¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar en este Sábado Santo. No hay celebración
litúrgica diferente a la Liturgia de las Horas. Hoy es un día de penitencia y
recogimiento y se recomienda prolongar el ayuno del Viernes Santo. La Sagrada
Comunión solo puede darse como viático. Esta noche es la gran noche en que Cristo
venció el pecado y la muerte. En el curso del día cambiaremos los textos por los de la liturgia de la solemne Vigilia Pascual.
Dios nos bendice...
LECTIO
Sábado Santo: día de la
sepultura de Dios. ¿No es acaso, de forma impresionante, nuestro día?
¿No comienza nuestro siglo a ser un gran Sábado Santo, día de la ausencia de
Dios en el que incluso los discípulos experimentan un vacío que aletea en el
corazón, que se extiende cada vez más, y por esta razón se preparan llenos de
vergüenza y angustia a volver a casa y se encaminan sombríos y apesadumbrados
en su desesperación hacia Emaús, sin darse cuenta de que aquel que creían
muerto está en medio de ellos?
"Descenso al
infierno" -esta confesión del Sábado Santo- significa que Cristo ha
sobrepasado la puerta de la soledad, que ha tocado el fondo inalcanzable e
insuperable de nuestra condición de soledad. Significa que aun en la noche
externa, no franqueada por palabra alguna, en la que todos somos como niños
expulsados, llorando, se oye una voz que nos llama, una mano que nos coge y nos
guía. La soledad insuperable del hombre ha sido superada desde el momento en
que él ha pasado por esta soledad. El infierno ha sido vencido desde que el
amor ha entrado en la región de la muerte y la "tierra de nadie" de
la soledad ha sido habitada por él (J. Ratzinger y W. Congdon, 11
Sabato della storia, Milano 1998, 43-46, passim).
ORATIO
Padre nuestro, que estás
en los cielos y nos miras a nosotros, pequeñas criaturas de la tierra, reaviva
nuestra fe y nuestra esperanza ante el misterio de la muerte.
También tú, junto con tu
Hijo, has querido experimentar el gélido silencio del sepulcro. También tú, que
eres el eterno Viviente, has querido —por amor y compasión— ser como una
semilla enterrada en la tierra. Por tu desconcertante humildad y empatía, concédenos
la gracia de saber aceptar con entereza y serenidad la ley natural de la muerte
como paso a la vida resucitada (A. M. Cänopi, Via Crucis sotto lo
sguardo del Padre, Isola S. Giulio 1999, pro manuscripto,
52s).
CONTEMPLATIO
Un José te protegió siendo
niño. Otro José te desclava dulcemente de la cruz. En sus manos estás más
abandonado que un niño en brazos de su madre. Introduce en el seno de la roca
la reliquia de tu cuerpo inmaculado. Se rueda la piedra, todo es silencio. Es
el shabbáth misterioso. Todo calla, la creación contiene la
respiración. Cristo desciende al vacío total de amor. Pero lo hace como
vencedor. Arde con el fuego del Espíritu. A su contacto se queman las cuerdas
que atan a la humanidad.
Oh vida, ¿cómo puedes
morir? Muero para destruir el poder de la muerte y resucitar a los muertos del
infierno.
Todo calla. Pero concluyó
la gran batalla. El que divide ha sido vencido. Bajo tierra, en lo hondo de
nuestras almas, ha prendido una chispa de fuego. Vigilia de pascua. Todo calla,
pero en esperanza. El último Adán tiende la mano al primer Adán. La madre de
Dios enjuga las lágrimas a Eva. En torno a la roca mortal, florece el jardín
(Bartolomé I, cit. en Via Crucis al Colosseo, Ciudad del
Vaticano 1994).
ACTIO
Repite con frecuencia y
vive hoy la Palabra:
"Está bien esperar
en silencio la salvación del Señor" (Lam 3,6).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La tierra está extenuada.
Todo duerme y espera. También reposa el cuerpo de Jesús. Como en el caso de
Lázaro, la muerte de Jesús no es más que un sueño. Mientras su alma descendía a
llevar la victoria a lo más hondo de los infiernos, su cuerpo duerme
pacíficamente en la tumba, esperando las maravillas de Dios.
Y es que este Gran Sábado
no es como otros. Algo ha cambiado radicalmente. El velo del Templo se rasgó
hace poco, brutalmente, dejando al descubierto al Santo de los Santos. El
Templo ya no está en su lugar. El sábado ya no está en el sábado. Ni la pascua
en la pascua. Todo está en otro sitio. Todo está aquí cerca, cerca del cuerpo
que duerme en la tumba. Todo es espera, ahora debe suceder todo.
La Iglesia, esposa de
Jesús, no se desorienta. Sigue junto a la tumba que encierra el cuerpo amado.
El amor no flaquea, no se desespera. El amor todo lo puede, todo lo espera.
Sabe ser más fuerte que la muerte.
¿Qué no habría hecho en
aquella hora de tinieblas el amor de algunos, entre ellos el de la Virgen
María, para que Jesús fuera arrancado de la muerte? Sólo Dios lo sabe. ¿Alguno
ha presentido la densidad de vida que colma este cadáver y esta tumba, como
jardín en primavera, donde incluso la noche es un crujido de vida y de savia
que fluye? Nosotros no lo sabemos. Sólo sabemos que José de Arimatea hizo rodar
una gran piedra hasta la boca de la tumba antes de irse, mientras María
Magdalena y la otra María estaban allí, firmes junto a la tumba. Seguramente,
no saben nada todavía, pero perseveran en el amor. El vacío que se ha creado de
repente entre ellas es tan grande que sólo Dios puede llenarlo. Con ellas, toda
la Iglesia espera en el amor (A. Louf, Solo I'amore vi basterá.
Commento spirituale al Vangelo di Luca, Casale Monf. 1985,
63s).
http://www.mercaba.org/LECTIO/SS/sabado_santo.htm