viernes, 30 de septiembre de 2011

Quien escucha al evangelizador, escucha a Jesús

¡Amor y paz!

Jesús y los suyos tenían ya experiencia de fracaso en su trabajo evangelizador. Acababan de dejar Galilea, de donde conservaban algunos recuerdos amargos. En su paso por Samaria no les habían querido hospedar. En Jerusalén les esperaban cosas aún peores.

Jesús anuncia que, al final, habrá un juicio duro para los que no han sabido acoger al enviado de Dios. Tres ciudades de Galilea, testigos de los milagros y predicaciones de Jesús, recibirán un trato mucho más exigente que otras ciudades paganas: hoy se nombra a Tiro y Sidón, y ayer a Sodoma. Los de casa -el pueblo elegido, los israelitas- son precisamente los más reacios en interpretar los signos de los tiempos mesiánicos (J.A.).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,13-16.

¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza.  Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.  Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno.  El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió".
Comentario

Lo que le pasó a Cristo le pasa a su comunidad eclesial, desde siempre: bastantes llegan a la fe y se alegran de la salvación de Cristo. Pero otros muchos se niegan a ver la luz y aceptarla. No nos extrañe que muchos no nos hagan caso. A él tampoco le hicieron, a pesar de su admirable doctrina y sus muchos milagros.

La libertad humana es un misterio. Jesús asegura que el que escucha a sus enviados -a su Iglesia- lo escucha a él, y quien les rechaza, le rechaza a él y al Dios que le ha enviado. Ése va a ser el motivo del juicio. No valdrá, por tanto, la excusa que tantas veces oímos: "yo creo en Cristo, pero en la Iglesia, no". 

Sería bueno que la Iglesia fuera siempre santa, perfecta, y no débil y pecadora como es (como somos). Pero ha sido así como Jesús ha querido ser ayudado, no por ángeles, sino por hombres imperfectos.

Jesús nos enseña a reaccionar con cierta serenidad ante el rechazo del mundo. Que no pidamos que baje un rayo del cielo y destruya a los no creyentes. Ni que mostremos excesivo celo en eliminar la cizaña del campo. Nos pide tolerancia y paciencia. Aunque hoy también nos asegura que el juicio, a su tiempo, dará la razón y la quitará.

J. ALDAZÁBAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 132-135

jueves, 29 de septiembre de 2011

Los ángeles, ministros de Dios

¡Amor y paz!

La historia no es sólo lo que se ve y se toca. Hay una dimensión trascendente, oculta e invisible de la historia. La revelación es un des-ocultamiento de esa realidad, que es el fundamento de nuestra esperanza. Los ángeles son los que nos recuerdan y los que nos hacen visible esa dimensión trascendente. El mundo de los ángeles no es otro mundo, sino la dimensión trascendente de nuestra historia (Diario Bíblico. Cicla).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves en que celebramos la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, a quienes encomendamos que nos protejan.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,47-51. 
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez". "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera".  Natanael  le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees. Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre".  
Comentario

En estos días en que vivimos tan dependientes de lo inmediato y tangible, tan condicionados por lo práctico a corto plazo, tan predispuestos a no aceptar sino lo que podemos directamente comprobar, pues la mentira se ha establecido entre los hombres, podría parecer de ilusos hablar de ángeles; sino fuera porque se refiere Jesús a ellos en distintos momentos y porque la Iglesia los describe como seres espirituales, no corporales, como enseña unánimemente la Sagrada Escritura y la Tradición. Son criaturas personales e inmortales, dotadas de inteligencia y voluntad, que superan en perfección a todos los seres visibles.

La fe católica y la aceptación de la Biblia conducen de modo necesario a considerar a las criaturas angélicas como otra más de las obras de Dios. Los ángeles se encuentran presentes de tal modo en la historia de la relación de los hombres con Dios, que si negáramos su existencia nada de esa relación se podría sostener. Aparecen, de hecho, junto al hombre con toda naturalidad, como un elemento más de esa existencia sobrenatural y trascendente, que nos ha sido revelada. Y su presencia es habitual: unos personajes espirituales, según se desprende de su comportamiento –no están sujetos a las leyes físicas como el hombre– que, en ocasiones, se designan por su nombre propio, como es el caso de Miguel, Gabriel y Rafael.

Los vemos al comienzo de la historia de la salvación, en el Paraíso, y en otros numerosos momentos de esa historia, casi siempre como mensajeros de Dios. Especialmente significativo, en este sentido, es el anuncio de la Encarnación del Hijo de Dios a María, por medio del arcángel Gabriel, con lo que dio comienzo la singular y salvadora presencia de Dios en el mundo.

El mismo Jesucristo habla de ellos varias veces. Por ejemplo, cuando se refiere al fin del mundo: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles... Pero antes habían aparecido ya en gran número con ocasión de su nacimiento, anunciando el hecho a los pastores de Belén; le sirvieron en el desierto después de su ayuno y de haber sido tentado por el diablo; un ángel le confortará en la agonía de Getsemaní; están presentes junto al sepulcro de Cristo resucitado; cuando ascendió finalmente a los cielos, hacen caer a sus discípulos en la cuenta de la realidad que vivían, para que comenzarán sin más dilación la extensión del Evangelio.

Los ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin cesar y que sirven a sus designios salvíficos con las otras criaturas, declara el "Catecismo de la Iglesia Católica". Los ángeles cooperan en toda obra buena que hacemos, afirma santo Tomás de Aquino. Y el propio "Catecismo": Los ángeles rodean a Cristo, su Señor. Le sirven particularmente en el cumplimiento de su misión salvífica para con los hombres y la Iglesia venera a los ángeles que la ayudan en su peregrinar terrestre y protegen a todo ser humano. 

Respetar las leyes inscritas en la creación y las relaciones que derivan de la naturaleza de las cosas es un principio de sabiduría y un fundamento de la moral. Si no mantuviéramos con segura certeza la existencia de los ángeles, ya que aparecen como otra más de las verdades reveladas, estaríamos negando la razón de credibilidad en la fe, que no es verdadera y cierta por ser razonable, sino por la autoridad infalible de Dios que revela.

La Iglesia habla asimismo de la existencia de los demonios, que son ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra Dios, como afirma el "Catecismo de la Iglesia Católica", y repetidamente han recordado los últimos Romanos Pontífices: que es un ser personal que induce a los hombres a separarse de Dios.

La fiesta de los tres arcángeles que hoy celebramos, debe ser una buena ocasión para que fomentemos más el trato con estos espíritus celestiales.  Los ángeles custodios están juntos, cada uno para asistirnos en nuestro camino hasta la casa del Cielo. No queramos menospreciar a ese príncipe del Paraíso, que desea colaborar con nuestras fuerzas, mientras deseamos ser cada día más agradables a Dios. San Josemaría nos recuerda uno de tantos detalles, recogidos en la Escritura, de natural familiaridad de los primeros fieles con sus ángeles:

Bebe en la fuente clara de los "Hechos de los Apóstoles": en el capítulo XII, Pedro, por ministerio de Ángeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marcos.
— No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. "Angelus ejus est!" —¡será su Ángel!, decían.
— Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos.
— ¿Y tú?

Entre muchos otros piropos, dedicamos a nuestra Madre del Cielo el de Reina de los Ángeles. A Ella suplicamos confiadamente que nos recuerde, siempre que sea preciso, que contamos para nuestro bien con la poderosa y amable asistencia de nuestro ángel.

FLUVIUM 2004

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jesús plantea condiciones para seguirlo

¡Amor y paz!

Hoy como ayer, surgen obstáculos en el seguimiento a Jesús. Muchos de los que aspiraban a ser  sus discípulos nunca pasaban de la buena intención. La mayoría se rezagaban en el camino; les interesaba de alguna manera el llamado de Jesús, pero las preocupaciones inmediatas los confundían.

Los invito, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,57-62.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".  Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
Comentario

Mientras iban de camino, se le presentan a Jesús tres candidatos que quieren seguirle. Se diría que Jesús hace todo lo posible para desanimarlos. Parece que su intención es más la de rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En realidad él no apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos. Los discípulos deben ser conscientes de la dificultad de la empresa, de los sacrificios que comporta, y de la gravedad de los compromisos que se asumen con aquella decisión. Por eso el maestro le dice a los discípulos que tomen conciencia del riesgo que comparta esta aventura: “la entrega de la propia vida”.

Seguir pues a Jesús, exige:

- Disponibilidad para vivir en la inseguridad: “no tener nada, ni siquiera donde reclinar la cabeza”. No se pone el acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El discípulo, como Jesús, no puede programar, organizar la propia vida según criterios de exigencias personales, de comodidad individual; su vida no puede estar amarrada por las estructuras o posesiones materiales.

- Ruptura con el pasado, con las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que atan y generan la muerte. Es necesario que los nuevos discípulos miren adelante, que anuncien el Reino, para que desaparezca el pasado y surja el proyecto de Jesús.

- Decisión irrevocable. Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna concesión a las añoranzas y recuerdos del pasado, el compromiso es total, definitivo, la elección irrevocable.

Lucas, al contar estas exigencias radicales del seguimiento, al comienzo del viaje a Jerusalén quiere advertir a los discípulos sobre la seriedad del camino que van a emprender con Jesús.

Hoy como ayer, Jesús sigue llamando a hombres y mujeres que dejándolo todo, se comprometen con la causa del evangelio, y tomando el arado sin mirar hacia atrás, entregan la propia vida en la construcción de un mundo nuevo donde reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos.

Servicio Bíblico Latinoamericano

martes, 27 de septiembre de 2011

Jesús, decidido a cumplir su misión con generosidad

¡Amor y paz!

Los estudiosos afirman que en este pasaje empieza toda una larga sección, propia de Lucas, a la que llaman "el viaje a Jerusalén". En Lc 9,51 se nos dice que "Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén", y este largo viaje durará diez capítulos del evangelio, hasta Lc 18,14.

Ha llegado para Jesús la hora "de ser llevado al cielo". Ha terminado su predicación en Galilea, y todo va a ser desde ahora "subida" a Jerusalén, o sea, hacia los grandes acontecimientos de su muerte y resurrección. De paso va a ir adoctrinando a sus discípulos sobre cómo tiene que ser su seguimiento.

El primer episodio en el camino les pasa cuando tienen que atravesar territorio samaritano y no les reciben bien (porque los samaritanos no pueden ver a los judíos, sobre todo si van a Jerusalén). La reacción de Santiago y Juan es drástica: ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos? Se repite la reacción del profeta Elías, que hace bajar fuego del cielo contra los sacerdotes del dios Baal. Jesús, una vez más, les tiene que corregir, y duramente: "no sabéis de qué espíritu sois" (J.A.).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,51-56.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén  y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Comentario

Una primera interpelación de este pasaje es, para nosotros, la decisión con que Jesús se dirige a cumplir la misión para la que ha venido. Sabe cuál es su camino y se dispone con generosidad a seguirlo, a pesar de que le llevará a la cruz.

¿Somos conscientes de dónde venimos y a dónde vamos, en nuestra vida? Nuestro seguimiento de Cristo ¿es tan lúcido y decidido, a pesar de que ya nos dijo que habremos de tomar la cruz cada día e ir detrás de él?

También podemos dejarnos interrogar sobre nuestra reacción cuando algo nos sale mal, cuando experimentamos el rechazo por parte de alguien: ¿somos tan violentos como los "hijos del trueno", Santiago y Juan, que nada menos que quieren que baje un rayo del cielo y fulmine a los que no les han querido dar hospedaje? ¿reaccionamos así cuando alguien no nos hace caso o nos lleva la contra? La violencia no puede ser nuestra respuesta al mal.

Jesús es mucho más tolerante. No quiere -según la parábola que él mismo les contó- arrancar ya la cizaña porque se haya atrevido a mezclarse con el trigo. El juicio lo deja para más tarde. De momento, "se marcharon a otra aldea". Como hacía Pablo, cuando le rechazaban en la sinagoga y se iba a los paganos, o cuando le apaleaban en una ciudad y se marchaba a otra.

Si aquí no nos escuchan, vamos a otra parte y seguiremos evangelizando, allá donde podamos. Sin impaciencias. Sin ánimo justiciero ni fiscalizador. Sin dejarnos hundir por un fracaso. Evangelizando, no condenando: "porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder, sino a salvar".

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 120-124

lunes, 26 de septiembre de 2011

"El más pequeño de ustedes es el más importante"

¡Amor y paz!

Los discípulos, muy humanos, no cejan en sus deseos de poder, de ser reconocidos y elogiados. Así que le preguntan a Jesús cuál de ellos será el más grande. Él responde, contrario a la lógica humana, que el más pequeño será el más importante.  El ser como niños no significa volver a ser el niño que se fue, sino renunciar al poder y los bienes terrenales para optar por la humildad y el servicio a los demás, como única posibilidad de ser parte del Reino de Dios.

En la otra parte del Evangelio, Jesús se sirve de un proverbio que se había hecho corriente desde la guerra civil de los romanos: "Te hemos oído decir que nosotros (los hombres de Pompeyo) tenemos por adversarios nuestros a todos los que no están con nosotros, y que tú (Cesar) tienes por tuyos a todos los 
que no están contra ti". Jesús da razón al dicho del Cesar.

Los invito, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes XXVI del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,46-50.
Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.  Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande". Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros". Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes".
Comentario

a) Termina hoy el relato que nos ha hecho Lucas sobre el ministerio de Jesús en Galilea. A partir de mañana se inicia su viaje a Jerusalén.

El sábado, cuando Jesús anunció a los suyos la muerte que le esperaba, "ellos no entendían este lenguaje". Hoy tenemos la prueba de esta cerrazón: están discutiendo quién es el más importante. No han captado el mensaje de Jesús, que su mesianismo pasa por la entrega de sí mismo y, por tanto, también sus seguidores deben tener esta misma actitud.

Jesús tuvo que mostrar su paciencia no sólo con los enemigos, sino también con sus seguidores. Iban madurando muy poco a poco.

Pero hay otro episodio: los celos que siente Juan de que haya otros que echan demonios en nombre de Jesús, sin ser "de los nuestros". Juan quiere desautorizar al exorcista "intruso". Jesús les tiene que corregir una vez más: "no se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro".

b) ¡Lo que nos gusta ser los más importantes, que todos hablen bien de 
nosotros, aparecer en la foto junto a los famosos!

Tampoco nosotros hemos entendido mucho de la enseñanza y del ejemplo de Jesús, en su actitud de Siervo: "no he venido a ser servido sino a servir". 

Tendría que repetirnos la lección del niño puesto en medio de nosotros como "el más importante". El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése le pone Jesús como modelo.

También tenemos la tendencia que aquí muestra Juan, el discípulo preferido: los celos.

Nos creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien. Algo parecido pasó en el AT (cf. Nm 11), cuando Josué, el fiel lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que "profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran.

¿Tenemos un corazón abierto o mezquino? ¿Sabemos alegrarnos o más bien reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen algún éxito? No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, que la evangelización vaya adelante: no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el bien". También "los otros", los que "no son de los nuestros", sea cual sea el nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden dar lecciones. Y en todo caso "el que no está contra nosotros, está a favor nuestro", sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús.

Si seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de Jesús y madurar en su seguimiento.

J. ALDAZÁBAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 116-119

domingo, 25 de septiembre de 2011

¿Es sospechosa la religión?

¡Amor y paz!

La serie de parábolas que nos relata Jesús en estos domingos y que nos trae San Mateo se refieren al paso del antiguo al nuevo pueblo de Dios. Hoy, el Señor explica su significado: el pueblo de Israel, el pueblo escogido, a pesar de haberse comprometido en la alianza con Dios, a la hora de la verdad ha sido infiel; en cambio, los que aparecían como alejados de la alianza con Dios son los únicos que se han sentido tocados por la llamada del Reino y han respondido.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XXVI del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 21,28-32.
"¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.  El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.  En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.
Comentario

Paul Ricouer ha llamado a Freud, Marx y Nietzsche, los tres maestros de la sospecha. Entre las cosas que estos tres profetas del tiempo moderno han encontrado sospechosas en la historia y el hombre está, sin duda, la religión. ¿Sospechosa de qué? Para Freud, sospechosa de ser un sueño, una ilusión y hasta una neurosis. Para Marx, sospechosa de ser alienación, opio y aliada de la explotación. Y para Nietzsche, sospechosa de ir contra las fuerzas auténticas y genuinas de la vida, de esta vida, que es la única que hay, prometiendo a los hombres un cielo y otra vida que no existe.

Estos autores han tenido y tienen mucha influencia en el pensamiento moderno y es, por lo tanto, lógico que sus seguidores piensen que la religión se ha hecho sospechosa. También hay quien piensa que la religión y, sobre todo, las iglesias, son sospechosas de buscar el poder, de ir contra el pueblo, de callarse y no decir la verdad con frecuencia, de intentar domesticar al hombre en nombre de Dios.

Existe por ahí un tipo de hombre religioso ciertamente sospechoso. Prudente, cauto, sumiso, domesticado, miedoso, egoísta. De buenas palabras y modales, pero de pocos hechos. Como el segundo tipo de la parábola. Ciertamente, la religiosidad de muchas personas es sospechosa. Sospechosa de usar buenas palabras, pero de no pasar a las obras. Sospechosa de encubrir la pereza y el conformismo con la obediencia y la sumisión. Sospechosa de callarse la verdad y de no fomentar la personalidad y creatividad del hombre. Sospechosa de usar paños calientes cuando lo que hace falta es el bisturí y la operación quirúrgica.

Sospechosa de estar en el fondo con los que mandan y al sol que más calienta. Sospechosa de confundir el Reino de Dios con la diplomacia y la política. En una palabra, sospechosa de haberse convertido en el hijo segundo de la parábola. Estos tipos domesticados y sumisos encajan bien y hasta hacen carrera fácilmente en las instituciones religiosas.

En cambio, el hijo primero de la parábola tiene más dificultades. Se le considera un mal hablado, un rebelde, alguien que mete cizaña en la buena marcha del común, porque no dice sí a todo y desde el primer momento, sin rechistar. Su actitud crítica es molesta para los que mandan. Prefieren la de su hermano, aunque no haga nada, a quien con frecuencia ponen como ejemplo.

Desde luego que Jesús no piensa como muchos hombres de institución. Y si de algo parece sospechoso Jesús, es de apoyar al rebelde y de estar en guardia de los que detentan el poder y se quedan en las buenas palabras. No, Jesús no es sospechoso, ni tampoco lo puede ser una fe auténticamente cristiana.

Y si no tenemos inconveniente en admitir que cierta religiosidad en nuestros días se ha vuelto sospechosa, mal que conviene arrancar de raíz, también hay que decir que los modernos maestros de la sospecha han ido más allá de la cuenta, hasta la negación y el ataque, lo cual les hace a ellos mismos sospechosos.

DABAR 1978/53

sábado, 24 de septiembre de 2011

Dime en qué Jesús crees y te diré qué cristiano eres


¡Amor y paz!

En estos días algunos han confesado quién creen que es Jesús. Pues bien, de esa respuesta depende la actitud que cada uno tiene hacia el Señor, así como su tipo de seguimiento y de compromiso.

Unos pudieron ver en Él a un profeta como Elías; otros, a  un santo varón, al estilo de El Bautista. En su tiempo, no pocos lo creyeron un líder político y social, en tanto que para muchos era un taumaturgo o un autor de milagros. No muchos optaron por reconocerlo como Mesías, el Hijo de Dios.

Cada quien se examine si recurre a Jesús como alguien que puede hacer milagros, o si reconoce al Señor como su Salvador y ha establecido con él una relación íntima al punto de tenerlo como su amigo más querido.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Lucas 9,43b-45.

Todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: "Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres". Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.

Comentario

Las palabras de Jesús cuestionaban hondamente a los discípulos, sin embargo, ellos guardaban silencio porque no comprendían o porque no se arriesgaban a confrontar al maestro. A los discípulos no les entraba en la cabeza que el camino del enviado de Dios tuviera que pasar necesariamente por la cruz. Ellos esperaban un Cristo arrollador que mediante un éxito deslumbrante eliminara todas las dudas respecto a su persona y a su misión. Sin embargo, el proceder y el camino de Jesús los controvertía abiertamente.

Los discípulos "no comprendían" las palabras de Jesús no porque éstas fueran obscuras o ininteligibles, sino porque su proceder no iba conforme a las ideas vigentes, fueran de izquierda o derecha, sino que nacían de una originalidad realmente desconcertante. La originalidad de Jesús respecto a sus contemporáneos lo condujo poco a poco a una radical incomprensión, tanto de 
seguidores como de enemigos.

A los discípulos "algo" les impedía comprender. Ese algo se refería a las rimbombantes expectativas mesiánicas con las que no coincidía la obra ni la acción de Jesús. Por eso, no fueron los opositores del imperio romano quienes salieron a defenderlo, ni sus incondicionales discípulos. Por su compromiso radical con los pobres, con Dios Padre y consigo mismo, Jesús tuvo que enfrentar su destino en absoluta soledad. Ese "algo" que estaba en la mente de sus contemporáneos los volvía ciegos ante la novedad definitiva que Dios suscitaba en Jesús y les impedía ponerse del lado del hombre que realmente los podía salvar.

Hoy nosotros, al igual que los discípulos, tenemos muchas preocupaciones que embotan nuestro entendimiento y nos impiden ponernos del lado de Jesús. Nuestra vida ya esta tan cargada de actividades que difícilmente estamos en condiciones de prestar atención a la propuesta de Jesús y, mucho menos, de aceptar su proyecto del Reino como nuestro programa de vida.

Servicio Bíblico Latinoamericano

viernes, 23 de septiembre de 2011

Y ustedes, ¿quién dicen que es Jesús?

¡Amor y paz!

Ayer el interesado por saber quién era Jesús fue Herodes. Hoy la pregunta se la hace Jesús mismo a los suyos.

Primero, "¿quién dice la gente que soy yo?". La respuesta es la misma de ayer: Elías, o Juan, o un profeta. Pero en seguida Jesús les interpela directamente: 
"y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". La respuesta viene, cómo no, de labios de Pedro, el más decidido del grupo: "El Mesías de Dios".

Mesías es palabra hebrea. En griego se dice Christós. En castellano, Ungido. Jesús es el Ungido de Dios, o sea, aquél sobre quien Dios ha enviado su Espíritu, ungiéndole con su fuerza, para que lleve a cabo una misión.

El breve diálogo termina con el anuncio de su muerte y resurrección, aunque aquí Lucas no nos diga qué clase de reacción hubo en los apóstoles ante este anuncio tan inesperado (José Aldazábal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, de la beata Teresa de Calcuta, en este viernes de la XXV semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,18-22.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".  Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".  Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Comentario

¿Quién es Jesús para mí?

Para mí, Jesús es

El Verbo hecho carne. (Jn 1,14).

El Pan de la vida. (Jn 6,35).

La víctima sacrificada en la cruz por nuestros pecados. (1Jn 4,19).

El Sacrificio ofrecido en la Santa Misa por los pecados del mundo y por los míos propios. (Jn 1,29).

La Palabra, para ser dicha. (Jn 14,6)

La Verdad, para ser proclamada.

El Camino, para ser recorrido. (Jn 14,6)

La luz, para ser encendida. (Jn 8,12)

La Vida, para ser vivida.

El Amor, para ser amado.

La Alegría, para ser compartida.

El sacrificio, para ser dados a otros.

El Pan de Vida, para que sea mi sustento.

El Hambriento, para ser alimentado. (Mt 25,35)

El Sediento, para ser saciado.

El Desnudo, para ser vestido.

El Desamparado, para ser recogido.

El Enfermo, para ser curado.

El Solitario, para ser amado.

El Indeseado, para ser querido.

El Leproso, para lavar sus heridas.

El Mendigo, para darle una sonrisa.

El Alcoholizado, para escucharlo.

El Deficiente Mental, para protegerlo.

El Pequeñín, para abrazarlo.

El Ciego, para guiarlo.

El Mudo, para hablar por él.

El Tullido, para caminar con él.

El Drogadicto, para ser comprendido en amistad.

La Prostituta, para alejarla del peligro y ser su amiga.

El Preso, para ser visitado.

El Anciano, para ser atendido.

Para mí, Jesús es mi Dios.

Jesús es mi Esposo.

Jesús es mi Vida.

Jesús es mi único amor.

Jesús es mi Todo.

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras 
de la Caridad 
Jesús, la palabra para ser hablada, cp. 12
©Evangelizo.org 2001-2010

jueves, 22 de septiembre de 2011

Más de 2.000 años después, muchos aún no conocen a Jesús

¡Amor y paz!

Me pregunto si en la época de Jesús hubieran existido los actuales medios de comunicación. De seguro hubiera sido un personaje muy entrevistado, su figura hubiera sido tema de portada de revistas y redes sociales y de no pocos titulares en los periódicos y los noticieros. Aún sin la portentosa difusión de hoy, la fama del Señor corría de boca en boca.  Fue así como llegó a los oídos de quien había mandado matar al Bautista.

¡Cómo sería la preocupación del tetrarca Herodes! Éste temía que el Bautista o Elías hubieran resucitado. Sentía amenazado su poder. Para otros, en cambio, las noticias sobre Jesús suscitaban esperanza. Hoy, más de 2.000 años después, siguen difundiéndose las noticias sobre Jesús, siempre actual. Pero son muchas las actitudes y las respuestas que genera. Lo peor es que muchos aún no lo conocen.     

Los invito,  hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este jueves de la XXV semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,7-9.
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado". Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado". Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.
Comentario

"¿Quién es, pues, éste del que oigo decir semejantes cosas? "  Herodes se interroga: ¡han nacido tantos movimientos sediciosos en esa Galilea que le ha tocado gobernar! Sin embargo, su pregunta tiene otra profundidad; efectivamente, coincide con la de todos los que se sienten interpelados por la persona de Jesús y por el testimonio de los discípulos. ¿Quién es ese hombre que envía emisarios y que conmociona los espíritus?

Se hablaba de el, se contaban mil cosas sobre El, se ponían en sus labios palabras que sin duda eran inverosímiles, se le atribuían hechos que eran exagerados por el entusiasmo popular y el fervor de las pasiones... A Herodes le picaba la curiosidad. Y aquel poderoso, que debía el trono al favor de los ocupantes, quería ver a aquel individuo un tanto exótico en una Galilea demasiado provinciana.

La sabiduría popular dice que hay curiosidades malsanas... Cuando permiten abusar de un poder que ellas mismas han atribuido injustamente. Cuando alimentan el escándalo que ellas mismas explotan. Cuando se detienen en lo accesorio, erigiéndolo en lo esencial. Herodes quería ver a Jesús para exhibirlo en su corte como se exhibe un bufón: ¡ah, si pudiera ver un milagro! (cf. Lc 23, 9). Sin embargo, la curiosidad es, quizás, el primer paso para el encuentro y para la fe. El asombro, la sorpresa, la provocación son el pórtico que nos introduce en el descubrimiento de los laberintos de la casa y que nos inicia en el misterio de una morada.

Curiosidad es sinónimo de descubrimiento; es tensión hacia un objeto entrevisto, deseado. ¡Ay del amor si no es curioso! El fuego que no se aviva, está ya muerto.

¿Sentís curiosidad por Jesús? De la fe se ha dicho que es fuerte si es certeza y seguridad. Se la ha reducido a confesar unas definiciones sin alma y a reconocerse en unos dogmas fríos y secos. La fe es curiosidad, es decir, asombro que compromete a arriesgarse en la aventura, en un encuentro entrevisto y, en consecuencia, deseado. La fe es curiosidad, de forma que la duda le es indispensable. La incertidumbre y la incomprensión no son la cara contradictoria de la fe, el otro aspecto que se opondría a ella como se opone el negro al blanco. La incertidumbre y la incomprensión pertenecen al terreno de la fe como el hueco que espera ser llenado, como la espera que aguarda el encuentro, como el hambre que se alimenta con lo que pueda satisfacerla.

Dios de eterna juventud,
aviva en nosotros la sed de conocerte
y el deseo de descubrirte.
Haznos sentir curiosidad por tu Palabra:
que ella nos inicie en tu misterio
sin agotar el gozo del encuentro siempre nuevo,
incluso en los siglos sin fin.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 72 s.