cuán puras y amorosas deben estar nuestras manos para hacer llegar a estos seres la compasión!

      Ver a Jesús en la persona espiritualmente más pobre  requiere un corazón puro. Cuanto más desfigurada esté la imagen de Dios en una persona, tanto más grandes deben ser la fe y la veneración en nuestra búsqueda del rostro de Jesús y nuestro ministerio de amor cerca de él... Hagámoslo con un sentimiento de profundo reconocimiento y piedad. Según el carácter repugnante del trabajo a realizar, será la medida del amor y el gozo de servir.

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad  No hay amor más grande

martes, 21 de junio de 2016

“Traten a los demás como quieran que ellos los traten a ustedes”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 7,6.12-14.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "No den lo santo a los perros, ni les echen sus perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozarlos. Traten a los demás como quieren que ellos los traten; en esto consiste la ley y los profetas. Entren por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos".
Comentario

Hoy en el evangelio Jesús resume la Ley así: "Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes." En su simplicidad, esta frase, que encontramos con otras palabras en otras tradiciones religiosas y filosóficas, es toda una forma de vida. Parece cosa obvia y sencilla, y sin embargo también nos dice el Señor: "¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!" Es fácil resbalar y difícil ascender; es fácil adquirir un vicio y difícil desarraigarlo. ¿Quién no lo ha comprobado?

Los medievales decían: "la perfección requiere que se cumplan todos los requerimientos; la imperfección, que falle uno solo." Quizá sea esa la razón de por qué cuesta trabajo aprender y toma tiempo y esfuerzo alcanzar la verdadera pericia. Un pianista profesional tiene que ensayar varias horas cada día; y sin embargo, un solo día sin entrenamiento se nota en una pérdida de calidad. La excelencia, entonces, es exigente y celosa a la vez.

Y sin embargo, hay un llamado interior que nos mueve a buscar lo mejor y lo más perfecto. Sólo allí está la belleza, sólo allí el descanso, sólo allí la saciedad. De Dios mismo, que es nuestro Creador viene ese llamado, y nada sacamos con hacer oídos sordos. Es preciso atenderlo, pero para eso Dios mismo sabe que necesitamos de su ayuda y por eso nos ha dado a su Hijo como camino, luz, medicina y alimento que nos lleve hasta la plenitud para la que Él mismo nos creó.

http://fraynelson.com/homilias.html.

lunes, 20 de junio de 2016

“No juzguen”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Mateo 7,1-5. 
Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.  
Comentario

-No juzguéis y no os juzgarán...

Los pasajes precedentes del Sermón de la Montaña que hemos meditado estas dos semanas, han dado a los discípulos de Jesús unos principios de conducta moral de una exigencia muy elevada. ¿Corren quizá el riesgo de considerarse personas aparte, perteneciente a un nivel superior de humanidad y desde el cual juzgan a los demás, en un nuevo reflejo farisaico? Pues bien, Jesús, a esos mismos, a los que acaba de pedirles tanta exigencia para sí mismos, ¡les pide de "no juzgar" a los demás! "¡No juzguéis!".

Jesús no pide que dejemos de apreciar las cosas y los hechos con objetividad. La "sosería", es insulsa. La "sal" da buen sabor. La "cólera" sigue siendo cólera y "todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal" (Mt 5, 22). La violencia, la escalada de la Ley del Talión han de romperse con dulzura y mansedumbre. Y también, según Jesús, hay que "juzgar adulterio el mirar a una mujer casada excitando su deseo por ella".

Todo esto subsiste: hay que tener y conservar un "juicio" justo. Sin embargo, Jesús dice: "¡no juzguéis!" No dice solamente:
"no juzguéis severamente..."
"no juzguéis injustamente..."
"no juzguéis calumniosamente..."
Dice de modo absoluto: "no juzguéis...". ¿Por qué?
-Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis la usarán con vosotros.

1º La primera razón es que ¡todos nosotros tenemos necesidad del perdón y del juicio indulgente de Dios! Al hablar del perdón, Jesús ha comparado siempre nuestro propio comportamiento con el que Dios emplearía con nosotros. Si deseamos un juicio misericordioso de Dios sobre nosotros, hay que empezar por aplicar esta misma comprensión respecto a todos nuestros hermanos. Si soy severo con los demás ¿cómo puedo pedir a Dios que sea bueno conmigo?
-¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

2º La segunda razón, para no juzgar, es que somos incapaces de "ver" verdaderamente en el corazón de los demás.
En nuestro propio corazón creemos ver claro, y encontramos toda clase de excusas para nosotros; pero somos incapaces de juzgar verdaderamente lo que ha llevado a tal persona a obrar de tal manera: su herencia, las influencias de su medio ambiente, de su educación... su carácter, el juego sutil de sus hormonas, sus intenciones profundas.

Nunca tenemos todos los datos de un problema cuando se trata de los demás. Sólo Dios conoce verdaderamente el corazón. El ideal, pues, ¿no sería tener un juicio justo y el más objetivo posible sobre las cosas y los actos humanos... y evitar todo juicio subjetivo sobre las personas?

-Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano.
Jesús nos conduce de nuevo a las exigencias con nosotros mismos. No predica un laxismo moral -no hay bien ni mal-: una viga es una viga.

Pero nos pide que procuremos ver más lo "positivo" que lo negativo. Señor, concédeme lucidez para que me dé cuenta de "mis" faltas. Señor, da a tu Iglesia, da a los cristianos, una gran exigencia consigo mismos y una gran bondad con los demás.

No permitas que pasemos el tiempo criticando a los demás, condenando y encontrándoles defectos. Líbranos de esta manía enfermiza y tan extendida: la crítica malévola.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 32 s.