¡Amor y paz!
El Evangelio nos narra hoy las Bienaventuranzas. A diferencia de Mateo, que trae ocho (Mt 5.3-12), Lucas menciona sólo cuatro; pero añade, en contrapartida, otras cuatro amenazas.
Las bienaventuranzas no son prometidas a quienes son pobres porque son pobres, y las maldiciones no se dirigen contra los ricos porque son ricos. De hecho, Jesús elogia a los pobres que viven en dos mundos a la vez: el presente y el de la vida eterna, y amenaza a los ricos que no viven más que en un solo mundo, el que encadena casi inevitablemente a quien lleva una vida confortable.
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 6º Domingo del Tiempo Ordinario. El próximo, será el 1er Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 6,17.20-26.
Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Comentario
Occidente no ha querido creer en el amor como fuente de vida y felicidad para el hombre y la sociedad. Y las bienaventuranzas de Jesús siguen siendo un lenguaje ininteligible e increíble, incluso para los que se llaman cristianos.
Nosotros hemos puesto la felicidad en otras cosas. Hemos llegado, incluso, a confundir la felicidad con el bienestar. Y, aunque son pocos los que se atreven a confesarlo abiertamente, para muchos lo decisivo para ser feliz es «tener dinero».
Apenas tienen otro proyecto de vida. Trabajar para tener dinero. Tener dinero para comprar cosas. Poseer cosas para adquirir una posición y ser algo en la sociedad. Esta es la felicidad en la que creemos. El único camino que se nos ocurre recorrer para buscar la felicidad. Casi la única manera de llegar a «vivir mejor».
A veces, tiene uno la sensación de vivir en un mundo que, en el fondo, sabe que algo absurdo se encierra en todo esto, pero no es capaz de buscar una felicidad más verdadera. De alguna manera, nos gusta nuestra manera de vivir aunque sintamos que no nos hace felices.
Los creyentes deberíamos recordar que Jesús no ha hablado sólo de bienaventuranzas. Ha lanzado también amenazadoras maldiciones para cuantos, olvidando la llamada del amor y la fraternidad, ríen seguros en su propio bienestar.
Esta es la amenaza de Jesús. Quienes poseen y disfrutan de todo cuanto su corazón egoísta ha anhelado, un día descubrirán que no hay para ellos más felicidad que la que ya han saboreado.
Quizás estamos viviendo momentos críticos en los que podemos empezar a intuir mejor la verdad última que se encierra en las amenazas de Jesús: «¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis!».
Empezamos a experimentar que la felicidad no está en el puro bienestar. La civilización de la abundancia nos ha ofrecido medios de vida pero no razones para vivir. La insatisfacción actual de muchos no se debe sólo ni principalmente a la crisis económica, sino, ante todo, al vacío de humanidad y a la crisis de auténticos motivos para trabajar, luchar, gozar, sufrir y esperar.
Hay poca gente feliz. Hemos aprendido muchas cosas, pero no sabemos ser felices. Necesitamos de tantas cosas que somos unos pobres necesitados. Para lograr nuestro bienestar somos capaces de mentir, defraudar, traicionarnos a nosotros mismos y destrozarnos unos a otros. Y así, no se puede ser feliz.
Y, ¿si Jesús tuviera razón? ¿No está nuestra «felicidad» demasiado amenazada? ¿No tenemos que imaginar una sociedad diferente cuyo ideal no sea el desarrollo material sin fin, sino la satisfacción de las necesidades vitales de todos? ¿No seremos más felices cuando aprendamos a necesitar menos y a compartir más?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS
NAVARRA 1985.Pág. 309 s.
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