¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este domingo de
la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
Domingo 34º del Tiempo
Ordinario. Jesucristo, Rey del Universo - Ciclo B
Hoy, domingo, 25 de
noviembre de 2018
Primera lectura
Lectura de la profecía
de Daniel (7,13-14):
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Palabra de Dios
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 92,1ab.1c-2.5
R/. El Señor reina, vestido de majestad
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.
R/. El Señor reina, vestido de majestad
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.
Segunda lectura
Lectura del libro del
Apocalipsis (1,5-8):
Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»
Palabra de Dios
Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo
evangelio según san Juan (18,33b-37):
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
Palabra del Señor
Comentario
La fiesta de Cristo Rey,
instituida en 1925 por el Papa Pío XI y que se celebra el último domingo del
tiempo ordinario del año litúrgico, proclama la soberanía de Jesús sobre todos
los poderes de la tierra y del universo. Veamos qué significa esta celebración
para nosotros, a la luz del Evangelio -que corresponde al relato de la Pasión
de Jesús según San Juan- y de las demás lecturas bíblicas de hoy [Daniel 7,
13-14; Sal. (93) 92, 1-5; Apocalipsis 1, 5-8].
1. "¿Dices eso por
tu cuenta, o te lo han dicho otros de mí?"
Siempre que nosotros
llamamos a Jesús Señor estamos diciendo que es Rey, porque ese es el
significado del término griego Kyrios o Kyrie (Señor), con el cual
los primeros discípulos comenzaron a referirse y dirigirse a Él después de su
resurrección. Lo mismo sucede cuando lo llamamos Cristo; este título,
procedente también del griego, corresponde al término hebreo Mesías, que
significa “Ungido” y se le daba a quien era consagrado para ser rey.
Los Evangelios según san
Mateo, san Marcos y san Lucas nos cuentan que poco antes de comparecer ante
Pilato, en el juicio amañado que le monto a Jesús el sanedrín judío, cuando el
sumo sacerdote le preguntó si era el Mesías, el Hijo de Dios (otro
título que en la tradición hebrea se aplicaba únicamente al Rey), Él había
respondido: “Tú lo has dicho, y (…) verán ustedes al Hijo del Hombre
sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo en las nubes del cielo” (Mateo
26, 64 y paralelos en Marcos y Lucas).
Este otro apelativo, Hijo
del Hombre, con el que Jesús se llamaba a sí mismo, evoca la profecía
contenida en la primera lectura: “Y he aquí que en las nubes del cielo
venía como un Hijo de Hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su
presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, su
reino no será destruido jamás”.
El Evangelio según san
Juan evoca una pregunta similar por parte de Poncio Pilato, gobernador o
procurador romano de la Provincia de Judea, cuyo “pretorio” o
despacho de gobierno quedaba en Jerusalén.
Ahora bien, cuando
nosotros llamamos Rey o Señor o Cristo a Jesús ¿somos
realmente conscientes de lo que decimos? ¿Estamos convencidos del señorío de
Jesús sobre el universo, y sobre nuestra propia vida? Si nuestra respuesta es
sí, toda nuestra existencia debe ser una entrega completa al cumplimiento de su
voluntad, que es la misma voluntad
de Dios.
2. "Mi Reino no es
de este mundo…"
Jesús había proclamado con
hechos y palabras la cercanía del Reino de Dios. Cuando hablaba de Dios se
refería a quien llamaba mi Padre, el mismo a quien había enseñado a
sus discípulos a invocar como Padre nuestro, diciéndole venga
a nosotros tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Ahora, dirigiéndose al representante del emperador romano, le dice Mi
Reino no es de este mundo, manifestando así que Él participa plenamente de
la soberanía universal de Dios Padre, la cual difiere de los imperios
terrenales.
En el lenguaje del
evangelista Juan, el mundo significa específicamente todo
cuanto se opone al proyecto salvador de Dios. Por eso la frase mi Reino
no es de este mundo, en lugar de ser entendida como si se tratara de un
reinado etéreo sin nada que ver con las realidades concretas de la historia
humana, tiene que ser comprendida en su auténtico sentido. Jesús había
predicado que el Reino de Dios o de los Cielos les pertenece a quienes tienen
hambre y sed de justicia y trabajan por la paz, es decir, a quienes se
esfuerzan por contribuir a que podamos todos convivir sin que nadie pretenda
dominar, oprimir o explotar a los demás, como suelen hacerlo los poderosos de
este mundo. Él había procurado evitar que se confundiera su soberanía con los
poderes del mundo, no dejándose proclamar Rey después de la multiplicación de
los panes y los peces (Juan 6, 15), y les dijo claramente a sus discípulos que
Él, siendo el Señor, no había venido a ser servido, sino a servir. En otras
palabras, el Reino de Cristo no es un poder dominador y opresor, sino la soberanía
del Amor en su significado más completo.
3. "Yo para esto
he nacido y venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”
Es significativo que la
respuesta de Jesús a Pilato termine con una frase que se refiere a la
verdad. Esto concuerda con lo que dice el libro del Apocalipsis en la
segunda lectura, al llamar a Jesucristo el Testigo fiel: aquél que
con sus hechos y palabras da un testimonio veraz, transparente, del proyecto
creador y salvador de Dios sobre la humanidad.
Además, Jesús estaba
diciendo que la pretendida soberanía universal del emperador romano, que exigía
ser adorado como un dios, era una mentira soberana.
También nosotros podemos aplicar esta
afirmación a nuestra realidad actual. En el prefacio de la Misa de este domingo
proclamamos el señorío universal de Jesucristo como “reino de la verdad
y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz”.
Dispongámonos todos por tanto a poner en práctica nuestro reconocimiento de su
soberanía, para que sea Él, con el poder del Amor (que en definitiva es lo que
significa “el Reino de Dios”) quien reine verdaderamente en nuestra vida.
El
mensaje del Domingo
Gabriel
Jaime Pérez Montoya, S.J.