¡Amor y paz!
Sí, hermanos. Las que leeremos hoy son dos parábolas para alimentar nuestra esperanza, afectada por tantas desilusiones, pero también para frenar nuestra vanagloria y provocar verdadera humildad cuando evangelizamos.
Por lo tanto, debemos afirmar, como lo hizo el Hermano Roger, Fundador de la comunidad de Taizé.: “No podemos construir más que a partir de lo que somos, con nuestros límites y nuestras fragilidades. Dios deposita un tesoro de Evangelio en las vasijas de arcilla que somos cada uno".
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la 3ª. Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 4,26-34.
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Comentario
En las parábolas, se refleja una experiencia muy humana: hay que trabajar con paciencia y constancia para cosechar los frutos de la tierra. Jesús nos manifiesta claramente los secretos del reino que nos quiere enseñar. Nos habla del Reino de Dios, comparándolo con la semilla que el sembrador pone en la tierra y que crece por sí misma, porque posee todas las condiciones para su desarrollo.
Ese Reino de Dios ya está aquí, en medio de nosotros, ya crece como la semilla oculta en la tierra, como la casi microscópica semilla de mostaza. No viene con el estrépito de la propaganda, ni con derroche de medios y de fuerza. No es como las grandes empresas del mercado y de los medios de comunicación, planeadas para producir jugosos dividendos a unos pocos. El Reino de Dios crece en secreto en nuestro mundo, alimentado por el mismo Dios, que lo pone en el corazón de los creyentes como una semillita que, poco a poco, da abundantes cosechas de solidaridad y de servicio entre los pobres y que echa ramas en las que pueden cobijarse todos los desamparados de este mundo.
Estas dos bellas parábolas pueden alimentar y afianzar nuestra esperanza. No importan los aparentes fracasos, las grandes dificultades, la desproporción entre la escasez de nuestros medios de evangelización, y la abundancia y gravedad de los problemas que debemos enfrentar. Es el mismo Dios Padre el que hace crecer y germinar su Reino, a veces por caminos misteriosos y desconocidos para nosotros.
Servicio Bíblico Latinoamericano 2004