sábado, 24 de septiembre de 2022

El Hijo del hombre va a ser entregado

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado de la 25ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo C.

 

Dios nos bendice...

 

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del Eclesiastés       11, 9-12, 8

 

Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio. Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente.

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en los que dirás: «No encuentro en ellos ningún placer»; antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes cargadas de lluvia. En aquel día temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las que miran por las ventanas; se cerrarán las puertas de la calle, mientras declina el ruido del molino; cesará el canto de los pájaros y enmudecerán las que entonan canciones.

Entonces se temerán las cuestas empinadas y los terrores acecharán por el camino.

El almendro estará florecido, se pondrá pesada la langosta y la alcaparra perderá su eficacia. Porque el hombre se va a su morada eterna, mientras las plañideras rondan por la calle.

Sí, acuérdate de él antes que se corte la hebra de plata y se quiebre la ampolla de oro, antes que se haga pedazos el cántaro en la fuente y se rompa la cuerda del aljibe; antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a Dios, porque es él quien lo dio.

¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que vanidad!

 

Palabra de Dios.

 

SALMO         

 

Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 (R.: 1)

 

R.        Señor, tú has sido nuestro refugio a lo largo de las generaciones.

 

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,

con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos.»

Porque mil años son ante tus ojos

como el día de ayer, que ya pasó,

como una vigilia de la noche.  R.

 

Tú los arrebatas, y son como un sueño,

como la hierba que brota de mañana:

por la mañana brota y florece,

y por la tarde se seca y se marchita.  R.

 

Enséñanos a calcular nuestros años,

para que nuestro corazón alcance la sabiduría.

¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…?

Ten compasión de tus servidores.  R.

 

Sácianos en seguida con tu amor,

y cantaremos felices toda nuestra vida.

Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;

que el Señor, nuestro Dios,

haga prosperar la obra de nuestras manos.  R.

 

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas   9, 43b-45

 

Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.»

Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • El Eclesiastés, se termina con una hermosísima evocación de la «juventud», los buenos años que hay que aprovechar, porque la vejez acecha. La juventud es un don de Dios que hay que vivir en la expansión y alegría, pero del que tendremos que rendir cuentas.
  • Los jóvenes serán sabios si son capaces de aprovechar la vida viviéndola  en plenitud, pero responsablemente haciendo el bien, que es la mejor manera de construirse un futuro válido, sin olvidar que la juventud es pasajera y vanidad como todo lo restante.
  • Contrasta con esa visión, la descripción que hace el autor de la vejez en forma poética. Se compara la ancianidad con una casa todavía habitada, pero que se degrada lentamente. El vigor de los hombres va disminuyendo y la belleza de las mujeres se marchita. La voz del molino es la voz humana, y las flores del almendro los cabellos blancos. Los guardias que tiemblan son los brazos, y los hombres vigorosos que se doblan son las piernas; las mujeres que dejan de moler son los dientes, y las ventanas que han de cerrarse son los ojos. La langosta desfalleciente y el fruto de la alcaparra representarían el sexo.
  • A los ancianos se les recomienda una sana resignación. No vale desesperar, ni hacerse ilusiones exageradas. Resulta inútil añorar la juventud. Lo mejor es vivir cada edad de la vida con realismo.
  • Cada cosa tiene su tiempo, tanto jóvenes como ancianos deben saber ofrecer a Dios lo mejor de su vida. Ya sea  energía y vigor, o debilidad y reposo.

***

  • Los discípulos «no comprendían» las palabras de Jesús, no porque éstas fueran oscuras o ininteligibles, sino porque su proceder no iba conforme a las ideas vigentes. No podían admitir que el camino del enviado de Dios tuviera que pasar necesariamente por la cruz. Ellos, igual que gran parte del pueblo, esperaban un Cristo triunfante que mediante un poder absoluto y arrollador realizara la liberación tan esperada. Las palabras de Jesús cuestionaban hondamente a los discípulos y había “algo” que les impedía comprender.
  • Ese “algo” eran las falsas expectativas mesiánicas que tenían y no coincidían con el obrar de Jesús. Esto lo llevó en el momento de la prueba a  enfrentar su destino en absoluta soledad.
  • Ese “algo”  era un mundano triunfalismo que los volvía ciegos ante la novedad definitiva de un Dios, que se abaja hasta las profundidades más absolutas de la vida de los hombres, para elevarlas hacia Dios. Esa ceguera les impedía ponerse del lado del hombre, que realmente los podía salvar.
  • Todavía hoy, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos y desconcertándonos. Que el Autor de la Vida anuncie su entrega en manos de aquéllos por quienes ha venido a darlo todo es una clara provocación. Tal es así que los mercaderes de muchas seudo religiones siguen proclamando que “hay que parar de sufrir”. El cristiano no elige el sufrimiento por el sufrimiento mismo. Opta por la vida y ésta tiene sus límites; muchas veces dolorosos. El sufrimiento está ahí, aunque no lo llamemos. La verdad y la justicia se luchan y se paren y no hay parto sin dolor.
  • Aceptar el camino de la cruz de Jesús es dejarlo ser nuestro redentor, más aún, es dejarnos amar por Dios, y salir de nuestras cortas categorías y de la inmediatez y de éxito.
  • Cristo asumió libremente el dolor hasta la muerte, para que sea para nosotros, camino de encuentro con el Padre de toda vida y no castigo de Dios. Olvidamos una y otra vez, que Cristo vino a redimirnos del pecado, y no se redime lo que no se asume. Por eso cargó sobre sí todos  nuestros sufrimientos y por sus llagas hemos sido curados. El camino de nuestra verdadera liberación pasa por dejarnos perdonar por un Dios que nos ama hasta el punto de morir por nosotros.
  • Una de las claves de la sabiduría cristiana que nos lleva a la verdadera libertad, es el reconocimiento de la grandeza y de la inmensidad del Amor de Dios, al mismo tiempo que admitimos nuestra pequeñez.

 

PARA DISCERNIR

  • ¿Acepto el camino del dolor?
  • ¿Me desilusiona un Jesús que sufre?
  • ¿Cómo vivo mis sufrimientos?

 

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

 

Quiero seguirte Señor, quiero imitar tu entrega

 

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

Vicaría de Pastoral