¡Amor y paz!
El envío de los apóstoles
a una misión evangelizadora, de dos en dos, está sencillamente contado hoy por
Marcos, aunque con matices muy interesantes.
Los había elegido para que
estuvieran con él y luego los pudiera enviar a misionar. Ya han convivido con
él, lo han escuchado, han aprendido: ahora los envía a que prediquen la Buena
Nueva, con autoridad para expulsar demonios y con el aviso de que puede ser que
en algunos lugares sí les reciban y en otros no. Les hace partícipes de su
misión mesiánica. Se hace ayudar. Busca quien colabore en la tarea de la
evangelización.
Para ello les recomienda
un estilo de austeridad y pobreza -la pobreza «evangélica»-, de modo que no
pongan énfasis en los medios humanos, económicos o técnicos, sino en la fuerza
de Dios que él les transmite.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la IV Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos
6,7-13.
Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Comentario
Los cristianos -y de un
modo particular los ministros ordenados, los religiosos y los laicos más
comprometidos en la acción pastoral de una comunidad- somos enviados en medio
de este mundo a evangelizar. Dios no se sirve normalmente de ángeles ni de
revelaciones directas. Es la Iglesia, o sea, los cristianos, los que continúan
y visibilizan la obra salvadora de Cristo.
Como los doce apóstoles,
que «estaban con Jesús», luego fueron a dar testimonio de Jesús, así nosotros,
que celebramos con fe la Eucaristía, luego somos invitados a dar testimonio en
la vida. Tal vez no individualmente, cada uno por su cuenta, sino con una
cierta organización, de dos en dos, enviados y no tanto autoenviados.
También para nosotros vale
la invitación a la pobreza evangélica, para que vayamos a a misión mas ligeros
de equipaje, sin gran preocupación por llevar repuestos, no apoyándonos
demasiado en los medios humanos -que no habrá que descuidar, por otra parte-
sino en la fe en Dios. Es Dios el que hace crecer, el que da vida a todo lo que
hagamos nosotros.
Deberíamos dar ejemplo de
la austeridad y pobreza que quería Jesús: todos deberían poder ver que no nos
dedicamos a acumular «bastones, dinero, sandalias, túnicas». Que nos sentimos
más peregrinos que instalados. Que, contando naturalmente con los medios que
hacen falta para la evangelización del mundo -la Madre Teresa de Calcula
necesita millones para su obra de atención a los pobres-, nos apoyamos sobre
todo en la gracia de Dios y nuestra fe, sin buscar seguridades y prestigios
humanos. Es el lenguaje que más fácilmente nos entenderá el mundo de hoy: la
austeridad y el desinterés a la hora de hacer el bien.
También a nosotros, como a
los apóstoles, y al mismo Cristo, en algunos lugares nos admitirán. En otros,
no. Estamos avisados. Se nos ha anunciado la incomprensión y hasta la
persecución. Pero no seguimos a Cristo porque nos haya prometido éxitos y
aplausos fáciles. Sino porque estamos convencidos de que también para el mundo
de hoy la vida que ofrece Cristo Jesús es la verdadera salvación y la puerta de
la felicidad auténtica. No sólo queremos «salvarnos nosotros», sino colaborar
para que todos, nuestros familiares y conocidos, se enteren y acepten el Reino
de Dios en sus vidas.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 110-114
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 110-114