lunes, 13 de diciembre de 2010

Controversia sobre la autoridad de Jesús

¡Amor y paz!

Las autoridades religiosas de Israel cuestionan hoy la autoridad de Jesús. En otra ocasión, sin embargo, los testigos exteriorizaron su admiración porque “Su palabra estaba llena de autoridad” (Lc 4, 32). Aunque en el episodio de hoy, Jesús se abstiene de responderlo, sabemos que está íntimamente unido al Padre; que habla por Él; es la Palabra encarnada. Sin esa Palabra no hubiéramos conocido al Padre, porque «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo» (Mt 11, 27).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 3ª. Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 21,23-27. 

Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si respondemos: 'Del cielo', él nos dirá: 'Entonces, ¿por qué no creyeron en él?'. Y si decimos: 'De los hombres', debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta". Por eso respondieron a Jesús: "No sabemos". El, por su parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto". 

Comentario

En el marco de la cercana Navidad, la liturgia presenta una controversia en torno a la autoridad de Jesús. La importancia de la cuestión se subraya mediante la indicación del ámbito solemne del lugar en que se plantea: el Templo.

Quienes proponen la cuestión son los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo, es decir, la aristocracia sacerdotal unida a la aristocracia laical. Detentores del poder religioso y económico en tiempo de Jesús, se sienten amenazados y preguntan sobre la autoridad de Jesús y sobre su origen.

En su mente se sienten los depositarios del poder de Dios y cuestionan la actuación de Jesús, colocada al margen e independientemente de la propia. De esa forma, sitúan la defensa de sus propios intereses sociales y de clase por encima de los auténticos intereses de Dios y de la justicia del Reino.

Jesús responde con otra pregunta que gira en torno al origen de la autoridad de Juan. Este también se había situado al margen del poder religioso de sumos sacerdotes y senadores del pueblo. Su bautismo, ejercicio de esa autoridad, se efectuaba en la denuncia del poder institucional de los que formulaban la primera pregunta.

Ante esa contrapregunta, los interlocutores de Jesús se encuentran en un callejón sin salida. El temor de la gente les impide considerar la autoridad de Juan originada en la voluntad humana, la propia reacción ante el Bautista les imposibilita colocar su fuente en la voluntad divina.

Su negativa a dar respuesta pone en claridad dos realidades: primeramente, su mala fe, porque actúan movidos por sus mezquinos intereses y, en segundo lugar, que no han llegado ni siquiera al nivel de comprensión de la gente que en Juan, ha reconocido la presencia de "un profeta" (v.25).

Ligando la actuación de Dios a su propia actuación, se han vuelto incapaces de comprender el designio salvador de Dios a través de sus profetas. Su incapacidad de dar una respuesta al origen de la autoridad del Bautista cierra sus corazones a la aceptación a los signos de Dios realizados por Jesús.

Jesús se inscribe en la prolongación de la larga historia de la Palabra divina, manifestada a lo largo de las vicisitudes de Israel. Como la dirigencia del pasado, sumos sacerdotes y senadores del pueblo no han querido aceptar la Palabra profética de Juan. Por ello, tampoco pueden comprender el sentido de la actuación de Jesús que es el cumplimiento definitivo de supervivencia de la Palabra divina en medio del rechazo egoísta de la dirigencia israelita.

El texto presenta, de este modo, la necesidad de no dejar que los propios intereses nos lleven al rechazo de la Palabra. La identificación de nuestros intereses con los intereses divinos nace de un corazón egoísta que buscando manipular a Dios, impide el reconocimiento de su señorío sobre la propia vida y sobre la vida de los demás.

Frecuentemente, la defensa de los propios privilegios es el principal obstáculo que impide la posibilidad de la apertura a la gracia y a la libertad divina. Esa actitud impide plantear correctamente la pregunta sobre el obrar divino y hace inútil cualquier tipo de respuesta. La respuesta está ya dada en la presencia definitiva de Dios a través de Jesús y su mensaje.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).