viernes, 17 de julio de 2009

“YO QUIERO MISERICORDIA Y NO SACRIFICIOS”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y luego a meditar el Evangelio, hoy viernes de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Evangelio según San Mateo 12,1-8.

En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado". Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".

COMENTARIO

Las normas están hechas para facilitar la convivencia y el ejercicio de nuestros derechos y obligaciones. Sin embargo, los judíos de la época de Jesús tenían tantas disposiciones, muchas veces muy intransigentes, que terminaban oprimiéndolos. Por esto, el Señor aclara el sentido de las mismas: deben estar al servicio del hombre y no al revés, el hombre al servicio de las normas.

Y algo central: Jesús insiste en que el primer
mandamiento es amar a Dios y a nuestros hermanos y por eso nos pide comprender bien lo que significa la voluntad divina expresada ya en el Antiguo Testamento: “Yo quiero misericordia y no sacrificios”.

Así como las normas del Estado pueden pasar por alto que están hechas para el servicio del hombre, lo mismo puede ocurrir con las que regulan lo religioso. De tal manera, nos podemos quedar en la observación de formalismos y de normas cultuales y olvidar lo verdaderamente importante: que el culto grato a Dios es la práctica de la misericordia.

¿Para qué tantas devociones, genuflexiones e incienso si no ejercemos la fraternidad?

Dios los bendiga…