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miércoles, 22 de junio de 2016

Nuestros actos transparentan la plenitud de nuestro corazón

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la  12ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 7,15-20. 
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. 
Comentario

 Si alguien siente que Dios le pide comprometerse en la reforma de la sociedad, eso es una cuestión entre él y Dios. Todos debemos servir a Dios allí donde nos sintamos llamados. Personalmente me siento llamada a servir a los individuos, a amar a cada ser humano. Nunca pienso en términos de masas o de grupos, sino siempre en las personas. Si pensara en las multitudes, no empezaría nunca nada; es la persona la que cuenta para mí; creo en los encuentros cara a cara. 

      Nuestros actos transparentan la plenitud de nuestro corazón: según es mi comportamiento con este leproso, según es mi comportamiento con este agonizante, según me comporto con este SDF. A veces es más difícil trabajar con los vagabundos que con los moribundos de nuestros hospicios, porque estos últimos están apaciguados ante la expectativa de que pronto se encontrarán con Dios. Podemos  acercarnos al enfermo, al leproso y estar convencidos que tocamos al cuerpo de Cristo. Pero cuando se trata de un borracho que chilla, es más difícil pensar que estamos delante de Jesús escondido en él. ¡Cuán puras y amorosas deben estar nuestras manos para hacer llegar a estos seres la compasión!

      Ver a Jesús en la persona espiritualmente más pobre  requiere un corazón puro. Cuanto más desfigurada esté la imagen de Dios en una persona, tanto más grandes deben ser la fe y la veneración en nuestra búsqueda del rostro de Jesús y nuestro ministerio de amor cerca de él... Hagámoslo con un sentimiento de profundo reconocimiento y piedad. Según el carácter repugnante del trabajo a realizar, será la medida del amor y el gozo de servir.

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad  No hay amor más grande

miércoles, 25 de junio de 2014

Como profetas auténticos, acompañemos y escuchemos a los hermanos

¡Amor y paz!

Jesús previene a sus seguidores del peligro de los falsos profetas, los que se acercan «con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces».

Les da una consigna: «por sus frutos los conoceréis». La comparación es muy expresiva: un árbol puede ser muy bonito en su forma y en sus hojas y flores, pero si no da buenos frutos, no vale. Ya se puede cortar y que sirva para leña (José Aldazábal).

Precisamente, el Papa Francisco nos aconseja, a ministros ordenados, religiosos y a laicos, cómo ser los profetas de hoy. Él le da mucha importancia al acompañamiento y dentro de este proceso a la escucha.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la duodécima semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 7,15-20. 
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. 
Comentario

En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. 

En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana…

Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño.

Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida.

Papa Francisco
Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium / La alegría del Evangelio” §169, 171 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
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