¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 13ª. Semana del
tiempo ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Mateo 8,23-27.
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: « ¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!» Él les dijo: « ¡Cobardes! ¡Qué poca fe!» Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: "¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!"
Comentario
a) De hoy al jueves leemos
otra serie de milagros de Jesús: hoy, el de la
tempestad calmada.
En el lago de Genesaret se
forman con frecuencia grandes temporales (la palabra griega «seismós megas»
apunta a un «gran seísmo», a un maremoto). Los apóstoles quedaron
aterrorizados, a pesar de estar avezados en su oficio de pescadores.
Despiertan a Jesús, que sigue
dormido -debe tener un gran cansancio, un sueño profundo y una salud de hierro-
con una oración bien espontánea: «Señor, sálvanos, que nos hundimos». Y quedan
admirados del poder de Jesús, que calma con su potente palabra la tempestad: «
¿quién es éste? hasta el viento y el agua le obedecen».
b) Seguir a Jesús no es
fácil, nos decía él mismo ayer. Hoy, el evangelio afirma brevemente que cuando
él subió a la barca, «sus discípulos lo siguieron»; pero eso no les libra de
que, algunas veces en su vida, haya tempestades y sustos.
También en la de la Iglesia,
que, como la barca de los apóstoles, ha sufrido, en sus dos mil años de
existencia, perturbaciones de todo tipo, y que no pocas veces parece que va a
la deriva o amenaza naufragio.
También en nuestra vida particular
hay temporadas en que nos flaquean las fuerzas, las aguas bajan agitadas y todo
parece llevarnos a la ruina.
¿Mereceríamos alguna vez el
reproche de Jesús: «cobardes, ¡qué poca fe tenéis!»?
Cuando sabemos que Cristo
está en la barca de la Iglesia y en la nuestra; cuando él mismo nos ha dicho
que nos da su Espíritu para que, con su fuerza, podamos dar testimonio en el
mundo; cuando tenemos la Eucaristía, la mejor ayuda para nuestro camino, ¿cómo
podemos pecar de cobardía o de falta de confianza?
Es verdad que también ahora,
a veces, parece que Jesús duerme, sin importarle que nos hundamos. Llegamos a
preguntarnos por qué no interviene, por qué está callado. Es lógico que brote
de lo más íntimo de nuestro ser la oración de los discípulos: «sálvanos, que
nos hundimos».
La oración nos debe
reconducir a la confianza en Dios, que triunfará definitivamente en la lucha
contra el mal. Y una y otra vez sucederá que «Jesús se puso en pie, increpó a
los vientos y al lago, y vino una gran calma».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 92-96
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 92-96