¡Amor y paz!
Loa invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este lunes de la 26ª
semana del Tiempo Ordinario, cuando celebramos la memoria de Santa Teresa del
Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia.
Dios nos bendice....
LECTIO DIVINA: LUCAS
9,46-50
Lectio:
Lunes, 1 octubre,
2018
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según Lucas 9,46-50
Se suscitó una discusión
entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que
pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que
reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí,
recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es
mayor.»
Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros.» Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros está por vosotros.»
Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros.» Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros está por vosotros.»
3) Reflexión
• El texto se ilumina. Si
anteriormente Lucas nos presentaba cómo se reunían los hombres en torno a Jesús
para reconocerlo por la fe, para escucharlo y presenciar sus curaciones, ahora
se abre una nueva etapa de su itinerario público. La atención a Jesús no
monopoliza ya la actitud de la muchedumbre, sino que Jesús se nos presenta como
el que poco a poco es quitado a los suyos para ir al Padre. Este itinerario
supone el viaje a Jerusalén. Cuando está a punto de emprender este viaje, Jesús
les revela el final que le espera (9,22). Después se transfigura ante ellos
como para indicar el punto de partida de su “éxodo” hacia Jerusalén. Pero
inmediatamente después de la experiencia de la luz en el acontecimiento de la
transfiguración, Jesús vuelve a anunciar su pasión dejando a los discípulos en
la inseguridad y en la turbación. Las palabras de Jesús sobre el hecho de su
pasión, “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”,
encuentran la incomprensión de los discípulos (9,45) y un temor silencioso
(9,43).
• Jesús toma a un niño. El
enigma de la entrega de Jesús desencadena una disputa entre los discípulos
sobre a quién le corresponderá el primer puesto. Sin que sea requerido su
parecer, Jesús, que como el mismo Dios lee en el corazón, interviene con un
gesto simbólico. En primer lugar toma a un niño y lo pone junto a él. Este
gesto indica la elección, el privilegio que se recibe en el momento en que uno
pasa a ser cristiano (10,21-22). A fin de que este gesto no permanezca sin
significado, Jesús continúa con una palabra de explicación: no se enfatiza la
“grandeza” del niño, sino la tendencia a la “acogida”. El Señor considera
“grande” al que, como el niño, sabe acoger a Dios y a sus mensajeros. La
salvación presenta dos aspectos: la elección por parte de Dios simbolizada en
el gesto de Jesús acogiendo al niño, y la acogida de Jesús (el Hijo) y de todo
hombre por parte del que lo ha enviado, el Padre. El niño encarna a Jesús, y
los dos juntos, en la pequeñez y en el sufrimiento, realizan la presencia de
Dios (Bovon). Pero estos dos aspectos de la salvación son también indicativos
de la fe: en el don de la elección emerge el elemento pasivo, en el servicio,
el activo; son dos pilares de la existencia cristiana. Acoger a Dios o a Cristo
en la fe tiene como consecuencia acoger totalmente al pequeño por parte del
creyente o de la comunidad. El “ser grandes”, sobre lo cual discutían los
discípulos, no es una realidad del más allá, sino que mira al momento presente
y se expresa en la diaconía del servicio. El amor y la fe vividos realizan dos
funciones: somos acogidos por Cristo (toma al niño), y tenemos el don singular
de recibirlo (“el que acoge al niño, lo acoge a él y al Padre”, v.48).
A continuación sigue un
breve diálogo entre Jesús y Juan (vv-49-50). Este último discípulo es contado
entre los íntimos de Jesús. Al exorcista, que no forma parte del círculo de los
íntimos de Jesús, se le confía la misma función que a los discípulos. Es un
exorcista que, por una parte, es externo al grupo, pero por la otra, está
dentro porque ha entendido el origen cristológico de la fuerza divina que lo
asiste (“en tu nombre”). La enseñanza de Jesús es evidente: un grupo cristiano
no debe poner obstáculos a la acción misionera de otros grupos. No existen
cristianaos más “grandes” que otros, sino que se es “grande” por el hecho de
ser cada vez más cristiano. Además, la actividad misionera debe estar al
servicio de Dios y no para aumentar la propia notoriedad. Es crucial el inciso
sobre el poder de Jesús: se trata de una alusión a la libertad del Espíritu
Santo cuya presencia en el seno de la Iglesia es segura, pero puede extenderse
más allá de los ministerios constituidos u oficiales.
4) Para la reflexión
personal
• Como creyente, como
bautizado, ¿cómo vives tú el éxito y el sufrimiento?
• ¿Qué tipo de “grandeza” vives al servir a la vida y a las personas? ¿Eres capaz de transformar la competitividad en cooperación?
• ¿Qué tipo de “grandeza” vives al servir a la vida y a las personas? ¿Eres capaz de transformar la competitividad en cooperación?
5) Oración final
Me postraré en dirección a
tu santo Templo.
Te doy gracias por tu amor y tu verdad,
pues tu promesa supera a tu renombre.
El día en que grité, me escuchaste,
aumentaste mi vigor interior. (Sal 138,3-4)
Te doy gracias por tu amor y tu verdad,
pues tu promesa supera a tu renombre.
El día en que grité, me escuchaste,
aumentaste mi vigor interior. (Sal 138,3-4)
Orden de los Carmelitas