¡Amor y paz!
Hoy leeremos el relato del nacimiento de Juan, el precursor, que se completará mañana con el cántico de su padre Zacarías (el Benedictus) y nos preparará así a celebrar el nacimiento de Jesús.
La figura de Juan nos invita también a nosotros a la conversión, a volvernos hacia ese Señor que viene a salvarnos, y a dejarnos salvar por él.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 4ª. semana de Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 1,57-66.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
Comentario
San Juan, por su nacimiento,
pone fin al silencio de Zacarías;
a partir de entonces ya no pudo callarse
el que engendró a la Voz que grita en el desierto (Mt 3,3)
y anuncia por adelantado la venida del Cristo.
Pero ya que la incredulidad por esta causa
había encadenado inmediatamente la lengua del padre,
su manifestación de devuelve la libertad;
así es cómo fue anunciado, después dado a luz
la Voz del Verbo, el Precursor de la Claridad,
que intercede por nuestras almas.
En ese día la Voz del Verbo desata
la voz paterna encadenada por su falta de fe;
de la Iglesia manifiesta la fecundidad,
haciendo cesar la maternal esterilidad.
Antes de la luz se adelanta el candelero,
del Sol de justicia es el reflejo (Ml 3,20),
el rayo que anuncia su venida
para la universal restauración
y la salvación de nuestras almas.
He aquí que se adelanta, de un seno estéril,
el Mensajero del Verbo divino
que iba también a nacer de un seno virginal,
de todos los hijos de mujer el más grande (Mt 11,11),
el Profeta sin igual;
porque las cosas divinas necesitan de un principio maravilloso,
ya sea la fecundidad que un ángel adelanta (Lc 1,7)
o que sin semilla se obre la concepción.
Gloria a ti, oh Dios, que haces maravillas para nuestra salvación...
Apóstol universal,
objeto del anuncio del ángel Gabriel (Lc 1,36),
retoño de la Esterilidad y más bella flor del desierto,
amigo íntimo del Esposo (Jn 3,29),
profeta digno de aclamación
ruega a Cristo se apiade de nuestras almas.
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