¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este martes de la 18ª semana del Tiempo Ordinario.
Se celebra hoy la fiesta de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de
los Predicadores, y seguiremos los textos de esta celebración.
Dios nos bendice...
Primera
Lectura
Lectura del libro de
Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre
los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva,
que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías
gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo,
rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las
naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Salmo
Sal 95, 1-2. 3. 7-8a.
10
R/. Contad a todos los
pueblos las maravillas del Señor.
Cantad al Señor un cántico
nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.
Contad a los pueblos su
gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Familias de los pueblos,
aclamad al Señor
aclamad la gloria y el poder del Señor
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.
aclamad la gloria y el poder del Señor
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.
Decid a los pueblos: «El
Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
Segunda
Lectura
De la segunda carta del
apóstol san Pablo a Timoteo 4, 1-8
Querido hermano:
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.
Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.
Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.
Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.
Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
Evangelio de
hoy
Lectura del santo
evangelio según san Mateo 5, 13-19
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: -«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se
vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la
pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad
puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla
debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los
de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas
obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos».
No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos».
Comentario
Palabra contemplada
que es fuente de libertad
La Buena Nueva no puede
ser razón para la tristeza, para la violencia, para la muerte. La Buena Nueva
es Palabra contemplada, para la libertad, la justicia, la misericordia… Y más
en un mundo, hoy el nuestro, con tantos signos de humanidad y a la vez con tantos
signos de deshumanización.
En esta realidad somos
llamados, como Ntro. Padre Santo Domingo, para rescatar, recuperar, acercar,
liberar de la esclavitud de tantos “dioses” inventados que incapacitan,
explotan al débil, y defienden un sistema y una cultura que sólo beneficia a
unos pocos, que ignora a otros, que multiplica el sufrimiento y oscurece la
vida.
El texto de Isaías hace
referencia a un mundo plagado de violencia y muerte; los trabajadores del
reino tienen la gran tarea de ser también anunciadores y promotores de paz,
de justicia y de vida. ¿Cómo entenderlo? Sólo desde la libertad. La libertad
que brota y se hace patente en la Palabra. La libertad para amar, para
acompañar, para perdonar, para ayudar, para anunciar. La libertad que olvida
cualquier deseo de reciprocidad, no pasa factura. La libertad que hace más
coherente la predicación de la gracia. “Predicador de la gracia” (expresión
tomada del O lumen) como decimos de Ntro. Padre Santo Domingo. “… el Señor
consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén. El Señor desnuda su santo brazo a
la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria
de nuestro Dios” (Is 52,9-10). Dios no se oculta a nadie, “desnuda su brazo a
la vista de todas las naciones”. Dios nos hace partícipes de su gracia y
todos somos llamados, somos predicadores de la Buena Nueva, de la gracia.
Palabra encarnada y
anunciada como vida común
Palabra contemplada y
encarnada en la relación con Dios, con los demás, con uno mismo. Palabra
madurada en la vida con los hermanos. Palabra que brota de la vida común.
Santo Domingo quiso encomendar a la comunidad la predicación de la Palabra.
Así garantizar una permanencia de la predicación; el apoyo que significa
saber que detrás están los hermanos y hermanas de la comunidad; testimoniar,
a la vez, la eficacia del Evangelio vivido en comunidad y, sobre todo,
ayudarnos a escuchar las súplicas de la humanidad.
Pablo a Timoteo le
expresa la urgencia de anunciar la Palabra y el cómo hacerlo utilizando una
serie de imperativos que pueden ser necesarios, pero sobre todo han de ser
sanadores. Esta cualidad brota de un corazón compartido, de una vivencia
comunitaria, desde la comunidad.
El Espíritu actúa para
el bien común. No es posible entender el espíritu de la Palabra ni al Espíritu
desde la individualidad. Los cristianos podemos pecar de falta de fe, de ahí,
entre otras cosas, nuestra osadía de decirle a Dios lo que tiene que hacer.
La inmadurez de la fe ¿no puede ser consecuencia de la falta de sentido
comunitario? ¡Tenemos claro que somos una gran familia, la familia de los
hijos de Dios!
Este es nuestro desafío:
conseguir que cada uno y nuestras comunidades alcancemos y alcancen unos
niveles de experiencia de Dios, de experiencia de fe, que no se requiera
mucha palabrería porque “por sus obras los conoceréis” (Mt 7,16).
Palabra y palabras
que iluminan y dan sentido
Iluminar, no deslumbrar;
dar sentido, dar sabor, no ahogar la cualidad del otro. Palabra que se
sostiene y se hace viva en el respeto al otro, en el amor a los hermanos.
La Orden fundada por
Santo Domingo propone unas estructuras de funcionamiento flexibles y
democráticas; las constituciones son fundamento de liberación y no de
obligaciones. Todo esto se hace, se vive en comunidad; es un compromiso, no
es un deber; se hace realidad en el compartir que, a su vez, nos proporciona
conocimientos sobre nosotros, sobre los otros, y juntos podemos avanzar,
crecer, crear y creer.
Ser luz y sal en la
vida. Ser luz, facilitar y hacer posible que todos vean, puedan leer los signos,
gestos, acontecimientos de sus vidas porque ahí habla Dios; porque cada uno
desde su realidad descubre y se hace responsable de su tarea, de su vida.
Ser luz, con la
intensidad que marca el respeto, la consideración, el valor del otro; no
estamos para deslumbrar como haría un “ego” inmenso, como hace aquel que se
cree el centro del universo y que todo lo sabe.
Deslumbrar es provocar
ceguera. Ser sal, destacar, potenciar las cualidades del otro. Cuando
utilizamos a los demás para intereses particulares, los anulamos y lo que
conseguimos es el desprecio.
Si echamos mucha sal a
un alimento, el alimento ha perdido todo su sentido, ha sido anulado y la
expresión es: “¡aj, que salado!” La sal no ha quedado agraciada y reconocida,
todo lo contrario, porque no ha cumplido su función de destacar, potenciar el
alimento que acompaña…
Palabra y palabras que
iluminan y dan sentido, que acompañan y se comprometen y esa comunión es
testigo y testimonio de la Buena Nueva.
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