¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 7ª semana del
Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Marcos 9,38-40.
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros." Jesús respondió: "No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro."
Comentario
a) Jesús sigue educando a
los suyos. Esta vez les enseña que no tienen que ser personas celosas ni caer
en la tentación del monopolio de nada.
Ante la acusación de Juan de
que hay un exorcista que no es del grupo, o sea, que echa demonios en nombre de
Jesús, pero «no es de los nuestros», Jesús reacciona con una magnifica amplitud
de miras: «No se lo impidáis... el que no está contra nosotros está a favor
nuestro». Y más si, en nombre de Jesús, hace milagros.
Los apóstoles pecaban muchas
veces de impaciencia y de celos. Querían arrancar la cizaña del campo. Deseaban
que lloviera fuego del cielo porque en un pueblo no les habían querido acoger.
Jesús tenía siempre mucha más paciencia y un corazón mucho más generoso.
b) Es otra de las
tentaciones de «los buenos»: acaparar a Dios, monopolizar sus dones y sus bienes,
sentir celos de que otros hagan cosas buenas que no se les habían encomendado
oficialmente. Que puedan surgir en la comunidad movimientos e ideas que no
teníamos controlados.
Es un caso muy parecido a lo
que cuenta el libro de los Números. En aquella ocasión fue Josué, discípulo
fiel de Moisés, el que se quejó a éste de que dos ancianos, Eldad y Medad, no
habían acudido a la reunión constituyente del grupo de los setenta, en la que
los demás recibieron el espíritu y la misión de colaboradores de Moisés, y sin
embargo estaban actuando como profetas. También entonces Moisés reaccionó
magnánimamente: «¿Es que estás celoso?
Quién me diera que todo el pueblo
profetizara porque Yahvé les daba su espíritu!» (Nm 11,29).
¿Se nos puede achacar
también a nosotros que somos demasiado celosos de nuestros derechos, derechos
de monopolio que tal vez nadie nos ha dado? Eso puede pasar entre sacerdotes y
laicos, entre mayores y jóvenes, entre hombres y mujeres, entre miembros de una
comunidad, entre la comunidad grande y los movimientos o grupos más pequeños.
Aparte la misión encomendada
en la Iglesia, por ejemplo, a los ministros ordenados o a los pastores
responsables, ¿no exageramos a veces nuestra tendencia a acaparar la verdad o
el poder o la razón? ¿no tendríamos que dejar más espacio a la
corresponsabilidad de otros y no monopolizar territorios como posesión nuestra?
No somos los únicos buenos.
No somos dueños del Espíritu. Deberíamos saber aceptar la parte de razón de los
demás, reconocer sus valores, admitir que también otros actúan al menos tan
inteligentemente como nosotros y con la misma buena voluntad, y alegrarnos de
sus éxitos. Si otros han logrado expulsar demonios, ¿no debería eso llenarnos
de alegría?
Porque no se trata de que el
bien lo hagamos nosotros, para que nos aplaudan, sino que el bien se haga, sea
quien sea quien lo haga, y que este mundo se vea liberado de sus demonios y
opresiones. Y aplaudir nosotros, si han sido otros los que lo han conseguido.
Pablo, escribiendo desde la
cárcel a los Filipenses (1,18) reconoce que hay personas que están predicando a
Cristo, unas por rivalidad y otras con buena voluntad. Y él se alegra de que el
mundo vaya conociendo a Cristo: « ¿y qué? al fin y al cabo, por hipocresía o
sinceramente, Cristo es anunciado y esto me alegra y seguirá alegrándome». Es
la actitud que Cristo nos enseña hoy.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 192-196
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 192-196