¡Amor
y paz!
Durante
toda la semana leeremos el Capítulo 6 de san Juan: "Discurso sobre el Pan
de Vida". Esta larga discusión con sus oyentes, Jesús la desarrolló al
"día siguiente" de los dos milagros de: la multiplicación de los
panes y la marcha sobre las aguas.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este lunes
de la 3ª, semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 6,22-29.
Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello". Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".
Comentario
Hace
mucho tiempo, vivía en un pueblo una aldeana muy hermosa. Todos querían
esposarla pero ella sentía que nadie le aseguraba verdadero amor.
Así,
se le acercó el mercader más rico diciéndole: “Te amaré a pesar de tu pobreza”.
Pero como en sus palabras no encontró verdadero amor prefirió no casarse.
Después se le acercó un gran general y le dijo: “Me casaré contigo a pesar de
las distancias que nos separen”. Pero tampoco aceptó la hermosa aldeana. Más
tarde se le acercó el emperador a decirle: “Te aceptaré en mi palacio a pesar
de tu condición de mortal”. Y también rehusó la muchacha a casarse porque
tampoco veía en él un amor desinteresado. Hasta que un día se le acercó un
joven y le dijo: “Te amaré a pesar... de mí mismo”. Y como en sus palabras
encontró un amor verdadero y sincero, optó por casarse con él.
Ojalá
que en nuestra vida suceda lo mismo. Que estemos buscando a Dios por amor
desinteresado. Que le ofrezcamos nuestro amor a pesar de nosotros mismos. No
busquemos a Dios por el alimento perecedero como lo buscaban las personas que
menciona el evangelio. Es claro que nosotros no buscamos a Dios por un alimento
material, pues sabemos y experimentamos que ese hay que ganárselo. Pero sí
podríamos acercarnos a Cristo buscando alguna ganancia personal. Pidiéndole
cosas que en lugar de acercarnos a nuestra santificación nos aleja. Tal vez
vemos en Jesús un genio que nos concederá deseos si pronunciamos una fórmula
mágica que nosotros llamamos “oración”. Cristo ve nuestras intenciones y sabe
porqué le pedimos las cosas, conoce porqué le seguimos y porqué le buscamos.
Busquemos a Cristo en la Eucaristía de forma desinteresada. No a pesar de... lo que nos pueda gustar o disgustar de Él, sino sabiendo que la Eucaristía es el punto privilegiado del encuentro del amor hacia nosotros, de forma desinteresada, a pesar de nuestra condición de mortal y a pesar de nuestra pobreza.
Busquemos a Cristo en la Eucaristía de forma desinteresada. No a pesar de... lo que nos pueda gustar o disgustar de Él, sino sabiendo que la Eucaristía es el punto privilegiado del encuentro del amor hacia nosotros, de forma desinteresada, a pesar de nuestra condición de mortal y a pesar de nuestra pobreza.
Fuente: Catholic.net
Autor: Misael Cisneros
Autor: Misael Cisneros