¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este martes de la 4ª
semana del tiempo ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: MARCOS
5,21-43
Lectio:
Martes, 5 febrero,
2019
Tiempo ordinario
1) Oración inicial
Señor: concédenos amarte
con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, también, a todos los
hombres. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según
Marcos 5,21-43
Jesús pasó de nuevo en la
barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la
orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al
verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto
de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.» Y se fue
con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ¿Quién me ha tocado?'» Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.»
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús, que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe.» Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.» Y se burlaban de él. Pero él, después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.» La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ¿Quién me ha tocado?'» Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.»
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús, que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe.» Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.» Y se burlaban de él. Pero él, después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.» La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.
3) Reflexión
• En el evangelio de hoy
vamos a meditar sobre dos milagros de Jesús a favor de dos mujeres. El primero,
a favor de una mujer considerada impura por causa de una hemorragia que le
duraba desde hacía doce años. El otro milagro, a favor de una niña de doce años,
que acababa de morir. Según la mentalidad de la época, cualquier persona que
tocara la sangre o el cadáver era considerada impura. ¡Sangre y muerte eran
factores de exclusión! Por esto, aquellas dos mujeres eran personas marginadas,
excluidas de la participación en comunidad.
• El punto de
partida. Jesús llega en barca. La multitud se reúne a su alrededor.
Jairo, el jefe de la sinagoga, le pide por su hija que se está muriendo. Jesús
va con él y la multitud lo acompaña, apretándole por todos los lados. Este es
el punto de partida de las dos curaciones que siguen: la curación de la mujer y
la resurrección de la niña de doce años.
• La situación de
la mujer. ¡Doce años de hemorragia! Por esto, vivía excluida, pues en
aquel tiempo, la sangre volvía impura a la persona, y quien la tocara quedaba
impuro/a también. Marcos informa que la mujer había gastado todos sus haberes
con los médicos. En vez de estar mejor, estaba peor. ¡Situación sin
solución!
• La actitud de la
mujer. Oyó hablar de Jesús. Nació una nueva esperanza. Se dijo a sí
misma: “Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.” El catecismo
de la época mandaba decir: “Si se toca su ropa, se quedará impuro”. ¡La mujer
piensa exactamente lo contrario! Señal que las mujeres no concordaban con todo
lo que las autoridades religiosas enseñaban. La mujer se puso en medio de la
multitud y, de forma desapercibida, tocó Jesús, pues todo el mundo lo apretaba
y lo tocaba. En ese mismo instante ella sintió en el cuerpo que había sido
curada.
• La reacción de
Jesús y de los discípulos. Jesús se había dado cuenta que una fuerza
había salido de él y preguntó: “¿Quién me ha tocado?” Los
discípulos reaccionaron: “Estás viendo que la gente te oprime y preguntas:
¿Quién me ha tocado?” Aquí aparece el desencuentro entre Jesús y sus
discípulos. Jesús tenía una sensibilidad que no era percibida por los
discípulos. Estos reaccionan como todo el mundo y no entienden la reacción
diferente de Jesús. Pero Jesús no presta atención y sigue indagando.
• La cura por la
fe. La mujer percibió que había sido descubierta. Fue un momento
difícil y peligroso. Pues, según la creencia de la época, una persona impura
que, como aquella mujer, se metía en medio de una multitud, contaminaba a todo
el mundo a través del toque. Y hacía que todos se volvieran impuros ante Dios
(Lev 15,19-30). Por esto, como castigo, podría ser apedreada. Pero la mujer
tuvo el valor de asumir lo que hacía. “Atemorizada y temblorosa” cayó
a los pies de Jesús y contó toda su verdad. Jesús dice la palabra final: “Hija,
tu fe te ha salvado e te ha salvado; ¡vete en paz y queda curada de tu
enfermedad!” (a) “Hija”, con esta palabra Jesús acoge a la mujer en la nueva
familia, en la comunidad, que se formaba a su alrededor. (b) Aquello que
ella pensaba aconteció de hecho. (c) Jesús reconoce que sin la
fe de aquella mujer, él no hubiera podido hacer el milagro.
• La noticia de la
muerte de la niña. En este momento el personal de la casa de Jairo
informa que la niña había muerto. No hacía falta ya molestarle a Jesús. Para
ellos, la muerte era la gran barrera. ¡Jesús no conseguirá ir más allá de la
muerte! Jesús escucha, mira hacia Jairo y aplica lo que acababa de presenciar,
a saber que la fe es capaz de realizar lo que persona cree. Y dice: “No
temas. ¡Solamente ten fe!”
• En casa de
Jairo. Jesús solo permite a tres discípulos el que vayan con él.
Viendo el alboroto de los que lloran por la muerte de la niña, dice: “La niña
no ha muerto. ¡Está dormida!” La gente se rió. La gente sabe distinguir cuando
una persona está dormida o cuando está muerta. Es la risa de Abrahán y de Sara,
es decir, de los que no consiguen creer que para Dios nada es imposible (Gén
17,17; 18,12-14; Lc 1,37). También para ellos, la muerte era una barrera que
nadie podía superar. Las palabras de Jesús tienen un significado más profundo.
La situación de las comunidades perseguidas del tiempo de Marcos parecía una
situación de muerte. Ellas tenían que oír: “¡No es muerte! ¡Ustedes están
dormidos! ¡Despiértense!” Jesús no da importancia a la risa y entra en la
habitación donde está la niña, solamente él, los tres discípulos y los padres
de la niña.
• La resurrección
de la niña. Jesús toma la niña por la mano y dice: “Talitá kum!” Ella
se levanta. ¡Gran alboroto! Jesús conserva la calma y pide que le den de comer.
Las dos mujeres son curadas. ¡Una tenía doce años, la otra llevaba doce años
teniendo hemorragia y doce años padeciendo exclusión! A los doce años comienza
la exclusión de la muchacha, pues empieza la menstruación, ¡empieza a morir!
Jesús tiene un poder mayor y la resucita: “¡Levántate!”
4) Para la reflexión
personal
• ¿Cuál es el punto de
este texto que más te ha gustado o el que más te ha llamado la atención? ¿Por
qué?
• Una mujer fue curada e
reintegrada en la convivencia de la comunidad. Una muchacha fue levantada de su
lecho de muerte. ¿Qué nos enseña esta acción de Jesús para nuestra vida en
familia y en comunidad, hoy?
5) Oración final
Tú inspiras mi alabanza en
plena asamblea,
cumpliré mis votos ante sus fieles.
Los pobres comerán, hartos quedarán,
los que buscan al Señor lo alabarán:
«¡Viva por siempre vuestro corazón!». (Sal 22,26-27)
cumpliré mis votos ante sus fieles.
Los pobres comerán, hartos quedarán,
los que buscan al Señor lo alabarán:
«¡Viva por siempre vuestro corazón!». (Sal 22,26-27)
Orden de los Carmelitas