¡Amor y paz!
Ayer honrábamos la cruz de Cristo, ese bendito madero en el que fue clavado el Redentor del mundo. Hoy glorificamos a María, su Madre y nuestra Madre, al pie de esa cruz. ¡Qué conmovedor es verla allá, tremendamente afligida, pero amorosamente fiel y esperanzada! Madre e Hijo conjugan el dolor, el amor y la generosidad para que se consume la salvación del género humano.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este jueves en que celebramos la memoria de Nuestra señora la Virgen del os Dolores.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 19,25-27.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Comentario
Según el evangelista Juan, junto a la cruz había cuatro personas: su madre, la hermana de ésta María de Cleofás, María Magdalena y el discípulo amado. La presencia junto a la cruz de éstas significa su fidelidad a Jesús hasta los pies de la cruz. En medio del rechazo del pueblo, han aceptado seguir a un Mesías que no ha venido para dominar, como los reyes de la tierra, sino a amar hasta dar la vida, un mesías de servicio y no de triunfo, de amor y no de violencia, un mesías-salvador, paradoja del cristianismo, que muere en la cruz, para dar vida.
Dentro del simbolismo del evangelio de Juan, María, la madre de Jesús, representa al resto del Israel fiel a Dios, que acogió en su seno al Mesías.
El encargo de Jesús a la madre y al discípulo se hace en términos de reconocimiento mutuo (Mira a tu hijo; Mira a tu madre). El antiguo Israel (representado por María) debe reconocer su legítima descendencia (hijo) en la comunidad nueva y universal. La nueva comunidad (representada por el discípulo amado) debe reconocer su origen (Madre) en las promesas que hizo Dios al pueblo de Israel. El discípulo acoge a la madre en su casa; el antiguo, al nuevo Israel. Ella (el antiguo Israel) no tiene ya hogar propio; se integra en la comunidad universal (nuevo Israel). Ya no hay un antiguo y un nuevo Israel, sino que desde aquella hora, la de la muerte de Jesús, queda formado el nuevo pueblo, que tiene su origen en Israel para extenderse hasta los confines del mundo.
El recuerdo de esta imagen de las dos Marías y Juan al pie de la cruz ha pasado a la historia y ha sido representado por pintores y escultores, produciendo una rica imaginería de pasión. El dolor solidario de las mujeres, los dolores de María, su madre, el seguimiento de Jesús hasta la muerte en cruz ha sido puesto de relieve a lo largo de la historia.
Pero el significado profundo de esta escena ha quedado desapercibido para muchos, pues para ello hay que adentrarse en el universo conceptual y simbólico del evangelista Juan, que cuenta verdades hondas describiendo escenas que pudieron haber acaecido. Los hechos, sin embargo, quedan como transfondo para transmitir una nueva imagen: la de una comunidad universal -la comunidad cristiana, representada por el discípulo amado- en la que ya no hay distinción entre judíos y paganos, entre el Israel antiguo y el nuevo. Esta comunidad nace en el evangelio de Juan con la muerte de Jesús; en ella se integran todos los que son capaces de seguirlo como las mujeres y el discípulo hasta los pies de la cruz. Sólo seguidores como éstos pueden ser testigos del amanecer del nuevo día de la resurrección.
Servicio Bíblico Latinoamericano 2004