¡Amor y paz!
Al bajar Jesús de la
montaña, donde había elegido a los doce apóstoles, empieza en Lucas lo que los
autores llaman "el sermón de la llanura" (Lc 6,20-49), que leeremos
desde hoy al sábado, y que recoge diversas enseñanzas de Jesús, como había
hecho Mateo en el "sermón de la montaña".
Nótese que Jesús se refiere concretamente a sus discípulos, no a la multitud: "...Fijando la mirada en sus discípulos, dijo: ¡Felices ustedes, los pobres...".
Los invito, a leer y
meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXIII Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga...
Evangelio según San Lucas 6,20-26.
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Comentario
Lucas y Mateo comienzan sus
sermones con las bienaventuranzas. Las de Lucas son distintas. En Mateo eran
ocho, mientras que aquí son cuatro bienaventuranzas y cuatro que podemos llamar
malaventuranzas o lamentaciones. En Mateo están en tercera persona ("de
ellos es el Reino"), mientras que aquí en segunda: "vuestro es el
Reino").
Jesús llama "felices
y dichosos" a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre,
los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. Pero se lamenta y
dedica su "ay" a otras cuatro clases de personas: los ricos, los que
están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo.
Se trata, por tanto, de
cuatro antítesis. Como las que pone Lucas en labios de María de Nazaret en su
Magníficat: Dios derriba a los potentados y enaltece a los humildes, a los
hambrientos los sacia y a los ricos los despide vacíos. Es como el desarrollo
de lo que había anunciado Jesús en su primera homilía de Nazaret: Dios le ha
enviado a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos.
Nos sorprende siempre esta
lista de bienaventuranzas. ¿Cómo se puede llamar dichosos a los que lloran o a
los pobres o a los perseguidos? La enseñanza de Jesús es paradójica. No va
según nuestros gustos y según los criterios de este mundo. En nuestra sociedad
se felicita a los ricos y a los que tienen éxito y a los que gozan de salud y a
los que son aplaudidos por todos.
En estas ocasiones es
cuando recordamos que ser cristianos no es fácil, que no consiste sólo en estar
bautizados o hacer unos rezos o llevar unos distintivos. Sino en creer a Jesús
y fiarse de lo que nos enseña y en seguir sus criterios de vida, aunque nos
parezcan difíciles. Seguro que él está señalando una felicidad más definitiva
que las pasajeras que nos puede ofrecer este mundo.
Es la verdadera sabiduría,
el auténtico camino de la felicidad y de la libertad. La del salmo 1:
"Dichoso el que no sigue el consejo de los impíos: es como un árbol
plantado junto a corrientes de agua... No así los impíos, no así, que son como
paja que se lleva el viento". O como la de Jeremías: "Maldito aquél
que se fía de los hombres y aparta de Yahvé su corazón... Bendito aquél que se
fía de Yahvé y a la orilla de la corriente echa sus raíces" (Jr 1 7,5-6).
O como la de la parábola del pobre y del rico: ¿quién es feliz en definitiva,
el pobre Lázaro a quien nadie hacía caso, o el rico Epulón que fue a parar al
fuego del castigo? Jesús llama felices a los que están vacíos de sí mismos y
abiertos a Dios, y se lamenta de los autosuficientes y satisfechos, porque se
están engañando: los éxitos inmediatos no les van a traer la felicidad verdadera.
¿Estamos en la lista de
bienaventurados de Jesús, o nos empeñamos en seguir en la lista de este mundo?
Si no encontramos la felicidad, ¿no será porque la estamos buscando donde no
está, en las cosas aparentes y superficiales?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 47-51
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 47-51