¡Amor y paz!
El Evangelio nos narra hoy el final del último discurso de Jesús después de la Cena. Luego de tantas incomprensiones y vacilaciones, parece que los apóstoles por fin creen. Pero el camino es largo aún y vendrán muchas pruebas. Y eso se los recuerda Jesús: cada uno se irá por su lado y dejarán solo a su Maestro.
¿Cuántas veces recitamos el Credo, pero dejamos solo a Jesús? Sin embargo, Él no está solo porque está con el Padre. Así nosotros, cuando llegan las pruebas y el mundo nos abandona, tampoco estamos solos. Jesús permanece a nuestro lado: Él ha vencido al mundo.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la VII Semana de Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 16,29-33.
Sus discípulos le dijeron: "Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios".
Jesús les respondió: "¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".
Comentario
Desde los orígenes del mundo, Cristo sigue sufriendo en los suyos. Él es «el principio y el fin» (Ap 1,8); escondido en la Ley, revelado en el Evangelio, es el Señor siempre admirable que sufre y triunfa «en sus santos» (Sl 67, 36). En Abel, fue asesinado por su hermano; en Noé, ridiculizado por su hijo; en Abrahán, conoció el exilio; en Isaac, fue ofrecido en sacrificio; en Jacob, reducido a servidumbre; vendido en José; abandonado y rechazado en Moisés; en los profetas, lapidado y despedazado; en los apóstoles, perseguido por tierra y mar; en sus numerosos mártires, torturado, asesinado. Es él quien, todavía ahora, lleva nuestras debilidades y enfermedades, porque él mismo es hombre, por nosotros expuesto a todos los males y capaz de cargar sobre sí la debilidad que nosotros, sin él, somos incapaces de asumir. Sí, es él, verdaderamente él quien lleva en nosotros y por nosotros todo el peso del mundo para librarnos a nosotros de ese peso; porque «cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2C 12,9). Él es quien, en ti, soporta todo el desprecio, y es a él a quien el mundo odia en ti.
Demos gracias al Señor, porque si fue él quien se comprometió, suya es la victoria (cf Rm 3,4). Según esta frase de la Escritura él es quien triunfa en nosotros cuando, tomando la condición de esclavo, gana para sus siervos la gracia de la libertad.
San Paulino de Nola (335-431), obispo
Carta 38, 3-4 ; PL 61, 359-360
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