¡Amor y paz!
En Jesús tiene lugar la plenitud de la Revelación; en su palabra y en su vida se contiene todo lo que Dios ha querido decir a la humanidad y a cada hombre; en Cristo encontramos todo lo que debemos saber acerca de nuestra propia existencia, en Él entendemos el sentido de nuestro vivir diario.
El Evangelio de hoy nos trae el episodio de la Transfiguración, donde Jesús nos muestra más claramente su gloria.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la VI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 9,2-13.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos". Y le hicieron esta pregunta: "¿Por qué dicen los escribas que antes debe venir Elías?". Jesús les respondió: "Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito".
Comentario
a) La escena de la Transfiguración pone un contrapunto a la página anterior del evangelio, cuando Jesús tuvo que reñir a Pedro porque no entendía, e invitaba a sus seguidores a cargar con la cruz.
A los tres apóstoles predilectos, los mismos que estarán presentes más tarde en la crisis del huerto de los Olivos, Jesús les hace experimentar la misteriosa escena de su epifanía o manifestación divina: acompañado por Moisés y Elías (Jesús es la recapitulación del AT, de la ley y los profetas), oye la voz de Dios: «Éste es mi Hijo amado». Aparece envuelto en la nube divina, con un blanco deslumbrante, como anticipando el destino de victoria que seguirá después de la cruz, tanto para el Mesías como para sus seguidores.
La voz de Dios invita a los discípulos a aceptar a Cristo como el maestro auténtico:
«Escuchadlo».
El protagonismo de Pedro también aparece resaltado en esta escena.
No es muy feliz su petición, después de la negativa anterior a aceptar la cruz: ahora que está en momentos de gloria, quiere hacer tres tiendas. Marcos comenta la no muy brillante intervención de Pedro diciendo que «no sabía lo que decía».
b) CRUZ/GLORIA: Nosotros escuchamos este episodio ya desde la perspectiva de la Pascua. Creemos en Jesús Resucitado, el que a través de la cruz y la muerte ha llegado a su nueva existencia glorificada y nos ha incorporado también a nosotros a ese mismo movimiento pascual, que incluye las dos cosas: la cruz y la gloria.
Sabemos muy bien que, como dice el prefacio de la Transfiguración (el 6 de agosto), «la pasión es el camino de la resurrección». El misterio de la gloria ilumina el sentido último de la cruz. Pero el misterio de la cruz ilumina el camino de la gloria.
Es de esperar que nuestra reacción ante este hecho no sea como la de Pedro, espabilado él, que aquí sí que quiere construir tres tiendas y quedarse para siempre. Le gusta el Tabor, con la gloria. No quiere oir hablar del Calvario, con la cruz. Acepta lo fácil. Rehuye lo exigente. Lo cual puede ser retrato de nuestras actitudes, aunque no seamos siempre conscientes de ello. Tenemos que estar a las duras y a las maduras. No hacer censura de páginas del evangelio.
De nuevo aparece el mandato de que no propalen todavía su mesianismo «hasta que resucite de entre los muertos», porque no veÍa todavía preparada a la gente. Por cierto que después de la resurrección de Jesús, Marcos nos dirá que las mujeres, temblando de miedo, se callaron y no dijeron nada a nadie de su encuentro con el ángel.
Además, también recibimos la gran consigna de Dios: «Éste es mi Hijo amado: escuchadle». Día tras día, en nuestra celebración eucarística escuchamos la Palabra de Dios en los libros del AT y los del NT, y más en concreto la voz de Cristo en su evangelio.
¿Escuchamos de veras a Jesús como al Maestro, como a la Palabra viviente de Dios? ¿le prestamos nuestra atención y nuestra obediencia? ¿comulgamos con Cristo Palabra antes de acudir a comulgar con Cristo Pan? Nuestra actitud ante la Palabra debería ser la de los modelos bíblicos: «habla, Señor, que tu siervo escucha» (Samuel), «hágase en mi según tu palabra» (María), «Señor, enséñame tus caminos» (salmista).
J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 1178-182
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 1178-182