¡Amor y paz!
A la imagen del campo
sembrado se añaden hoy las parábolas del granito de mostaza y de la levadura. El
Reino de Dios se manifiesta de manera muy sencilla, es una realidad casi
imperceptible. Sin embargo, a medida que crece muestra sus frutos. Las dos
parábolas ilustran esta verdad.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes XVII del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio
según San Mateo 13,31-35.
También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
Comentario
Estamos acostumbrados a
deslumbrarnos ante los grandes acontecimientos y las cosas extraordinarias y
despreciamos la fuerza de lo pequeño. En cambio el proceder de Dios es
diferente: se manifiesta siempre en lo que no cuenta, en lo que es insignificante,
en lo cotidiano, en lo pequeño. De ahí que al ser humano le cuesta mucho
descubrir por dónde va Dios, y pretende encontrarlo aplicando sus propios
criterios.
El profeta, en el Antiguo Testamento, buscaba a Dios en la tormenta o en una manifestación fuerte de la naturaleza, pero sólo lo encontró en la brisa suave. Un gran edificio comienza en la base, un gran discurso comienza con una palabra, los grandes movimientos sociales empiezan por ser la idea de unos cuantos que poco a poco van contagiando a otros. Jesús sabe que el Reino no se instaura a partir de un acontecimiento extraordinario, sino a partir de la vida cotidiana vivida en la dimensión de la justicia y del amor.
El profeta, en el Antiguo Testamento, buscaba a Dios en la tormenta o en una manifestación fuerte de la naturaleza, pero sólo lo encontró en la brisa suave. Un gran edificio comienza en la base, un gran discurso comienza con una palabra, los grandes movimientos sociales empiezan por ser la idea de unos cuantos que poco a poco van contagiando a otros. Jesús sabe que el Reino no se instaura a partir de un acontecimiento extraordinario, sino a partir de la vida cotidiana vivida en la dimensión de la justicia y del amor.
El grano de mostaza es
insignificante pero tiene por dentro la capacidad de producir la vida. Al estar
dentro de la tierra tiene la fuerza suficiente para irrumpir, brotar hacia
arriba y convertirse en árbol y poder abrigar a los pájaros del cielo. Pero
este proceso requiere de tiempo. A veces somos demasiado impacientes y más aún
en estos nuestros días en que se espera eficiencia, rendimiento y utilidad en
el menor tiempo posible. Los avances tecnológicos han encontrado la forma de
acelerar muchos procesos. Nos hemos vuelto más impacientes, hemos ido perdiendo
la capacidad de esperar.
Quien acepta el Reino de
los Cielos debe comenzar desde lo de simple e insignificante, pero apuntando
con fuerza hacia el ideal de mejorar la capacidad de producir, de mantener y de
recrear la vida en el amor y en la justicia. La comparación de la levadura es
semejante a la del grano de mostaza aunque también tiene sus diferencias. Ambos
nos indican lo que sucede al interior de las personas, recordándonos que la
fuerza que transforma y hace crecer viene de adentro. Pero también es un reto
para los cristianos, que deben ser como el grano de mostaza y la levadura, para
el mundo.
Servicio
Bíblico Latinoamericano