¡Amor y paz!
Hace poco reanudé la publicación de este blog, luego de las vacaciones. Siempre me fijo en cuántas personas lo visitan y de dónde proceden. Mi interés es ofrecer la oportunidad de que lean y mediten el Evangelio. E incluso de que practiquen otras formas complementarias de orar, como la Liturgia de las Horas o el Santo Rosario, que también pueden encontrar aquí (columna de la derecha). Acá ofrezco además otros textos, documentos de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia Católica, enlaces con otras páginas católicas y videos de música religiosa y clásica.
Sin embargo, a veces me pregunto, ¿qué están buscando quienes ven el blog? ¿Leerán y meditarán la Palabra de Dios? ¿Buscarán acá otra información? ¿Llegarán acá por casualidad y saldrán casi sin enterarse de qué se trata esta página? ¿Serán defensores de los derechos de autor de los textos e imágenes que publico?
Como les pregunta hoy Jesús a quienes lo siguen: “¿Qué quieren?” Ojalá sea a Jesús a quien buscan, de tal manera que yo pueda responderles también como Él: "Vengan y lo verán".
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario en este II Domingo del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 1,35-42.
Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?". "Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.
Comentario
Un vecino encontró a don Simón en cuatro patas en medio del andén, buscando algo en el piso. «¿Qué andas buscando, buen amigo?». Simón, levantando la mirada como quien pide ayuda, respondió: «Mi llave. La he perdido». De manera que el buen vecino se arrodilló allí mismo y los dos se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un buen rato dijo el vecino: «¿Dónde la perdiste?». Don Simón, casi disculpándose con una voz que salió para adentro, respondió: «En casa».
«¡Santo Dios! Y, entonces, ¿por qué estamos buscando en plena calle?».
«Porque aquí hay más luz», fue la respuesta inocente de don Simón (Tomado con algunas libertades de Anthony de Mello, El Canto del Pájaro).
«Porque aquí hay más luz», fue la respuesta inocente de don Simón (Tomado con algunas libertades de Anthony de Mello, El Canto del Pájaro).
Es una verdad bastante obvia, pero estoy convencido de que no sólo es importante saber qué estamos buscando, sino también tener claro dónde hacerlo; cuando queremos acercarnos a Dios tenemos que clarificar primero qué es lo que buscamos, qué es lo que queremos de él; para qué lo invocamos, qué le pedimos... pero esto no basta; es importante también definir muy bien dónde lo vamos a buscar; porque puede ser que haya sitios aparentemente iluminados que nos parecen más idóneos para encontrar a Dios; y, sin embargo, él puede estar esperándonos en otra parte menos luminosa, como nuestra vida ordinaria y cotidiana...
Suelo comenzar la experiencia de los Ejercicios Espirituales proponiéndole a las personas esta pregunta: «¿Qué están buscando?», porque me parece fundamental que cada uno establezca su propio encuentro con el Señor aclarándose, para sí mismo qué es lo que nos lleva a buscarlo. Las motivaciones que se develan ante nosotros son muy diversas y, muchas veces contradictorias. El milagro que realiza en esa experiencia es muy sencillo: cuando hemos aclarado lo que buscamos, cuando decimos que buscamos a Dios, entonces, comienza a concretarse el lugar en que debemos buscarlo.
Una pregunta como esta fue la que Jesús le lanzó un día a dos de los discípulos de Juan el Bautista que lo seguían por el camino: “¿Qué están buscando? Ellos dijeron: – Maestro, dónde vives?” Una canción de Glenda, una religiosa chilena que transmite una experiencia muy profunda de Dios a través de su música, tiene este estribillo que se va repitiendo muchas veces: “Maestro, ¿dónde vives?” Termina diciendo: “¿Dónde está el Señor? ¿Dónde iré a buscarle? Indícame el camino”.
La respuesta del Señor fue “– Vengan a verlo. Fueron, pues, y vieron dónde vivía, y pasaron con él el resto del día, porque eran como las cuatro de la tarde”. La Iglesia nos propone este texto del Evangelio porque quiere suscitar en nosotros el hambre del encuentro con el Señor y el deseo de saber más de él. Pidámosle en este comienzo del tiempo ordinario que el Señor quiera mostrarnos dónde vive, de manera que lo vayamos conociendo cada vez más, para que más le amemos y le sigamos en nuestras vidas. Lo importante es que no terminemos como don Simón, buscándolo en otra parte.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá