sábado, 1 de febrero de 2014

"¿Por qué tienen miedo? ¿No tienen fe?"

¡Amor y paz!

Después de las parábolas, empieza aquí una serie de cuatro milagros de Jesús, para demostrar que de veras el Reino de Dios ya ha llegado en medio de nosotros y está actuando.

El primero es el de la tempestad calmada, que pone de manifiesto el poder de Jesús incluso sobre la naturaleza cósmica, ante el asombro de todos. Es un relato muy vivo: las aguas encrespadas, el susto pintado en el rostro de los discípulos, la serenidad en el de Jesús. El único tranquilamente dormido, en medio de la borrasca, es Jesús. Lo que es señal de una buena salud y también de lo cansado que quedaba tras las densas jornadas de trabajo predicando y atendiendo a la gente.

El diálogo es interesante: los discípulos que riñen a Jesús por su poco interés, y la lección que les da él: « ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?». (José Aldazabal

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y la oración, en este sábado de la 3ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 4,35-41. 
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?". Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?". 
Oración

Navega la barca de mi vida
Entre las oscuridades y las sombras de la noche,
Y no veo ningún puerto,
Estoy a la merced del mar profundo.

La más pequeña tempestad podría hundirme,
Sumergiendo mi barca en el torbellino de las olas,
Si no vigilaras sobre mi Tu Mismo, oh Dios,
En cada momento de mi vida, en cada instante.

En medio del estruendo de las olas
Navego tranquilamente con confianza
Y, como una niña, miro adelante sin temor,
Porque Tu, oh Jesús, eres mi luz.

Todo alrededor es horror y espanto,
Pero mi paz es más profunda que las profundidades del mar
Porque quien está Contigo, Señor, no perecerá
Me lo asegura Tu amor divino.

Aunque alrededor hay muchos peligros,
No los temo, porque miro el cielo estrellado.
Y navego con denuedo y alegría,
Como corresponde a un corazón puro.

Pero sobre todo, únicamente
Por ser Tu mi timonero, oh Dios,
La barca de mi vida navega tan serenamente
Lo reconozco en la más profunda humildad.

Santa Faustina Kowalska (1905-1938), religiosa
Diario, 1322
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