martes, 31 de mayo de 2011

María, imagen preclara de la comunidad cristiana

¡Amor y paz!

El evangelio de la Visitación es, en primer lugar, una reflexión sobre la Iglesia. La Iglesia, indudablemente, no está aún fundada; no lo será sino más tarde. Pero aquí está representada, "simbolizada", en cierto modo, por María. La situación de María, que lleva en su seno al Señor, dice la de la comunidad cristiana que lleva también en sí misma a su Señor. El gesto de María yendo a comunicar la maravillosa noticia que ha recibido, define perfectamente el comportamiento que debe ser propio de la Iglesia: una comunidad ansiosa por comunicar la Buena Noticia de la que ella es la primera beneficiaria (Louis Monloubou).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que celebramos la Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-56.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.  Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Comentario

El acontecimiento debió pasar totalmente ignorado para los medios de comunicación de la época. Nada anormal el que una muchacha visitase a su prima embarazada y la acompañase en aquellos difíciles momentos. Pero María sabía que bajo aquella capa de normalidad algo realmente extraordinario estaba sucediendo. O, si se quiere, estaba empezando a suceder. Algo de Dios había en aquel hecho de encontrarse las dos primas embarazadas.

María y su prima Isabel, ojos de mujer, supieron ver lo que tantos otros no llegaron ni a barruntar. Dios estaba viniendo. Dios estaba preparando su tienda para hacerse uno de nosotros. Eso significaba una verdadera revolución. No como las que hacemos los hombres en la historia de nuestras naciones, en las que unos tiranos suceden a otros.

Esta es una revolución de las de verdad. De las que ponen todo patas arriba. De las que rompen los esquemas establecidos. De las que nos obligan a tomar partido. De las que dan lugar a un futuro nuevo y diferente. Es el tiempo de los pobres, de los que no tienen nada, de los débiles, de los hambrientos. Para ellos el poder y la misericordia de Dios son esperanza cierta de vida plena. Todo eso lo entendieron perfectamente María e Isabel al encontrarse y mirarse a los ojos. Por eso se pusieron a cantar juntas. Y anunciaron lo que sigue siendo fuente de ánimo y coraje para innumerables cristianos en su vida diaria.

Hoy, con María e Isabel, renovamos nuestra esperanza y entonamos el Magnificat: Dios está de parte de los pobres y está viniendo para hacer justicia.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

lunes, 30 de mayo de 2011

¡Concédenos, Señor, el nunca tener miedo!

¡Amor y paz!

La Iglesia va preparando a los cristianos para el tiempo de la desaparición visible de Jesús, que comienza el día de la Ascensión, el próximo domingo, y quiere que aguardemos con ansia al Espíritu Santo, que es el que va a conducir la vida de los cristianos a través de este mundo hasta el encuentro definitivo con Dios.

El Evangelio trae un anuncio grave del Señor para el tiempo posterior a su elevación a los cielos. Asegura que el Paráclito, el Espíritu Santo que él prometía como "abogado" que es el Espíritu de Verdad "dará testimonio de Él". El Espíritu descubrirá la verdad sobre los acontecimientos de la vida de Cristo. Y los Apóstoles también darán testimonio de Cristo ya que estuvieron con Él desde un principio.

Es misión del Espíritu Santo revelar a los Apóstoles toda la verdad sobre Cristo, sobre sus hechos, sobre su vida y su muerte, y fortalecerlos para que sean capaces de dar testimonio (martirio).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este lunes de la 6ª. Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4.
Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.  Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Les he dicho esto para que no se escandalicen. Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios. Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes. 
Comentario

Continuamos la meditación del "discurso después de la Cena". Hasta aquí, Jesús ha hablado sobre todo de amor...

Pero el tono va a cambiar. En esta segunda parte de su conversación, Jesús va a hablar mucho sobre el "odio": quiere prevenir a sus discípulos de la atmósfera de lucha que conocerán frente al rechazo del mundo.

-Cuando venga el "defensor" que Yo os enviaré de parte del Padre.
Hemos olvidado bastante ese título que daba Jesús al Espíritu.
El "Defensor", el "Paráclito" en griego. Esto da un tono de lucha. Dios tomará la defensa de los suyos. ¿Tengo conciencia de que soy atacado, amenazado? Sí, me encuentro constantemente enfrentado al mal, a la desgracia, y al Maligno: el pecado, la adversidad, Satán... triple cara de lo que me provoca para destruirme y alienarme.

Jesús lo sabe bien. Él, que tan a menudo ha tomado la defensa del hombre, para salvarlo del pecado, de la enfermedad o de la muerte y del demonio. El nos envía otro 'Defensor": su Espíritu. A menudo, Señor, me olvido de ese aspecto dramático que tiene la vida cristiana; y corro el riesgo de dejarme llevar a una buena vidita muy tranquila, en vez de continuar alerta, vigilante... y presto al combate contra cualquier forma de mal.

-El Espíritu de verdad que procede del Padre, dará "testimonio" ("martyresei") de mí. "Espíritu de verdad es otro título que Jesús da al Espíritu.
La verdad libera, la verdad es la única fuerza capaz de contrarrestarle el mal.
Ser, cada vez más, un hambriento de la verdad, para ser, cada vez más, un testigo ("martyr" en griego) de la verdad.

-Y vosotros me daréis también testimonio ("martyreite").
La suerte de las palabras es ir cambiando de sentido en el curso de los años. Y por esto la Iglesia se ve obligada a adaptarse constantemente, es decir, a usar palabras nuevas para expresar la misma realidad. Los lectores de san Juan, aquí, oían en sus oídos griegos la palabra "martyr", que hoy traducimos por "testigo". "Vosotros también seréis mártires míos = vosotros seréis también mis testigos."

-Os echarán de las sinagogas... os matarán...
Jesús preveía lúcidamente la extrema dificultad de ser cristiano. En este tiempo pascual, en la primera lectura (Hechos de los Apóstoles) oímos de qué modo Pablo, por ejemplo, ha sido perseguido, tenido por sospechoso, azotado, encarcelado, martirizado. Todavía hoy, el desarrollo en profundidad del evangelio tropieza con las mismas oposiciones, las mismas tentativas de ahogo. El cristiano auténtico es a menudo tenido por sospechoso. Si esto no sucede conmigo es quizá porque he desvirtuado la virulencia y la novedad del evangelio.

-Vosotros daréis testimonio de mí porque desde el principio estáis conmigo... Os tratarán de ese modo porque no conocieron al Padre ni a mí...
"Estar con"... "conocer al Padre y conocer a Jesús"... Es la condición para ser testigo. ¿Soy realmente el testigo (mártir) de Dios? ¿Estoy de parte de Dios? ¿Es Dios al que defiendo, o es a mí, mis opciones, mis ideas? Sé que tengo un Defensor. El Espíritu está ahí conmigo.

Gracias. Concédeme, Señor, el no tener nunca miedo.

Noél Quesson
Palabra de Dios para cada día 1
Evang. de Adviento a Pentecostés
Edit. Claret/Barcelona 1984.Pág. 238 s.
www.mercaba.org

domingo, 29 de mayo de 2011

“No los voy a dejar huérfanos”

¡Amor y paz!

Las palabras del Señor que Juan nos comunica son claras y contundentes, no requieren explicación. Lo que debemos es confrontarnos con ellas, examinarnos a la luz de lo que significan para nosotros mismos y la sociedad en que vivimos:

“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”

“No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes”

“…Yo vivo y también ustedes vivirán” 

“Yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí y yo en ustedes “

”El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama”

“El que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él"…

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sexto Domingo de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 14,15-21. 
Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.  Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". 
Comentario

Hace ya unos años, leí en un periódico colombiano un cuento que se llamaba Un minuto de silencio y decía: “Antes del encuentro de fútbol –graderías llenas, grandes manchas humanas de colores movedizos– se pidió un minuto de silencio por cada uno de los asesinados. El país permaneció 50 años en silencio".

En un editorial de la revista Theologica Xaveriana (Enero-Marzo de 2002), titulada «Ni guerra santa, ni justicia infinita», se incluyó la declaración que hizo pública la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, con motivo del “vil asesinato de Monseñor Isaías Duarte Cancino”, Arzobispo de Cali. En uno de sus apartes, esta declaración dice: “Y en medio del silencio en el que nos deja la consternación frente a este magnicidio, creemos que es insoslayable preguntarnos en profundidad por las complejas causas no sólo de este homicidio sino el de tantas colombianas y colombianos que mueren de similar forma todos los días y que ya suman la aterradora cifra de 250.000 en los últimos diez años”.

Cuando leí esta cifra me pregunté cuántas personas están heridas por la muerte violenta de un ser querido en este país... Cada muerto ha dejado una familia entera herida... padres, madres, hermanos hermanas, hijos, hijas... ¿Cuántos huérfanos ha dejado esta guerra fratricida? ¿Cuántos huérfanos ha dejado la guerra entre palestinos e israelitas? ¿Cuántos huérfanos han dejado las guerras en Irak, Afganistán, los atentados terroristas en todas partes del mundo y la violencia que recorre todos los rincones de este planeta? ¿Cuántos huérfanos más necesitamos para detener esta espiral de violencia que nos absorbe sin compasión?

“Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes”, es lo que nos dice Jesús este domingo.

En la Escritura, los huérfanos casi siempre aparecen junto a las viudas y a los forasteros... El Deuteronomio y los Profetas invitan, de una y otra forma, a hacer justicia a los huérfanos, a las viudas y a los forasteros. Hoy también el Señor nos está pidiendo a gritos, que hagamos justicia a tantos huérfanos que deja el conflicto armado; a las viudas y a los desplazados que tienen que abandonar su tierra para proteger la propia vida y la de sus seres queridos. Hoy el Congreso colombiano estudia una Ley para reparar de alguna forma a tantas víctimas que ha dejado la violencia en los últimos años.

El Señor nos envía un Defensor y promete que no nos dejará huérfanos cuando se vaya; esta promesa de Jesús nos compromete a hacer lo mismo hoy para aquellos que sufren con las consecuencias de la guerra; tenemos que ser defensores del huérfano, de la viuda y del forastero. Que el Espíritu de la verdad nos impulse a colaborar en la construcción de un país en el que no tengamos que permanecer cincuenta años en silencio...

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 28 de mayo de 2011

«Si me persiguieron a mí, los perseguirán a ustedes»

Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la V semana de Pascua.

Dos los bendiga…

Evangelio según San Juan 15,18-21.
Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.  Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió. 
Comentario

 La voluntad de Dios es lo que Cristo hizo y enseñó: la humildad en la conducta, la firmeza en la fe, la moderación en las palabras, la justicia en las acciones, la misericordia en las obras, la rectitud en las maneras; ser incapaz de hacer mal, pero poderlo tolerar cuando se es la víctima, conservar la paz con los hermanos, amar al Señor con todo el corazón, amar en él al Padre y temer a Dios, no preferir nada a Cristo, porque él mismo nos prefiere a nosotros; unirse inquebrantablemente a su amor ; abrazarse a su cruz con fuerza y confianza; cuando hay que luchar por su nombre y su honor, mostrar la constancia en nuestra confesión de la fe; mostrar, en la tortura, la confianza que sostiene nuestro combate, y en la muerte, la perseverancia que nos obtiene la corona. Es decir, querer ser coheredero con Cristo. Es decir, obedecer el mandamiento de Dios. Es decir, hacer la voluntad del Padre.

San Cipriano (v. 200-258), obispo y mártir 
©Evangelizo.org 2001-2010

viernes, 27 de mayo de 2011

“Esto os mando: que os améis unos a otros”

¡Amor y paz!

Lo que nos dice hoy el Evangelio es claro y contundente: Cristo nos ha enseñado el amor y nos ha mandado amar. En esa secuencia: aprender qué es amar y vivir en el amor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la V Semana de Pascua.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Juan 15,12-17.
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.  No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.
 Comentario

a) El pensamiento de Jesús, en la última cena, progresa como en círculos. Ya había insistido en que sus seguidores deben «permanecer» en él, y que en concreto deben «permanecer en su amor, guardando sus mandamientos».

Ahora añade matices entrañables: «no os llamo siervos, sino amigos», «no sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido». Y sobre todo, señala una dirección más comprometida de este seguimiento: «éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado». Antes había sacado la conclusión más lógica: si él ama a los discípulos, estos deben permanecer en su amor, deben corresponderle amándole. Ahora aparece otra conclusión más difícil: deben amarse unos a otros.

No es un amor cualquiera el que encomienda. Se pone a sí mismo como modelo. Y él se ha entregado por los demás, a lo largo de su vida, y lo va a hacer más plenamente muy pronto: «nadie tiene amor más grande que el que la vida por sus amigos».

b) «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado». La palabra de Jesús no necesita muchas explicaciones. El fruto de la Pascua que aquí se nos propone es el amor fraterno. Un amor que ciertamente no es fácil. Como no lo fue el amor de Jesús a los suyos, por los que, después de haber entregado sus mejores energías, ofrece su vida. Es el amor concreto, sacrificado, del que se entrega: el de Cristo, el de los padres que se sacrifican por los hijos, el dei amigo que ayuda al amigo aunque sea con incomodidad propia, el de tantas personas que saben buscar el bien de los demás por encima del propio, aunque sea con esfuerzo y renuncia.

En la vida comunitaria -y todos estamos de alguna manera sumergidos en relaciones con los demás- es éste el aspecto que más nos cuesta imitar de Cristo Jesús. Saber amar como lo ha hecho él, saliendo de nosotros mismos y amando no de palabra, sino de obra, con la comprensión, con la ayuda oportuna, con la palabra amable, con la tolerancia, con la donación gratuita de nosotros mismos.

Cuando vamos a comulgar, cada vez somos invitados a preparar nuestro encuentro con el Señor con un gesto de comunión fraterna: «daos fraternalmente la paz». No podemos decir «amén» a Cristo si no estamos dispuestos a decir «amén» al hermano que tenemos cerca, con el que vivimos, aunque tenga temperamento distinto o incluso insoportable. No podemos comulgar con Cristo si no estamos dispuestos a crecer en fraternidad con los demás.

El Cristo a quien comemos en la Eucaristía es el «Cuerpo entregado por», «la Sangre derramada por». La actitud de amor a los demás es consustancial con el sacramento que celebramos y recibimos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 114-116

jueves, 26 de mayo de 2011

“Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”

¡Amor y paz!

El breve texto del Evangelio nos habla hoy del amor y la alegría. Dios ama a Jesucristo y él nos ama a nosotros hasta el punto de dar su vida para salvarnos. Pero el amor que Dios nos expresa, a través de Jesucristo, debemos comunicarlo a nuestros hermanos, especialmente a los más sufridos y necesitados.

Asimismo, este amor es causa de alegría, una alegría que también debemos compartir con nuestros hermanos, sobre todo los solitarios, los excluidos de afecto, aquellos por los que se propone trabajar el Movimiento FRATRES.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este Jueves de la V Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 15, 9-11.
Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.  Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. 
Comentario

De la brevísima lectura del evangelio de San Juan, apenas tres versículos, debemos destacar dos realidades: el amor y la alegría. El amor que nos aquí un sentimiento o una pasión humanos, sino divinos. Es Dios quien ama a Jesucristo, es Jesucristo quien nos ama a nosotros y está dispuesto a entregar su vida para nuestra salvación; somos nosotros, invitados a permanecer en el amor de Cristo. Este amor de Dios, no es como nuestros frágiles amores humanos; es eterno, irrevocable, inextinguible. Podemos nosotros dejar de amar a Dios porque nos extraviemos yéndonos detrás de cualquier ídolo, pero Dios no dejará de amarnos jamás. Su amor es tan irrevocable como la cruz de Cristo, como su sangre derramada injustamente, precisamente para demostrarnos este amor de Dios. Muchos seres humanos, hermanos nuestros, podrán dolerse de no haber sido nunca amados, de no haber recibido en la vida sino dolores y sufrimientos. A nosotros corresponde testimoniarles el amor de Dios, el amor de Cristo, hacérselo presente. Así guardamos o cumplimos los mandamientos de Cristo.

Este amor es causa de alegría, es fundamento de felicidad. Y Cristo quiere que esta felicidad llegue en nosotros a la plenitud. Mucho se nos ha acusado a los cristianos de vivir una fe triste, pesimista. Así pensaba el gran filósofo alemán Friedrich Nietzsche, que decía que no se nos veía cara de ser felices. Y así han pensado muchos otros. Sin embargo la mayoría de los santos cristianos han manifestado poseer una gran alegría, ser completamente felices, aún en las dificultades, persecuciones y tormentos a que se han visto sometidos. Porque el verdadero amor es la fuente de la felicidad, como lo habremos experimentado muchos de nosotros cuando hemos amado de verdad a alguien. Pues con mayor razón la experiencia del amor de Dios y de su Hijo Jesucristo debe ser en nosotros fuente de felicidad para compartir con los demás. Con los que se sienten solos, fracasados, abandonados. Con los enfermos y los desahuciados, los que han sido rechazados por la sociedad, los encarcelados, los pobres... Tantos y tantos seres humanos que merecen ser algún día felices, experimentar el amor liberador de Dios.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).

miércoles, 25 de mayo de 2011

“Separados de mi, nada pueden hacer”

¡Amor y paz!

Los apóstoles vieron al Señor en su gloria cuando fue transfigurado en el monte Tabor. Pero, más tarde, en el momento de la pasión, llenos de miedo, se dieron a la fuga. En realidad somos muy frágiles. Nuestra fe decae fácilmente, ante la más mínima prueba. Por eso, debemos permanecer siempre unidos a Jesús. No sólo en los momentos de dificultad, sino siempre.

Los invito, hermanos,  leer y meditar el Evangelio, en este Miércoles de la V Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 15,1-8.
Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.  El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.
Lectura

Jesucristo nos presenta la alegoría de la vid para explicarnos hasta qué punto le necesitamos a Él como alma de nuestra vida. El sarmiento que no está unido a la vid no puede dar fruto. Se seca. Hay que cortarlo. De igual modo nosotros si no estamos unidos a Jesucristo, tampoco podemos dar fruto. Nuestro fruto consiste en haber descubierto el verdadero sentido de la vida. Nuestro fruto significa ser personas que viven con serenidad, esperanza, alegría, fortaleza en medio de las dificultades. Personas capaces de ayudar a los demás, sostenerlos, darles seguridad porque nuestros cimientos están plantados sobre roca. Para vivir así necesitamos de Cristo. Y nos unimos a Él como el sarmiento a la vid por medio de la vida de gracia: la Eucaristía, la oración, la lectura y reflexión de la Palabra de Dios. 

Meditación

Jesús, enséñame a vivir de ti. Enséñame a beber de tu agua como el sarmiento bebe de la vid. Tú nos has dicho que quien beba del agua que Tú le des, no tendrá jamás sed. Jesús, siento dentro de mí una gran sed de vida eterna. Sed de algo que no pase, de algo seguro. Sed de saber que mi vida vale la pena aunque muchas veces no sean las cosas como yo las había soñado. Tengo necesidad de descansar en ti.

Aumenta mi fe en tu Eucaristía. Es la Vid con la que me alimentas. Ahí me das tu Cuerpo y tu Sangre. Tu amistad, tu compañía, tu comprensión, tu intimidad. Cuando te recibo en mi corazón, me unes a ti como el sarmiento al tronco de la Vid. Me haces una sola cosa contigo. Tú eres Dios. Tú lo sabes todo. Tú lo puedes todo. Ahí estoy seguro y no tengo miedo. Y si veo que me podas, que alguna vez me exiges y pides más de mí, enséñame a descubrir tu mano de buen Labrador. Lo que quieres es que dé más fruto.

Oración

Señor mío, no permitas que nunca me separe de Ti. Por duros que sean algunos momentos, quiero estar unido a Ti y vivir confiando siempre en Tu amor.

Acción 

Haré un momento de oración cada día para sacar de Dios la fuerza necesaria para ser mejor.

Meditaciones publicadas por cortesía del “Misal-Meditación”

martes, 24 de mayo de 2011

“Les doy mi paz… ¡No se inquieten ni teman!”

¡Amor y paz!

Finalmente puedo reanudar la actualización diaria de este blog con el Evangelio del día, el mismo que se proclama y medita en las eucaristías que se celebran cotidianamente, según la liturgia católica.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la V Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 14,27-31. 
 Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí.
Comentario
    Príncipe de la paz, Jesús resucitado, mira con benevolencia a la humanidad entera. Sólo de Tï, espera ayuda y socorro. Como en tiempos de tu vida terrena, siempre prefieres a los pequeños, los humildes, los que sufren. Siempre vas buscando a los pecadores. Haces que todos te invoquen y te encuentran, para que tengan en Ti el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). Concédenos tu paz, cordero inmolado por nuestra salvación (Ap 5,6); (Jn 1,29): "¡Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz!"

  He aquí, Jesús, nuestra oración: aleja del corazón de los hombres todo aquello que pueda comprometer su paz, confírmales en verdad, la justicia y el amor fraterno. Ilumina a los dirigentes; que sus esfuerzos por el bienestar de los pueblos, estén unidos en el esfuerzo para asegurar la paz. Enciende el deseo de todos para derribar las barreras que nos dividen,  con el fin de fortalecer los vínculos de la caridad. Enciende la voluntad de todos para que estemos dispuestos a comprender, compartir y perdonar,  con el fin de que todos estemos unidos en tu nombre y que triunfe en los corazones, las familias, el mundo entero, la paz, tu paz.

Beato Juan XXIII (1881-1963), Papa
Discursos, volumen V, p. 210
©Evangelizo.org 2001-2010

lunes, 23 de mayo de 2011

Ofrezco disculpas....

¡Amor y paz!

Daños en el servicio de internet que me provee Telefónica han impedido que actualice el blog en los últimos cuatro días. Sigo esperando a que los de ese operador arreglen el daño.

Espero que vuelvan a consultar el blog, tan pronto como Telefónica haga el respectivo servicio técnico.

Dios los bendiga...

Luis Felipe Salamanca C.

viernes, 20 de mayo de 2011

"No se inquieten; crean en Dios y también en mi”

¡Amor y paz!

Estamos en pleno discurso de la última cena. Después de lavar los pies a los discípulos, Jesús ha anunciado su muerte, con la traición de Judas y las negaciones de Pedro. Estos anuncios han creado un clima de tristeza, de tal manera que el Señor los invita a no temer y les anuncia que estarán definitivamente juntos con Él, para lo cual deben permanecer firmes en la fe.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la IV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 14,1-6.
"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo:  Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. 
Comentario

Los capítulos 13 al 17 constituyen en el evangelio de San Juan lo que se suele llamar “Discursos de despedida”. El evangelista ha puesto en boca de Jesús una serie de discursos que semejan su testamento, así como en el AT los patriarcas y los grandes personajes al morir se despedían de su familia, haciéndole recomendaciones y anunciándole aquellas cosas que Dios les concedía conocer anticipadamente (por ejemplo Jacob: Gn 49, 1-28; José: 50, 24-25; Moisés: Dt 33, aunque todo el libro puede considerarse como sus testamento; David: 1Re 2, 1-9; etc.), así Jesús se despide de sus discípulos, los prepara para enfrentar su ausencia, les revela el sentido de lo que le va a sobrevenir: la muerte ignominiosa de la cruz. También les anuncia su glorificación ya próxima y la venida del Espíritu Santo. No faltan las recomendaciones e incluso el mandamiento: el de amarse los unos a los otros. Las lecturas del evangelio de san Juan que hacemos a partir de hoy, corresponden a esta sección de su obra.

En el pasaje que hoy hemos leído los primeros versículos del capítulo 14. Jesús promete a sus discípulos que, a pesar de la separación que se avecina, estarán definitivamente juntos con su maestro. Por eso deben permanecer firmes en la fe en Dios y en la fe en Cristo, sin que les tiemble el corazón. La imagen de la casa paterna donde se reúnen los hijos les es presentada por Jesús como imagen de esa vida de entrañable unión que les promete. Una casa paterna con muchas moradas, donde hay sitio holgado para todos. El camino que conduce a esta casa ya les es conocido a los discípulos, a pesar de la desconcertada pregunta de Tomás. El camino es Jesús y Dios Padre nos ha querido mostrar ese camino, nos ha puesto en él, para que lleguemos más seguramente a su regazo amoroso.

Aquí podríamos evocar la canción de los muchachos exploradores: “no es más que un hasta luego, no es más que un triste adiós, muy pronto junto al fuego nos reunirá el Señor”. Jesús consuela a sus discípulos por su próxima ausencia que, según las medidas de Dios, será una breve ausencia, e incluso estará colmada por la presencia confortante del Espíritu.

Esas palabras de Jesús también son para nosotros, hoy. También nosotros erramos muchas veces el camino y preguntamos, desconcertados, por dónde se va a la casa paterna. También a nosotros nos parece, a veces, que Jesús esta ausente. Cuando experimentamos las dificultades de ser cristianos, de permanecer fieles al Evangelio. Y a veces experimentamos también la confusión del mundo, de tantas verdades contradictorias y efímeras. Y la muerte es nuestra experiencia cotidiana: la de los pobres y oprimidos, la muerte de tantos seres humanos a causa de la guerra, las muertes absurdas, tempranas, accidentales. Nuestra propia muerte que se nos aparece como la meta ineludible, casi siempre temida e indeseada. Las palabras de Jesús deben sernos luz y esperanza: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

jueves, 19 de mayo de 2011

Jesús nos enseña la verdadera humildad

¡Amor y paz!

A partir de hoy, y hasta el final de la Pascua, leemos los capítulos que Juan dedica a la última Cena de Jesús con sus discípulos. El pasaje de hoy nos hace reflexionar en torno al ejemplo de amor, humildad y servicio que el Señor nos ha dado a partir del lavatorio de los pies.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la IV Semana de Pascua.

Dios os bendiga…

Evangelio según San Juan 13,16-20. 
Después que Jesús lavó los pies a sus discípulos les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado. 
Comentario

El seguimiento de Jesús, implica, como lo hemos venido viendo, el poner en práctica su palabra. En este pasaje Jesús acaba de darles la mayor muestra de humildad y de servicio al lavarle los pies a sus discípulos. La invitación es a entender el signo y a ponerlo en práctica. Se trata de entender que la verdadera felicidad se encuentra en el servicio a los demás y la humildad, en no pensar que uno es mayor que los otros a pesar de nuestro puesto (sea en la casa, en la oficina, en el gobierno). Hemos sido llamados a imitar a Jesús, que siendo Dios no retiene para sí ese título y se hace uno de nosotros; que siendo el Señor se hace siervo; que siendo maestro, se hace discípulo del Padre. Si entendemos esto y lo ponemos en práctica seremos dichosos.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro

miércoles, 18 de mayo de 2011

«El que crea en mí no permanecerá en tinieblas»

¡Amor y paz!

El Evangelio que la Iglesia nos propone meditar hoy nos hace ver que Jesús es luz. La que nos viene tantas veces a través de la Palabra que aquí leemos, aunque a veces nos negamos a seguir. Reconocer a Jesús como ‘luz’ hace que reflexionemos también si a través de nuestra conducta somos hijos de la luz o de la oscuridad. Como dice San Juan,  «quien ama a su hermano permanece en la luz» (I Jn 2,10). De tal manera, andar en las tinieblas implica encerrarnos en nuestro egoísmo y no amar. Por eso es tan importante entender las palabras de Jesús hoy:  “Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas».

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la IV Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 12,44-50.
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió.  Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó". 
Comentario

Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para «salvar al mundo» (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del «Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar» (Jn 12,49).

Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito Juan Pablo II, «Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’». En las siguientes horas, se hace patente el estrecho diálogo del Hijo con el Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

La importancia de esta obra del Padre y de su enviado, se merece la respuesta personal de quien escucha. Esta respuesta es el creer, es decir, la fe (cf. Jn 12,44); fe que nos da —por el mismo Jesús— la luz para no seguir en tinieblas. Por el contrario, el que rechaza todos estos dones y manifestaciones, y no guarda esas palabras «ya tiene quien le juzgue: la Palabra» (Jn 12,48).

Aceptar a Jesús, entonces, es creer, ver, escuchar al Padre, significa no estar en tinieblas, obedecer el mandato de vida eterna. Bien nos viene la amonestación de san Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».

Rev. P. Julio César Ramos SBD (Salta, Argentina)

martes, 17 de mayo de 2011

«Yo y el Padre somos uno»

¡Amor y paz!

En el evangelio, Jesús se revela hoy no sólo como la puerta y el pastor, no sólo está mostrando ser el enviado de Dios por las obras que hace. Su relación con el Padre, con Dios, es de una misteriosa identificación: “Yo y el Padre somos uno”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la  IV Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 10,22-30.
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno,  y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente". Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí,  pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".
Comentario

Hoy vemos a Jesús que se «paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón» (Jn 10,23), durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los judíos le piden: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les contesta: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis» (Jn 10,24.25).

Sólo la fe capacita al hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de Dios.

Pero, aunque Dios quiere que todo el mundo crea y se salve, sólo los hombres humildes están capacitados para acoger este don. «Con los humildes está la sabiduría», se lee en el libro de los Proverbios (11,2). La verdadera sabiduría del hombre consiste en fiarse de Dios.

Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».

Jesús les dice que si no creen, al menos crean por las obras que hace, que manifiestan el poder de Dios: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» (Jn 10,25).

Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al trato con Jesús en la oración. ¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo, que sabemos que nos ama y nos lleva al Padre? El resultado y premio de esta intimidad con Jesús en esta vida, es la vida eterna, como hemos leído en el Evangelio. 

Rev. D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)
www.mercaba.org

lunes, 16 de mayo de 2011

Jesús nos conoce, pero ¿lo conocemos a Él?

¡Amor y paz!

Continuamos hoy leyendo el capítulo 10º. del Evangelio según san Juan, dedicado al tema del Buen Pastor. Ayer destacamos cómo Jesús es la ‘puerta’, la única vía de acceso al Padre; hoy, que Él da la vida por sus ovejas. Ante los malos pastores, el Señor se presenta a sí mismo como el Pastor legítimo, que conoce a cada una de sus ovejas y camina delante de ellas. Sin embargo, ¿qué tanto conocemos a Jesús?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la IV Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 10,11-18. 
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre". 
Comentario

En la lectura evangélica continuamos escuchando el discurso del Buen Pastor que ayer domingo habíamos empezado. Dos temas muy sugerentes podemos destacar. En primer lugar el del conocimiento mutuo: el pastor conoce a sus ovejas y las ovejas reconocen la voz del pastor, no la de los asalariados. Cristo nos conoce. Conoce nuestra naturaleza frágil de seres pecadores que Él quiso compartir hasta la tentación. Conoce los sufrimientos de nuestra vida de trabajo, esfuerzo, lucha contra la pobreza, la discriminación y la injusticia del mundo. Él también padeció los males de los gobiernos tiránicos y las consecuencias de la desigualdad de oportunidades.

En fin, Él fue un ser humano como cualquiera de nosotros. Pero nos conoce además con el conocimiento divino del amor creador y misericordioso del Padre pues, Él conoce al Padre y el Padre lo conoce a Él. Se trata de un conocimiento amoroso, no el que dan las frías estadísticas, ni los extensos tratados científicos o filosóficos. Es el conocimiento de la convivencia y del amor, como el del pastor por las ovejas.

Y nosotros ¿conocemos a Cristo, al Buen Pastor de nuestras vidas? Tal vez sabemos mucho de los evangelios y hasta habremos hecho cursos de Biblia. Pero no se trata solamente de saber datos acerca de Jesús. Hemos de conocerlo como Él nos conoce a nosotros, con un conocimiento moroso que sea el fruto de la intimidad y de la entrega, del compromiso y del seguimiento solícito. Para que podamos darlo a conocer con fervor a quienes lo buscan entre tinieblas.

El segundo tema a resaltar en la lectura es el de las ovejas de Cristo que no son de este redil, de nuestro círculo inmediato, nuestra comunidad, nuestra iglesia. Son los hermanos separados, los hombres y mujeres de buena voluntad, de cualquier religión que sean, o de ninguna. Cristo quiere ser el Pastor de todos aquellos por quienes, libre y conscientemente, como dice hoy el final del discurso, ha dado la vida. Para que no haya sino un solo rebaño conducido por un solo pastor.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)