sábado, 9 de julio de 2016

“¡No teman!”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado la 14ª semana del tiempo ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 10,24-33. 
Jesús dijo a sus apóstoles: "El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres." 
Comentario

El evangelio de hoy es como una pequeña colección de dichos de Jesús. Es probable que Nuestro Señor no haya dicho uno después de otro o ni siquiera en una misma ocasión todo lo que leemos de manera seguida en el texto que conservamos y proclamamos. Sin embargo, de una cosa estamos seguros: quien ha presidido y dirigido todo el proceso de memoria, recolección y redacción de los Evangelios es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que ungió a Cristo y le impulsó a hablar, sanar, padecer y levantarse de entre los muertos.

En el caso de los textos de hoy, destacamos una idea: vencer al miedo. Jesús lo dice de distintos modos: advirtiéndonos que seremos maltratados, y que no por eso debemos escandalizarnos o detenernos; invitándonos al coraje y empeño en la predicación, sin dejarnos amordazar por nada; mostrando que incluso la tortura y la muerte no son la última palabra; estando convencidos de cuánto nos conoce y ama el Padre del Cielo; anunciándonos, en fin, los grandes males de acobardarse y los inmensos bienes de dar testimonio aunque las circunstancias sean adversas. Todo apunta a una idea: vencer el miedo.

Puede parecer que estas palabras y recomendaciones de Cristo no son ya necesarias, o por lo menos, no lo son en la mayor parte del mundo, pues las religiones suelen ser respetadas por los Estados y la libertad de conciencia es uno de los derechos humanos suscritos por casi todas las naciones. Y sin embargo, hay muchos modos de persecución y muchos modos de exclusión. Ser de Cristo entraña muchos conflictos pequeños y grandes, unas veces más visibles que otros, y por eso la voz de Cristo llamándonos a la lucha de la fe nunca sobra y siempre hace falta.


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