miércoles, 23 de diciembre de 2009

¡AMOR, PAZ Y BENDICIONES EN EL 2010!

A todos los integrantes del Movimiento FRATRES, a los seguidores y lectores de este blog y a sus familias les deseo que el Niño Dios los colme de bendiciones, paz y prosperidad en el 2010.

Les informo que, con motivo de las vacaciones anuales, este blog sólo volverá a ser renovado diariamente a partir del 6 de enero de 2010.

A todos los espero ese día.

¡LEVANTÉMONOS, SE ACERCA NUESTRA LIBERACIÓN!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la IV semana del Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,57-66.

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.

Comentario

Hoy, casi al final del Adviento, habría que destacar las palabras del salmo 24: Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación. Imagino que estas palabras producirían una enorme alegría si las sintieran como dirigidas a ellos todos los afectados por la marea negra del Prestige. O todos los que están atrapados por la depresión. O los que no levantan cabeza en su vida familiar. O los que han perdido su puesto de trabajo. En el evangelio se narra el nacimiento de Juan, el hijo de Isabel y Zacarías. También ellos, después de muchos años de esterilidad, alzaron la cabeza y sintieron que la liberación de Dios llegaba a ellos. De hecho, al niño no le pusieron de nombre Zacarías, como el padre, sino Juan; es decir: “Dios ha tenido compasión”. Sólo cuando Zacarías reconoce el poder de Dios vence su mudez y rompe a hablar.

Cada vez que la liturgia nos propone estas historias de esterilidad-fecundidad inyecta en nosotros una dosis de esperanza. A nosotros no suele costarnos medirnos con la esterilidad. La experimentamos a cada paso. Lo que nos cuesta es creer que Dios sigue siendo fuente de una fecundidad que supera nuestras expectativas. Si la fe consistiera simplemente en ser razonables, en ajustar el futuro a nuestras diminutas previsiones y posibilidades, entonces no merecería embarcarse en la aventura de creer. Sería una forma más de entretener un tiempo que nos sobra por todas partes.

Pero no. La Palabra de Dios nos invita a ponernos en pie, a fiarnos de Dios, a vivir el tiempo presente confiando en que las sendas del Señor son misericordia y lealtad. Tenemos que contarnos unos a otros las historias de las Isabeles y Zacarías que nos rodean. Esta sería una hermosa preparación para celebrar este año la Navidad: ¿Has oído de alguien que haya experimentado la compasión de Dios en medio de su prueba? Tú mismo, ¿no has tenido nunca la sensación de que te ahogabas y te has abierto con más fe que nunca a Dios?

Gonzalo Fernández cmf
CLARETIANOS 2002

martes, 22 de diciembre de 2009

DIOS EXALTA LA HUMILIDAD Y CENSURA LA SOBERBIA

¡Amor y paz!

Luego del saludo de Isabel, la Virgen María pronuncia un cántico de agradecimiento al Señor y para hacerlo recurre a los salmos. Es conocido como el ‘Magníficat’, proviene del Antiguo Testamento y es muy oportuno que lo recitemos a las puertas de la Navidad. Es la visión del mundo y de los seres humanos con los ojos de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes
de la 4ª. semana del Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,46-56.

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


Comentario

La lectura del evangelio es continuación de la de ayer. El cántico del "Magníficat" que entona María, está claramente inspirado en el cántico de Ana (1 S 1, 24-28). Se ha hablado, con un poco de exageración, de su carácter subversivo, se ha convertido en oración diaria de la iglesia que lo recita en el oficio vespertino de vísperas. Incluso algunos le atribuyen a su recitación poderes casi mágicos, como si fuera un talismán.

María reconoce la grandeza de Dios, expresa su alegría y agradecimiento porque el Señor se fijó en su pequeñez. Anuncia proféticamente las alabanzas que recibirá de parte de la iglesia, no por ella misma, sino por lo que Dios realizó en su persona. María anticipa el feliz anuncio que hará Jesús, de que Dios toma partido por los pobres, que dispersará a los soberbios y derribará del trono a los poderosos, para enaltecer a los humildes y colmar de bienes a los hambrientos; que de la riqueza de los pocos que las poseen no quedará nada, porque serán repartidas entre los pobres.

Todo un programa de transformación de nuestro mundo que, dos mil años después del nacimiento de Jesús, no ha sido realizado sino muy parcialmente. Y eso porque los cristianos no acabamos de tomarnos en serio el evangelio. Porque no nos hemos empeñado en anunciarlo y realizarlo. Toda una tarea para este tercer milenio que amanece.

Alguien puede decirnos que se trata de esperanzas terrenas, reivindicaciones sociales que solo afectan al más acá, olvidándose de la dimensión trascendente del hombre, de su vocación espiritual... Tendríamos que responderles que la salvación de Dios comienza a realizarse aquí en la tierra, como lo anunciaron Ana y María, como comenzó a realizarlo Jesús predicando el evangelio a los pobres, curándolos de sus enfermedades e, incluso, alimentándolos en el desierto cuando por seguirle lo habían dejado todo.

Las santas mujeres de la Escritura dan gracias por todo: por el pan, por los hijos, por la intervención de Dios a favor de los pobres y humildes, por un orden social más justo e igualitario, por el cumplimiento de las promesas hechas en el pasado, por la posibilidad de mirar el futuro con esperanza y en actitud confiada, por la salvación total que implica el cuerpo, la dignidad, el alma, los sueños, las más concretas e inmediatas necesidades, pero también las más recónditas y fundamentales, como encontrar que la vida tiene sentido cuando somos amados, y estar seguros de que el amor no muere nunca.

Hagamos nuestras las palabras de María en estas vísperas de Navidad, y cantemos con ella la alabanza.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
www.mercaba.org

lunes, 21 de diciembre de 2009

MARÍA, MODELO DE GENEROSIDAD Y SERVICIO

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la IV semana de Aviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-45.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Comentario

I. La Virgen se da del todo a lo que Dios le pide. Nuestra Señora manifestó una generosidad sin límites a lo largo de toda su existencia aquí en la tierra. La Virgen no piensa en sí misma, sino en los demás. Trabaja en las faenas de la casa con la mayor sencillez y con mucha alegría; también con gran recogimiento interior, porque sabe que el Señor está en Ella. En María comprobamos que la generosidad es la virtud de las almas grandes, que saben encontrar la mejor retribución en el haber dado: Habéis recibido gratis, dad gratis (Mateo 10, 8). La persona generosa sabe dar cariño, comprensión, ayudas materiales..., y no exige que la quieran, la comprendan, la ayuden. Da, y se olvida de que ha dado. Ahí está toda su riqueza. Descubre que amar “es esencialmente entregarse a los demás” (JUAN PABLO II, Alocución). El dar ensancha el corazón y lo hace más joven. A la Virgen le suplicamos hoy que nos enseñe a ser generosos, en primer lugar con Dios, y luego con los demás.

II. Junto a María descubrimos que Dios nos ha hecho para la entrega, y que cada vez que nos “reservamos” para nuestros planes y para nuestras cosas, a espaldas de Él, morimos un poco. Lo ”nuestro” se salva precisamente cuando lo entregamos. La generosidad con Dios ha de manifestarse en la generosidad con los demás: lo que hicisteis con uno de éstos, conmigo lo hicisteis (Mateo 25, 40). La generosidad con los demás se manifiesta de diversas maneras: saber olvidar con prontitud los pequeños agravios que se producen en la convivencia; sonreír y hacer la vida más amable a los demás; juzgar con comprensión a los demás; adelantarse en los servicios menos agradables del trabajo; aceptar a los demás como son; un pequeño elogio; un tono positivo a la conversación. Y sobre todo, facilitar el camino a quienes nos rodean para que se acerquen más a Cristo. Es lo mejor que podemos dar.

III. El Señor recompensa aquí, y luego en el Cielo, nuestras muestras, siempre pobres, de generosidad. Pero siempre colmando la medida. “Es tan agradecido, que un alzar los ojos con acordarnos de Él no deja sin premio” (SANTA TERESA, Camino de perfección) Quien tiene en cuenta hasta la más pequeña de nuestras acciones, ¿cómo podrá olvidar la fidelidad de un día tras otro? El Señor da el ciento por uno por cada cosa dejada por su amor. Un día oiremos: Ven bendito de mi Padre, al cielo que te tenía prometido (Mateo 25, 34). Oír estas palabras de bienvenida a la eternidad ya habría compensado la generosidad. Se entra en la eternidad de la mano de Jesús y de María.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
www.mercaba.org

domingo, 20 de diciembre de 2009

“¡DICHOSA TÚ POR HABER CREÍDO!”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo IV de Adviento. Estamos a las puertas de la Navidad.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-45.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".


Comentario

No se si habrá sido cierto o no, pero cuentan que en un vuelo trasatlántico, un venerable sacerdote, que regresaba de una peregrinación a tierra santa, entabló conversación con su vecino de asiento. La charla estuvo muy animada y duró gran parte del viaje. Cuando el viajero desconocido supo que el sacerdote era el cura párroco de una conocida parroquia en la ciudad donde él iba a estar unos días de trabajo, le ofreció ir el domingo a cantar en la misa mayor. El cura se excusó diciéndole que tenían un coro muy bien organizado y que no veía conveniente desplazarlo de sus funciones precisamente en la eucaristía más concurrida de toda la semana. Agradeció la gentileza del viajero, pero rechazó la oferta.

Al llegar al aeropuerto de su ciudad, después de haber hecho el proceso de migración y de haber recogido las maletas, el sacerdote salió del aeropuerto y vio a su vecino de asiento respondiendo a una multitud de periodistas con cámaras fotográficas y de televisión y toda clase de micrófonos. Picado por la curiosidad sobre la identidad de su compañero de vuelo, se acercó al primer transeúnte que se le cruzó y le preguntó si por casualidad sabía quién era ese señor que estaban entrevistando; “–Claro que se quién es. Se trata de un famoso tenor que viene a la ciudad a ofrecer una serie de conciertos. Se llama Luciano Pavarotti”.

Poco después de que María dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según tu palabra”, ella salió “de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea” a visitar a su prima Isabel, que estaba esperando a Juan el Bautista. Este encuentro sencillo de amistad, marcado por la acción de Dios en ambas mujeres, refleja la confianza de la Virgen María en la promesa que había recibido de parte de Dios. Ella creyó en la promesa que se le hizo de que sería la Madre del Salvador: “El ángel le dijo: –María no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey, como a su antepasado David, para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob. Su reinado no tendrá fin” (Lucas 1, 30-33).

Una promesa como esta no es fácil de creer. Por eso, su prima Isabel le dijo: “–¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!”.

Pidamos para que en este tiempo de Adviento, crezca en nosotros esa esperanza en que las promesas del Señor se cumplirán. Que el Señor no permita que nos contagiemos de la desconfianza que pulula hoy por todas partes. Las promesas que hemos escuchado en este tiempo son incontables. La pregunta es si las hemos escuchado como promesas electoreras que no entusiasman, o como promesas del Señor que siempre cumple su palabra. Porque nos puede pasar lo que le pasó al sacerdote de la historia, que se queda sin escuchar a Pavarotti por no confiar en lo que le ofrecían.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 19 de diciembre de 2009

NO TEMAMOS ABRIRLE LAS PUERTAS A CRISTO

¡Amor y paz!

El evangelio hoy es un recuerdo del Antiguo Testamento donde ya se contaban hechos maravillosos de la procreación de hijos pese a la esterilidad de los padres. Son los casos de Isaac (Gn 18,9-15), Sansón (Jc 13, 2-7. 24-25) y Samuel (1 Sm 1, 9-18).

En todos ellos, un ángel se presenta al padre del niño; el padre contesta aduciendo un obstáculo insuperable, como la vejez o la esterilidad; el ángel replica y da un ‘signo’; son hijos “dados por Dios”, con una misión muy especial.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 3ª. semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,5-25.

En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada. Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto". Pero Zacarías dijo al Angel: "¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada". El Angel le respondió: "Yo soy Gabriel , el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo". Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo. Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".

Comentario

“No temas Zacarías, no tengas miedo”. Por más que el ángel se esfuerza por tranquilizarle no lo logra. Y la historia que le cuenta sobre su futuro hijo aún le pone más nervioso y acaba reaccionando como quien no se la cree del todo. A Zacarías Dios lo ha “pillado” desprevenido. Hasta cierto punto es un contrasentido que esto le ocurra a un sacerdote en el momento en que se dispone a ofrecer el sacrificio en el Templo. Y entonces, el mensaje de Dios en vez de alegría provoca desconfianza.

Los mensajes de Dios son motivo de paz y serenidad. Es verdad que en determinados casos, puede costar aceptar su voluntad, pero siempre al fin se dará la paz. Por eso, cuando hay temores y desconfianza, nos cerramos a la voz de Dios y la paz se “esfuma”. Entonces entra en juego el “yo” que nos exige su contrapartida, o sea, pasar por el rasero de la inteligencia lo que Dios quiere o dispone. Nos cuesta ser humildes y entender que el designio de Dios no obedece a nuestra lógica. Porque ¿en qué lógica humana cabe este anuncio del nacimiento de Juan, sino es desde Dios? Para Él no hay nada, absolutamente nada imposible.

Zacarías estaba en la Casa de Dios, en el lugar más sagrado del Templo, donde la intimidad con Él debía ser mayor, y sin embargo, quizás su corazón no estaba preparado en aquel momento. A nosotros Jesús nos ha invitado a orar en nuestra habitación, a cerrar la puerta de nuestro espíritu para estar con Él. No tengamos miedo de “abrir de par en par las puertas a Cristo” como ha repetido tantas veces el Papa Juan Pablo II. No importa donde estemos o qué hagamos. Lo que sí importa es la actitud de nuestro corazón: abierta, confiada y dispuesta a recibir con gratitud las inspiraciones de Dios. Y, eso sí, invitando al egoísmo a hacerse a un lado para que Dios no nos “pille” desprevenidos y podamos acogerle con la misma sencillez de María.

Autor: P. José Rodrigo Escorza
www.mercaba.org

viernes, 18 de diciembre de 2009

FELIZ, JOSÉ, PORQUE HAS CREIDO

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la III Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 1,18-24.

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros". Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Comentario

La interpretación que de esta escena hacen ahora los especialistas nos sitúa a José bajo una luz mucho más amable. No es que él dude de la honradez de María. Ya debe saber, aunque no lo entienda perfectamente, que está sucediendo en ella algo misterioso. Y precisamente esto es lo que le hace sentir dudas: ¿es bueno que él siga al lado de María? ¿Es digno de intervenir en el misterio?

El ángel le asegura, ante todo, que el hijo que espera María es obra del Espíritu. Pero que él, José, no debe retirarse. Dios le necesita. Cuenta con él para una misión muy concreta: cumplir lo que se había anunciado, que el Mesías sería de la casa de David, como lo es José, «hijo de David» (evangelio), y poner al hijo el nombre de Jesús (Dios-salva), misión propia del padre.

«Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel». Admirable disponibilidad la de este joven israelita. Sin discursos ni posturas heroicas ni preguntas, obedece los planes de Dios, por sorprendentes que sean, conjugándolos con su profundo amor a María. Acepta esa paternidad tan especial, con la que colabora en los inicios de la salvación mesiánica, a la venida del Dios-con-nosotros. Deja el protagonismo a Dios: el Mesías no viene de nosotros. Viene de Dios: concebido por obra del Espíritu.

La alabanza que se hizo a María, «feliz tú porque has creído», se puede extender también a este joven obrero, el justo José.

a) ¿Acogemos así nosotros, en nuestras vidas, los planes de Dios?
La historia de la salvación sigue. También este año, Dios quiere llenar a su Iglesia y al mundo entero de la gracia de la Navidad, gracia siempre nueva.

Nos quiere salvar, en primer lugar, a cada uno de nosotros de nuestras pequeñas o grandes esclavitudes, de nuestros Egiptos o de nuestros destierros. Durante todo el Adviento nos ha estado llamando, invitándonos a una esperanza activa, urgiéndonos a que preparemos los caminos de su venida.

Él nos acepta a nosotros. Nosotros tenemos que aceptarle a él y salirle al encuentro.

b) Y a la vez, como a los profetas del A.T., y ahora a José, nos encarga que seamos heraldos para los demás de esa misma Buena Noticia que nos llena de alegría a nosotros y que colaboremos en la historia de esa salvación cercana en torno nuestro. ¿A quién ayudaremos en estos días a sentir el amor de Dios y a celebrar desde la alegría la Navidad cristiana?

No somos nosotros los que salvaremos a nadie. También aquí es el Espíritu el que actúa. Nuestra «maternidad-paternidad» dejará el protagonismo a Dios, que es quien salva.

Pero podemos colaborar, como José, desde nuestra humildad, a que todos conozcan el nombre de Jesús: Dios-salva.

«Concédenos, Señor, a los que vivimos oprimidos por el pecado, vernos definitivamente libres por el renovado misterio del nacimiento de tu Hijo» (oración)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Págs.76-79
www.mercaba.org

jueves, 17 de diciembre de 2009

JESÚS ES TOTALMENTE DIOS Y TOTALMENTE HOMBRE

¡Amor y paz!

La fiesta de Navidad está ya muy próxima. Para que nos preparemos de un modo más inmediato a ella la Iglesia la hace preceder de una "octava": ocho días que paso a paso nos conducirán al 25 de Diciembre. La preparación comienza por la primera página del evangelio según San Mateo. Libro de la genealogía de Jesucristo, Hijo de David, Hijo de Abraham...

Dios los bendiga….

Evangelio según San Mateo 1,1-17.

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia. Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

Comentario

Mateo empieza su evangelio con la página que hoy leemos (y que volvemos a escuchar en la misa de la vigilia de Navidad, el 24 por la tarde): el árbol genealógico de Jesús, descrito con criterios distintos de los de Lucas, y ciertamente no según una estricta metodología histórica. Mateo organiza los antepasados de Jesús en tres grupos, capitaneados por Abrahán, David y Jeconias (éste, por ser el primero después del destierro).

Esta lista tiene una intención inmediata: demostrar que Jesús pertenecía a la casa de David. Es la historia del «adviento» de Jesús, de sus antepasados.
Pero no se trata de una mera lista notarial. Esta página está llena de intención y nos ayuda a entender mejor el misterio del Dios-con-nosotros cuyo nacimiento nos disponemos a celebrar.

El Mesías esperado, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, se ha encarnado plenamente en la historia humana, está arraigado en un pueblo concreto, el de Israel. No es como un extraterrestre o un ángel que llueve del cielo. Pertenece con pleno derecho, porque así lo ha querido, a la familia humana.

Los nombres de esta genealogía no son precisamente una letanía de santos. Hay personas famosas y otras totalmente desconocidas. Hombres y mujeres que tienen una vida recomendable, y otros que no son nada modélicos.

En el primer apartado de los patriarcas, la promesa mesiánica no arranca de Ismael, el hijo mayor de Abrahán, sino de Isaac. No del hijo mayor de Isaac, que era Esaú, sino del segundo, Jacob, que le arrancó con trampas su primogenitura. No del hijo preferido de Jacob, el justo José, sino de Judá, que había vendido a su hermano.
En el apartado de los reyes, aparte de David, que es una mezcla de santo y pecador, aparece una lista de reyes claramente en declive hasta el destierro.

Aparte tal vez de Ezequías y Josías, los demás son idólatras, asesinos y disolutos. Y después del destierro, apenas hay nadie que se distinga precisamente por sus valores humanos y religiosos. Hasta llegar a los dos últimos nombres, José y María.
Aparecen en este árbol genealógico también cinco mujeres. Las cuatro primeras no son como para que nadie pueda estar orgulloso de que aparezcan en su libro familiar. Rut es buena y religiosa, pero extranjera; Raab una prostituta, aunque de buen corazón; Tamar una tramposa que engaña a su suegro Judá para tener descendencia; Betsabé adúltera con David. La quinta sí: es María, la esposa de José, la madre de Jesús.
Entre los ascendientes de Jesús hay tantos pecadores como santos. De veras los pensamientos de Dios no son los nuestros (Is 55,8). Aparece bien claro que él cuenta con todos, que va construyendo la historia de la salvación a partir de estas personas. Jesús se ha hecho solidario de esta humanidad concreta, débil y pecadora, no de una ideal y angélica. Como luego se pondrá en fila entre los que reciben el bautismo de Juan en el Jordán: él es santo, pero no desdeña de mostrarse solidario de los pecadores. Trata con delicadeza a los pecadores y pecadoras. Ha entrado en nuestra familia, no en la de los ángeles. Será hijo del pueblo. No excluye a nadie de su Reino.

a) También la Navidad de este año la vamos a celebrar personas débiles y pecadoras. Dios nos quiere conceder su gracia a nosotros y a tantas otras personas que tal vez tampoco sean un modelo de santidad. A partir de nuestra situación, sea cual sea, nos quiere llenar de su vida y renovarnos como hijos suyos.

Es una lección para que también nosotros miremos a las personas con ojos nuevos, sin menospreciar a nadie. Nadie es incapaz de salvación. La comunidad eclesial nos puede parecer débil, y la sociedad corrompida, y algunas personas indeseables, y las más cercanas llenas de defectos. Pero Cristo Jesús viene precisamente para esta clase de personas. Viene a curar a los enfermos, no a felicitar a los sanos. A salvar a los pecadores, y no a canonizar a los buenos. Esto para nosotros debe ser motivo de confianza, y a la vez, cara a los demás, una invitación a la tolerancia y a una visión más optimista de las capacidades de toda persona ante la gracia salvadora de Dios.

b) La Iglesia de Cristo puede no gustarnos, pero no podemos escandalizarnos y rechazarla. Es una comunidad frágil, débil, pero encargada de transmitir y realizar el programa de vida de Cristo Jesús. Si antes de Cristo la lista era la que hemos leído, después de Cristo no es mucho mejor: Cristo eligió a Pedro y Pablo, Pablo eligió a Timoteo, Timoteo a... y nuestros padres nos transmitieron la fe a nosotros, que somos frágiles y pecadores, y nosotros la comunicaremos a otros. No es cuestión de mitificar la historia de la salvación ni antes ni después de Cristo. Todos somos pobres personas. Lo que sí tenemos que hacer es aceptarnos a nosotros mismos, y aceptar a los demás, a la Iglesia entera, y reconocer la obra de Dios en todos.
La Navidad la celebraremos mucho mejor si sabemos hacernos solidarios de las personas que Dios ama. La salvación es para todos, para las personas normales, no sólo para las santas y famosas, que hacen obras espectaculares o sorprenden a todos con sus milagros y genialidades. Dios eligió también a personas débiles y pecadoras. Jesús no renegó de su árbol genealógico porque en él encontrara personas indeseables.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 72-76
www.mercaba.org

miércoles, 16 de diciembre de 2009

¿EN QUIÉN HEMOS PUESTO NUESTRA ESPERANZA?

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 3ª. semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 7,18-23.

Juan fue informado de todo esto por sus discípulos y, llamando a dos de ellos, los envió a decir al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". Cuando se presentaron ante él, le dijeron: "Juan el Bautista nos envía a preguntarte: '¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?'". En esa ocasión, Jesús curó mucha gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados: "Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".

Comentario

Hoy, cuando vemos que en nuestra vida no sabemos qué hemos de esperar, cuando a veces perdemos la ilusión porque no nos atrevemos a mirar más allá de nuestras deficiencias, cuando estamos alegres por ser fieles a Jesucristo y, a la vez, inquietos o lánguidos por no saborear los frutos de nuestra misión apostólica, el Señor quiere que nos preguntemos como Juan Bautista: «¿Debemos esperar a otro» (Lc 7,20).

Está claro, el Señor es “listo”, y quiere aprovechar esta incertidumbre —por cierto, de lo más normal— para que hagamos examen de toda nuestra vida, veamos nuestras deficiencias, nuestros esfuerzos, nuestras enfermedades... y, así, nos reafirmemos en nuestra fe y multipliquemos “infinitamente” nuestra esperanza.

El Señor no tiene límites a la hora de cumplir su misión: «Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios...» (Lc 7,22). ¿Dónde tengo puesta mi esperanza? ¿Dónde tengo situada mi alegría? Porque la esperanza está íntimamente relacionada con la alegría interior. El cristiano, como es natural, ha de vivir como una persona normal de la calle, pero siempre con los ojos puestos en Cristo, que no falla nunca. Un cristiano no puede vivir su vida al margen de la de Cristo y de su Evangelio. Centremos nuestra mirada en Él, que todo lo puede, absolutamente todo, y no pongamos límites a nuestra esperanza. «En Él encontrarás mucho más de lo que puedes desear o pedir» (San Juan de la Cruz).

La liturgia no es un “juego sagrado”, y la Iglesia nos da este tiempo de Adviento porque quiere que cada creyente reanime en Cristo la virtud de la esperanza en su vida. Frecuentemente, la perdemos porque confiamos demasiado en nuestras fuerzas y no queremos reconocernos “enfermos”, necesitados de la mano sanadora del Señor. Pero así ha de ser, y como Él nos conoce y sabe que todos estamos hechos de la misma “pasta”, nos ofrece su mano salvadora. —Gracias, Señor, por sacarme del barro y llenarme de esperanza el corazón.

Rev. D. Bernat Gimeno i Capín (Barcelona, España)
www.mercaba.org

martes, 15 de diciembre de 2009

OBRAS SON AMORES…

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, para leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la III Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 21,28-32.


"¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'. El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.


Comentario

Seguramente nos es bastante familiar este refrán: “Obras son amores, que no buenas razones”. Es probable que nosotros mismos lo hayamos pronunciado miles de veces. Y, sin embargo, parece que en muchas ocasiones nos olvidamos fácilmente de él....

En el Evangelio de hoy nuestro Señor nos cuenta la historia de dos hijos. Su padre les pide que vayan a trabajar a la viña. El primero responde de un modo muy poco cortés y un tanto violento: – ¡No quiero!” –le dice al padre. En cambio, el otro, con palabras muy atentas y comedidas, dignas incluso de un caballero: –“Voy, señor” –le contesta, pero no va. En cambio, el hijo rebelde y “rezongón” se arrepiente y va a trabajar. Y Cristo pregunta a sus oyentes: –“Cuál de los dos hizo lo que quería el padre?”–. La respuesta era obvia: el primero. Sus obras lo demostraron.

Y, después del “cuentito”, el Señor dirige unas palabras muy duras a los sumos sacerdotes y jefes del pueblo que le oían: –“Yo os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”–. ¡Un juicio duro, pero muy certero! ¿Por qué? Porque los pecadores y las prostitutas son como el primer hijo de la parábola: a pesar de que sus palabras no eran las más “bonitas” y adecuadas, ellos hicieron la voluntad del Padre: creyeron en Cristo y se convirtieron ante su predicación. Mientras que los fariseos y los dirigentes del pueblo judío, que se consideraban muy justos y observantes, y se sentían muy seguros de sí mismos, ésos son como el segundo hijo: sus “pose” externo es muy respetuoso y comedido, pero NO obedecen a Dios. Y lo que Cristo quería era que hicieran la voluntad del Padre.

Yo creo que lo que nuestro Señor quiere decirnos con esta parábola es, en definitiva, que lo que verdaderamente importa para salvarse no son las palabras, sino las obras. O, mejor: que las palabras y las promesas que hacemos a Dios y a los demás cuentan en la medida en que éstas van también respaldadas por nuestras obras y comportamientos. Éstas son las que mejor hablan: las obras, no los bonitos discursos; las obras, no los bellos propósitos o los nobles sentimientos nada más.

Se cuenta que en una ocasión, la hermana pequeña de santo Tomás de Aquino le preguntó: –“¿Tomás, qué tengo yo que hacer para ser santa?”–. Ella esperaba una respuesta muy profunda y complicada, pero el santo le respondió: “Hermanita, para ser santa basta querer”. ¡Sí!, querer. Pero querer con todas las fuerzas y con toda la voluntad. Es decir, que no es suficiente con un “quisiera”. La persona que “quiere” puede hacer maravillas; pero el que se queda con el “quisiera” es sólo un soñador o un idealista incoherente. Éste es el caso del segundo hijo: él “hubiese querido” obedecer, pero nunca lo hizo. Aquí el refrán popular vuelve a tener la razón: “del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Por eso, nuestro Señor nos dijo un día que “no todo el que me dice ‘¡Señor, Señor!’ se salvará, sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo”. Palabras muy sencillas y escuetas, pero muy claras y exigentes. Y nosotros, ¿cuál de estos dos hijos somos?

www.mercaba.org

lunes, 14 de diciembre de 2009

JESÚS ENSEÑA CON AUTORIDAD. ¿Y NOSOTROS?

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 3ª. semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 21,23-27.

Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si respondemos: 'Del cielo', él nos dirá: 'Entonces, ¿por qué no creyeron en él?'. Y si decimos: 'De los hombres', debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta". Por eso respondieron a Jesús: "No sabemos". El, por su parte, les respondió: "Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto".

Comentario

Cristo ha venido a purificar nuestras conciencias de todo pecado y a darnos la salvación. Él no viene con una autoridad humana, sino con la autoridad que ha recibido de su Padre Dios, pues el Padre y Él son uno.

No porque hayamos recibido el Bautismo y, en razón de él, seamos templo del Espíritu Santo, tenemos asegurada la salvación eterna. El Señor nos pide que demos fruto, y que lo demos en abundancia, pues quien se cierre al amor de Dios y al amor al prójimo, quien viva en una soledad espiritual, quien piense que está en paz con el Señor porque le da culto, pero desprecia a su prójimo, se está engañando a sí mismo. No basta ofrecer el Sacrificio al Señor, es necesario que nuestro interior quede libre de egoísmos, de injusticias sociales, de persecuciones injustas, de falta de amor fraterno y solidario.

No podemos cerrar nuestro corazón al llamado que Dios nos hace a la conversión por medio de su Iglesia, pues por su medio la Palabra de Dios se actualiza entre nosotros, y al mismo tiempo el Señor continúa, por medio de ella, presente entre nosotros con todo su poder salvador. ¿Realmente creemos esto?

Ante el Señor y confrontando nuestra vida con su Palabra, reconocemos nuestras miserias, nuestros pecados; y no sólo pedimos perdón, sino que estamos totalmente dispuestos a reiniciar nuestro camino en el bien, libres de todo aquello que nos divide o destruye.

El Señor, con un gran amor hacia nosotros, se acerca a cada uno para manifestársenos como el Dios y Padre de misericordia. Que Él purifique nuestras conciencias de todo pecado, pues tiene poder y autoridad para hacerlo. Que Él nos descubra sus caminos para seguirlos, y nos haga brillar con su luz para que jamás nos convirtamos en motivo de maldición, sino de bendición para todos cuantos nos traten.

(…) Sabemos que hemos recibido el poder salvador de Dios, pues el Señor nos lo ha querido participar. La Iglesia de Cristo no tiene un poder humano sino divino. La Iglesia tiene como principal encomienda el trabajar para que todos los hombres, de todos los tiempos y lugares, se reconcilien con Dios y se reconcilien entre sí, de tal forma que vivamos como hijos de Dios unidos por un auténtico amor fraterno.

Trabajar por la paz, por la unidad, por el bien de todos es la forma como la Iglesia manifiesta el poder que ha recibido de su Señor. Quien en lugar de preocuparse por su prójimo lo aplasta o destruye; quien en lugar de ser motivo de bendición se convierte en maldición para los demás, no podemos decir que realmente esté cumpliendo con la vocación que ha recibido de ser para todos un signo del amor salvador del Señor. No dejemos que nuestra fe en el Señor se nos diluya. Si realmente creemos en Cristo, si realmente esperamos de Él la salvación, aceptemos al Señor que se acerca a nosotros para purificarnos y renovarnos, de tal forma que en adelante seamos criaturas nuevas en Cristo.

www.homiliacatolica.com

domingo, 13 de diciembre de 2009

JUAN LE ANUNCIA BUENAS NOTICIAS A LA GENTE

¡Amor y paz!

Juan el Bautista se constituye hoy en figura, porque anuncia la llegada del Señor Jesús a quien, lo confiesa, ni siquiera es digno de desatar la correa de sus sandalias.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo III de Adviento. Prendemos la tercera vela de la corona.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 3,10-18.

La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". El les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Comentario

* "El Señor está cerca": El anuncio de la venida del Señor es para los creyentes motivo de inmensa alegría: "Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres... El Señor está cerca".

Y lo mismo que Pablo, así también el profeta Sofonías: "Regocíjate, hija de Sión..." Y es que se trata de una buena noticia, de la mejor de todas las noticias que podemos recibir. Como la lluvia que alegra los campos después de una pertinaz sequía y los hace reverdecer, así es la palabra de Dios, la promesa y el anuncio de su venida, que estimula la esperanza en el corazón de los creyentes. Esta alegría, esta esperanza, esta "moral" que nos da el evangelio, es su primer fruto y la primera manifestación de la fe en un mundo desmoralizado.

* "¿Entonces, qué hacemos?": Pero el anuncio de lo que aún está por ver y por venir, de lo que será y de lo que seremos cuando venga el Señor sobre las nubes, descubre también ante nuestros ojos la situación real en la que todavía nos hallamos y, por tanto, la necesidad de un cambio en nuestras vidas, en nuestras costumbres, en nuestras relaciones humanas, individual y colectivo. Porque todo puede y debe cambiar ante la venida del Señor que se acerca. La esperanza que nos infunde la promesa es el motor del cambio, es la fuerza de la conversión. Una fuerza que nos permite sobreponernos a la situación y tomarla a nuestro cargo con alegría, responsablemente. Que nos ayuda a salir de ella hacia adelante. La conversión siempre es hacia adelante, hacia el Señor que se acerca, y en modo alguno consiste en detenerse ni tan siquiera para llorar o lamentar un estado de cosas. El que espera de verdad no se hace constantemente la pregunta de qué es lo que ha hecho, sino que se pregunta qué debe hacer: "¿Entonces, qué hacemos?".

* "El que tenga dos túnicas...": Convertirse al evangelio, responder al anuncio de la venida del Señor, es algo tan concreto como dar una túnica al que no la tiene, o compartir lo que tenemos para que haya igualdad entre unos y otros.. "El que tenga dos túnicas, que se las reparte con el que no tiene". La conversión es muy personal, pero no se queda en el corazón y se expresa y se realiza como acercamiento y conversión a las necesidades del prójimo.

A los publicanos o cobradores de impuestos, representantes de la administración pública, Juan Bautista les dice que no cobren más de lo que es justo. Y a los soldados que no hagan extorsión a nadie, ni se aprovechen con denuncias y se contenten con la soldada. Son tres ejemplos que bien podrían aplicarse hoy a nuestra sociedad: ¿Hay algo más urgente que nivelar y compartir, que acabar con las desigualdades, que repartir el trabajo y el fruto del trabajo, para que cada ciudadano tenga su túnica y su dignidad? ¿Y qué diremos de la corrupción administrativa y de la necesidad inaplazable de reformar la administración pública? Y lo mismo del ejército, que no ha de ser un cuerpo extraño y en contra de la sociedad, sino para su servicio: "No hagáis extorsión a nadie", no os aprovechéis de la fuerza.

* Hagamos un mundo más humano: Este mundo no es el reino de Dios sino el reino del egoísmo. Este mundo no es bueno, porque no es bueno para todos, porque no hay igualdad, ni fraternidad, ni libertad, porque cada uno va a lo suyo y el hombre es como un lobo para el hombre. Los cristianos no estamos en este mundo para ganarnos el cielo, sino más exactamente para hacer que este mundo sea más humano y más conforme a la voluntad de Dios. Porque no estamos de paso por el mundo, sino que llevamos con nosotros el mundo, a espaldas de nuestra responsabilidad, y no podemos peregrinar y llegar a la presencia de Dios y entrar en su reino si perdemos el hato, si no entramos con el mundo que nos ha confiado.

Desentenderse del mundo es desentenderse de los hombres, que son nuestros hermanos. Es pasar de largo ante los que sufren y lloran, ante los que son tratados injustamente, ante los marginados, ante el hambre, la violencia... En este sentido, no sólo la propiedad privada puede ser un robo o una retención injusta de lo que debemos compartir con los demás, sino también la vida privada, aunque ésta se llene de oraciones y soliloquios divinos. Porque la vida privada, y en nuestro caso la privatización de la fe, sería despojar a los hombres del amor y de la ayuda que les debemos por voluntad de Dios.

EUCARISTÍA 1982, 57
www.mercaba.org

sábado, 12 de diciembre de 2009

¡QUE SE RECONCILIEN PADRES E HIJOS!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 2ª. semana del Tiempo Ordinario.

Nos unimos hoy muy especialmente a los hermanos de México, que celebran la solemnidad de la Virgen de Guadalupe. Que Nuestra Señora interceda por ellos y por todos nosotros.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 17,10-13.

Entonces los discípulos le preguntaron: "¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?". El respondió: "Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre". Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista.

Comentario

a) Las lecturas de hoy nos sitúan a todos ante una alternativa. ¿Sabemos leer los signos de los tiempos, sabemos distinguir la presencia de los profetas y de Jesús mismo en nuestra vida? ¿Y la aceptamos?

A nuestro alrededor hay muchos testigos de Dios, hombres y mujeres que nos dan testimonio de Cristo y de su Evangelio, personas fieles que sin actitudes espectaculares nos están demostrando que sí es posible vivir según las bienaventuranzas de Cristo. Lo que pasa es que tal vez no queremos verlas.
Como los apóstoles no querían entender el mesianismo de Jesús, que era distinto del que ellos esperaban. Como los fariseos y autoridades de Israel no querían reconocer en Jesús de Nazaret al esperado de tantos siglos, porque no encajaba en sus esperanzas.

b) Está terminando la segunda semana de este Adviento. Si todo iba a consistir sólo en introducir cantos propios de este tiempo en nuestro repertorio, o en cambiar el color de los vestidos de la liturgia, o en colocar coronas y velas junto al libro de la Palabra, entonces sí que es fácil celebrar el Adviento. Pero si se trataba de que hemos de preparar seriamente la venida del Señor a nuestras vidas, que es la gracia de la Navidad, y no sabemos darnos cuenta de los signos de esta venida en las personas y los acontecimientos, y no nos hemos sentido interpelados para «renovarlo todo» en nuestra existencia, entonces el Adviento son sólo hojas del calendario que van pasando, y no la gracia sacramental que Dios había pensado.

Tenemos que decir desde lo profundo de nuestro ser: «Oh Dios, restáuranos», «que amanezca en nuestros corazones tu Unigénito, y su venida ahuyente las tinieblas del pecado y nos transforme en hijos de la luz» (oración). Y decirlo con voluntad sincera de dejar que Dios cambie algo en nuestra vida.

c) Más aún, los cristianos somos invitados a ser Elías y Bautista para los otros: a ser voz que anuncia y testimonio que contagia, y contribuir a que otros también, en nuestra familia, en nuestra comunidad, se preparen a la venida del Señor, y se renueve algo en nuestro mundo, y suceda de veras esa señal que anunciaba el profeta, que «se reconcilien padres e hijos».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 48-50
www.mercaba.org

viernes, 11 de diciembre de 2009

CONVERTIRSE A LAS REPETIDAS LLAMADAS DE DIOS QUE VIENE

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y a recitar el himno, en este viernes de la 2ª. semana del Tiempo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,16-19.

¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'. Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras".

Himno de Adviento

No te enojes, Señor, no te acuerdes más de nuestros pecados. He aquí que Sión, tu ciudad santa, Jerusalén, el lugar donde reside tu santidad y tu gloria, ha sido devastada, allí dnde nuestros padres cantaron tus alabanzas. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (cf Is 64,8s; 45,8).

Hemos pecado y nos hemos hecho semejantes a los paganos. Como hojas muertas hemos caído y nuestros pecados nos han alejado de ti. Tú nos has escondido tu rostro y nos has destrozado a causa de nuestros pecados. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (cf. Is 64,5ss).

¡Mira, Señor, el abatimiento de tu pueblo y envíanos aquel que ha de venir! Envía al Cordero, el soberano del universo, desde la roca del desierto hasta el monte de la Hija de Sión, que nos libere del yugo de nuestros pecados. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (Ap 5,12; Sl 77,15; Is 9,3).

Consuélate, consuélate pueblo mío, porque pronto vendrá tu Salvador y tu rey. ¿Por qué te dejas consumir por la tristeza? ¿Es porque tu dolor ha vuelto sobre ti? No temas, que yo te salvaré. Porque yo soy tu Salvador, tu Señor y tu Dios, el Santo de Israel, tu pastor, tu redentor. Cielos, derramad vuestra justicia, que de las nubes venga la salvación (Is 40,1s).

Liturgia latina
Himno de Adviento: Rorate caeli
©Evangelizo.org 2001-2009

jueves, 10 de diciembre de 2009

COMO EL BAUTISTA, TODOS TENEMOS UNA MISIÓN

¡Amor y paz!

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 2a. semana de Adviento.

Dios los bendiga...

Mateo 11,11-15

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «Les aseguro que no ha surgido entre los hombres nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él. Desde que apareció Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos pretenden apoderarse de él. Pues todos los profetas y la ley anunciaron esto hasta que vino Juan. Y es que, lo acepten o no, él es Elías, el que tenía que venir. El que tenga oídos, que oiga».

Reflexión

Juan Bautista aparece en el Evangelio como la figura del hombre que precede a Cristo. Y no cabe duda que la misión de Juan Bautista, la misión de preparar el camino del Redentor, la misión de precursor se encaja en su vida como algo que él tiene que vivir, que tiene que aceptar.

La vocación de Juan Bautista no se da simplemente por el hecho de que Dios llama a su vida; también se da, se cuaja, se fecunda, se madura porque, con su libertad, Juan Bautista acepta esta misión. Ya su padre Zacarías había hablado de su misión cuando Juan es llevado a circuncidar. Zacarías dice que ese niño “será llamado Profeta del Altísimo porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, para anunciar a su pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados”.

Esta es la misión del precursor, ser el hombre que va delante del Señor, que prepara sus caminos y que anuncia el gran don que es el perdón de los pecados. Lo que hace grande a Juan es que la misión que Dios le propone, él la lleva a cabo. Y el hecho de que sea el precursor, de alguna manera, se convierte para Juan Bautista no sólo en un motivo de gloria para él, sino que también se convierte en el modo en el que él llega a nuestras vidas.

También en cada uno de nosotros se realiza una misión semejante. En cierto sentido, cada uno de nosotros es un precursor, es un hombre o una mujer que va delante en el camino de la Redención. Todos estamos llamados, al igual que Juan Bautista, a realizar, a llevar a cabo nuestra misión.

¿Hasta qué punto valoramos la misión que se nos encomienda? ¿Sabemos apreciar el don que hemos recibido? Un don que, como dirá Zacarías, no es otra cosa sino “el Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. Ese es el don que recibimos, el don que Cristo viene a traer.

Pero, el don que Cristo viene a traer, lo trae a través de otras personas, a través de precursores. ¿Yo valoro el don de Cristo, el don que yo puedo dar a mis hermanos? ¿Me doy cuenta de la inmensa riqueza que supone para mi vida, pero también la inmensa riqueza que supone para los demás? Cuántos hombres —como dirá también Zacarías— viven en manos de sus enemigos y en manos de todos los que los aborrecen. Cuántos hombres y mujeres son atacados, denigrados, humillados, hundidos, manipulados.

Y sin embargo, la misericordia de Dios tiene que llegar a sus vidas. Pero ¿cómo va a llegar si no hay nadie que lo proclame, si no hay nadie que vaya delante del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo la salvación? ¿Cuántos corazones no podrán encontrarse con Cristo en esta Navidad?

En estos días en que nos estamos preparando de una forma más intensa para el Nacimiento de Nuestro Señor, tendríamos que preguntarnos ¿cuántos corazones, por mi omisión, por mi falta de delicadeza, por mi falta de preocupación, quedarán sin encontrarse con Dios? ¿Cuántos corazones en las familias, cuántos corazones en el ambiente, cuántos corazones en el ámbito laboral y social no van a saber que Cristo nace para ellos y por ellos? ¿No va a haber nadie que se los enseñe, no va a haber nadie que les predique el camino de la Salvación?

¿Podremos ser tan egoístas como para cerrar el conocimiento de la salvación a los demás? Nuestro corazón no puede pensar tanto en sí mismo como para olvidarse del don que tiene para dárselo a otro. Es una tarea que tenemos que hacer; pero no la podemos hacer si no valoramos primero el don que podemos tener en nuestras manos, si no somos nosotros los que acogemos, los que recibimos el don de Dios. Un don que tiene que vivirse, que tiene que manifestarse, de una manera muy especial, a través de nuestro testimonio de vida; un don que no es tanto la teoría y consejos que podemos decir a los demás, sino sobre todo, lo que nosotros estamos haciendo con nuestra vida.

¡De qué poco nos serviría decir que valoramos mucho el don de Cristo que viene en esta Navidad si no lo transmitiéramos, si no lo diéramos a los demás! ¡De qué poco serviría que dijéramos que queremos ser estos profetas del Altísimo que van delante del Señor para preparar sus caminos, si nuestra vida no se transforma, si nuestra vida no recibe esa visita de Dios, si nuestra vida no quiere ser recibida por Cristo nuestro Señor! No se puede, es imposible. Antes que redimir a otros, hay que redimir mi corazón, hay que cambiar mis actitudes, hay que cambiar mi comportamiento. Tengo que ser el primer redimido. Tengo que redimir mi corazón, tengo que cambiar mis actitudes, tengo que ser el primero que acepta a Cristo como el que me salva de mis pecados, como el que me salva de mis fragilidades.

Jesús en el Evangelio dice: “El que tenga oídos para oír, que oiga”, que es una forma hebrea de decir que quien esté dispuesto, quien quiera, que escuche mi palabra. Pero hay una cosa muy clara, ninguno de nosotros entrará en el camino de la paz que Zacarías profetiza cuando ve a su hijo, si no somos capaces de oír lo que Dios nos pide, el cambio concreto que Dios pide a cada uno.

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

miércoles, 9 de diciembre de 2009

EN JESÚS ENCONTRARÁN CONSUELO LOS AFLIGIDOS

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 2ª. Semana de Aviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,28-30.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".

Comentario

a) Quién más quién menos, todos andamos un poco agobiados por la vida. Somos débiles y sentimos el cansancio de tantas cosas como llevamos entre manos. La enfermedad del «estrés» es la que más caracteriza al hombre moderno, juntamente con la soledad y la desorientación. Y además nos sentimos muchas veces bloqueados por el pesimismo, el materialismo, la búsqueda de la comodidad, la intransigencia, los rencores, las pasiones, la sensualidad.

El Adviento nos invita a no dudar nunca de Dios. Nos hace el anuncio cargado de confianza: Cristo Jesús vino y sigue viniendo a nuestra historia para curarnos y fortalecernos, para liberarnos de miedos y esclavitudes, de agobios y angustias. No nos sucederán milagros. Pero si de veras acudimos a él, siguiendo su invitación, encontraremos paz interior y serenidad, y fuerza para seguir caminando.

El Adviento es escuela de esperanza y espacio de paz interior. Porque Dios es un Dios que siempre viene, en Cristo Jesús, y está cerca de nosotros y conoce nuestra debilidad.

b) Esta imagen acogedora de Cristo debería ser también la que ofreciera a todos la Iglesia, su comunidad, o sea, cada uno de nosotros. Este tiempo de Adviento nos invita a que seamos personas que acogen, que al dolor o a la búsqueda de las personas no responden con legalismos y exigencias, sino con comprensión; personas que infunden paz y regalan ánimos a tantos y tantos que están desfallecidos por el camino; testigos y heraldos de esperanza, que es lo que más falta hace a este mundo.

En los tiempos actuales, tal vez más que nunca, existe vacío de Dios, poca unidad y armonía en la propia existencia, huida hacia las soluciones más inmediatas y fáciles, olvido de la Buena Noticia de que en Cristo Jesús tenemos la verdadera alegría y la respuesta de Dios a todas nuestras preguntas. Nosotros, los cristianos, deberíamos ser los instrumentos de los que Dios se sirve hoy para infundir más armonía y paz a las personas, recordando nosotros mismos y siendo luego pregoneros para los demás del gran acontecimiento que celebramos, la presencia de Dios en nuestra vida.

El Adviento no es sólo poesía. Es compromiso de colaboración con el Dios liberador que no quiere esclavitud ni ceguera ni sufrimiento en el mundo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Págs. 40-42
www.mercaba.org

¡AVE MARÌA, LLENA ERES DE GRACIA!

¡Amor y paz!

Ofrezco disculpas por no haber podido subir ayer martes los textos de la Palabra de Dios y el comentario, debido a problemas técnicos. Los invito a leer y meditar lo correspondiente a la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,26-38.

En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.

COMENTARIO

Hoy, el Creador de todas las cosas, el Verbo de Dios, ha hecho una obra nueva, salida del corazón del Padre para ser escrita, como con una caña, por el Espíritu que es la lengua de Dios... Hija santísima de Joaquín y Ana, que has escapado a las miradas de los Principados y de las Fuerzas y «de las flechas incendiarias del Maligno» (Col 1,16; Ef 6,16), has vivido en la cámara nupcial del Espíritu, y has sido guardada intacta para ser la esposa de Dios y Madre de Dios a través de la naturaleza... Hija amada de Dios, honor de tus padres, generaciones y generaciones te llamaran bienaventurada, como con verdad lo has afirmado (Lc 1,48). ¡Digna hija de Dios, belleza de la naturaleza humana, rehabilitación de Eva nuestra primera madre! Porque por tu nacimiento se ha levantado la que había caído... Si por la primera Eva «entró el pecado en el mundo» (Sab 2,24; Rm 5,12), porque se puso al servicio de la serpiente, María, que se hizo la servidora de la voluntad divina, engañó a la serpiente engañosa e introdujo en el mundo la inmortalidad.

Tú eres más preciosa que toda la creación, porque sólo de ti compartió las primicias de nuestra humanidad. Su carne fue hecha de tu carne, su sangre de tu sangre; Dios se alimentó de tu leche, y tus labios tocaron los labios de Dios... En la presciencia de tu dignidad, el Dios del universo te amó; tal como te amó, te predestinó y «al final de os tiempos» (1P 1,20) te llamó a la existencia...
Que Salomón, el gran sabio, se calle; que ya no vuelva a decir:«No hay nada nuevo bajo el sol» (Eccl 1,9).

San Juan Damasceno (hacia 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía para la Natividad de la Virgen.
©Evangelizo.org 2001-2009

lunes, 7 de diciembre de 2009

JESÚS NOS LIBERA DE LA ENFERMEDAD Y LOS PREJUICIOS

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 2a. semana de Adviento.

Ofrezco disculpas por la demora en subir la respectiva información, debido a que he tenido problemas con mi sistema de computación. Espero solucionarlos lo más pronto.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Lucas 5,17-26.

Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar. Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús. Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. Al ver su fe, Jesús le dijo: "Hombre, tus pecados te son perdonados". Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: "¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: "¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados están perdonados', o 'Levántate y camina'?. Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa". Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: "Hoy hemos visto cosas maravillosas".

Comentario

El paralítico estaba totalmente postrado. Su limitación no le permitía desempeñarse como cualquier otro ser humano. Esta limitación que de por sí era oprobiosa, aumentaba más con la marginalidad a que era sometido por la mentalidad vigente en aquella cultura. Como enfermo estaba totalmente desplazado de la comunidad humana. Se consideraba, en general, que la enfermedad provenía del pecado. Si un ser humano enfermaba, se pensaba que, necesariamente, era un pecador. Cuanto más grave su enfermedad, tanto mayor era el pecado que se suponía habría cometido. Si no hubiera sido él, la familia o algún antepasado.

Los sacerdotes, escribas y los fanáticos religiosos guardaban celosamente los prejuicios de la cultura como normas absolutas e inalterables. Sometían a la población a un régimen de ideas que los ataba a la estructura ideológica del sacralismo y el perfeccionismo legal. En ese esquema, el enfermo no tenía alternativa. Era expulsado de la comunidad y ya no era reconocido prácticamente como ser humano.

Jesús rompe ese esquema y propone una visión amplia, generosa, tierna. El ser humano, cualquiera que sea, tiene un valor tan grande que las normas y los prejuicios tienen que modificarse para que la persona sea el centro de la vida. La fe de un pueblo, tiene que partir de que el Dios de la Vida está en medio de ellos para hacerlos crecer en dignidad, justicia y solidaridad. La fe en Dios, por tanto, no se puede utilizar para marginar y recriminar a nadie.

Este orden de convicciones, este credo vital y liberador, es el que Jesús aplica en la discusión con los fanáticos religiosos. El ser humano, no importa qué dignidad y cargo ocupe, no está en el mundo para reprimir a sus hermanos y someterlos a la servidumbre de las costumbres. "¿Quién puede perdonar los pecados sino Dios?" La función del ser humano, del Hijo del Hombre, es liberar a la humanidad atormentada y darle posibilidades de comenzar aquí y ahora el camino de redención. "Te lo ordeno, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa". Por eso la persona postrada por la enfermedad y oprimida por los prejuicios religiosos y legales es liberada definitivamente. El paralítico se pone en pie y recupera su dignidad humana. Ahora, es capaz de seguir por sus propios medios el camino que elige y no está sometido ya a lo que los demás decidan por él.

Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org

domingo, 6 de diciembre de 2009

COMO JUAN, PREPAREMOS EL CAMINO DEL SEÑOR

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo II de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 3,1-6.

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.

COMENTARIO

Hace algunos días un amigo me contaba la historia de su abuela que bordaba unos manteles muy hermosos. “Cuando era niño me quedaba junto a ella las tardes enteras charlando mientras sus hábiles manos danzaban en perfecta armonía con los hilos y las telas. Su estado de ánimo variaba dependiendo del día. A veces estaba alegre y conversadora; otras lucía seria y silenciosa. Y de vez en cuando se quejaba más de la cuenta. Sin embargo siempre, sin importar el día, cosía con la misma mística. Frecuentemente la encontraba en su silla, dormitando, con la cabeza inclinada levemente hacia adelante, pero aferrada con firmeza a su tejido. Durante semanas sus bordados me parecían extraños y confusos, puesto que mezclaba hilos de distintos colores y texturas, que se veían en completo desorden. Cuando le preguntaba qué estaba tejiendo o bordando, sonreía y gentilmente me decía: –Ten paciencia, ya lo verás. Al mostrarme la obra terminada, me percataba que donde había habido hilos de colores oscuros y claros, resplandecía bordada una linda flor o un precioso paisaje. Lo que antes parecía desordenado y sin sentido, se entrelazaba creando una hermosa figura. Me sorprendía y le preguntaba: –Abuela, ¿cómo lo haces? ¿Cómo puedes tener tanta paciencia? –Es como la vida –respondía–. Si te fijas en la tela y los hilos en su estado original, se asemejarán a un caos, sin sentido ni relación, pero si recuerdas lo que estás creando, todo tendrá sentido”.

Cuando leo las circunstancias que describe el Evangelio que nos presenta hoy la liturgia, tengo la impresión de ver un tejido, todavía sin forma, como el de la abuela de mi amigo: “Era el año quince del gobierno del emperador Tiberio, y Poncio Pilato era gobernador de Judea. Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo gobernaba en Iturea y Traconítide, y Lisanias gobernaba en Abilene. Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes”. Pero cada uno de estos hilos, con los que Dios iba tejiendo la historia humana, se iba también tejiendo la historia de nuestra salvación.

Dice san Lucas que “por aquel tiempo, Dios habló en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías, y Juan pasó por todos los lugares junto al río Jordán, diciendo a la gente que ellos debían volverse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonara sus pecados”. El oficio de Juan el Bautista ha sido siempre reconocido como el anuncio de la llegada del Mesías; Juan fue quien supo señalar, entre la multitud, al Cordero de Dios que venía a quitar el pecado del mundo. Juan le enseñó a la gente a reconocer, entre los hilos y las telas de una historia confusa, la presencia del Emmanuel, es decir, del Dios con nosotros, que se hizo historia y sangre, pueblo y cultura, súplica y grito de protesta, en el vientre de María, la Virgen fecunda, la llena de gracia y simpatía.

Juan viene a dar cumplimiento a la profecía de Isaías que invitaba a levantar la voz en medio del desierto: “Preparen el camino del Señor; ábranle un camino recto. Todo valle será rellenado, todo cerro y colina será nivelado, los caminos torcidos serán enderezados, y allanados los caminos disparejos. Todo el mundo verá la salvación que Dios envía”. Que en estos días de adviento, podamos preparar nuestras vidas para que seamos capaces de reconocer, como Juan, o como la abuela de mi amigo, los planes de Dios en medio de los hilos caóticos de nuestra historia personal y colectiva.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 5 de diciembre de 2009

LOS APÓSTOLES DEBEN HACER LO QUE HIZO JESÚS

Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la I Semana del Tiempo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,1.6-8.

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha." Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.

Comentario

-Jesús recorría todas las ciudades y villas, enseñando en sus sinagogas.

Jesús gustaba de hablar al aire libre, según las circunstancias.

Pero se acomodaba también a los usos tradicionales de su país. El modo oficial de enseñar consistía en tomar la palabra y hacer una exposición del tema en el interior de una Sinagoga, en el cuadro de una asamblea lit_rgica del sábado.

-Predicando la "buena" nueva del reino de Dios y curando toda dolencia.
Jesús "enseña"... Algo que es... ¡"bueno"! Una "buena" nueva.
Jesús "cura"... ¡Es una cosa "buena"! Una "buena" acción.

El Reino de Dios es a la vez una liberación del error, un progreso del hombre a la luz de la verdad que le libera... Pero es también una liberación del mal y de todo lo que oprime al hombre, es una progresión de felicidad.

Venga a nosotros Tu reino. Prolongo esta oración, aplicándola a casos concretos que conozco a mi alrededor.

-Y al ver aquellas gentes, se apiadó entrañablemente de ellas, porque estaban malparadas, y decaídas como ovejas sin pastor.

Así ve Jesús la humanidad: una muchedumbre desencantada, desfallecida... sin verdaderos guías ni buenos pastores que la conduzcan a verdes pastos.

El Profeta Ezequiel había acusado a los pastores oficiales, a todos los que desempeñan cargos de responsabilidad, de no apacentar el pueblo, sino a sí mismos... de no ejercer su cargo en beneficio de los demás, sino para su propia conveniencia...

La humanidad, en todos los tiempos y en todos los países está siempre esperando.
¿Quién se levantará para servir a los demás? ¿Quién llegará a ser un buen guía, un buen responsable?

-La mies es abundante, mas los obreros pocos.

Jesús ve la humanidad como un campo de trigo en sazón ondulante al soplo del viento.

La cosecha está ahí, a punto.

La alegría de una buena cosecha.

Pero los obreros son pocos. Jesús constata con dolor la inmensidad del trabajo, ¡su trabajo! El quisiera colaboradores.

¿Quién se ofrecerá? Rogad, pues, al dueño de la mies...

¿Por qué Cristo nos pide rezar? ¿Por qué pides esto? Esto prueba que, para Jesús, la "vocación" no es solamente una cosa humana... Dios mismo es su origen, es El quien llama.

¿Hago yo esta plegaria?

-A los doce apóstoles, que Jesús había convocado, les dijo:
"Id en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel..."

Hay aquí una especie de limitación. Esto debió ser un sufrimiento para Jesús. No puede hacerse todo a la vez... Pero hay que empezar. Y para Dios es importante que la salvación sea primero ofrecida a los judíos, a la "casa de Israel".

Entre nuestros numerosos quehaceres, es importante no olvidar esto. Lo que cuenta no es la cantidad de nuestros trabajos... sino el hacer lo que el Padre tiene previsto para nosotros... según los límites que nos sean impuestos, incluso si esta limitación es molesta.

Te ofrezco, Señor, todas mis ansias misioneras, todo lo que quisiera hacer por tu Reino, y que no llego a realizar.

-Proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios.

Es necesario que los apóstoles hagan lo mismo que hizo el Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 18 s.
www.mercaba.org

viernes, 4 de diciembre de 2009

JESÚS NOS CURA DE NUESTRA CEGUERA

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 1ª. semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,27-31.

Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: "Ten piedad de nosotros, Hijo de David". Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: "¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?". Ellos le respondieron: "Sí, Señor". Jesús les tocó los ojos, diciendo: "Que suceda como ustedes han creído". Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: "¡Cuidado! Que nadie lo sepa". Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.

Comentario

La liturgia de Adviento ha recurrido a este pasaje evangélico con el fin de esclarecer uno de los aspectos de la actuación del Mesías esperado. Para ello se nos coloca frente al cumplimiento de una de las profecías más significativas sobre los tiempos prometidos: la curación de la ceguera, la restitución de la vista a ciegos, como se consigna también en la primera lectura.

La comunidad cristiana vive de la convicción de que el futuro depende de la acción de Dios que desea el bien de la Humanidad. Los tiempos mesiánicos producen una transformación de toda la realidad que recupera la finalidad original para la que ha sido creada. Las tinieblas cederán su paso a la luz, la injusticia sucumbirá ante la justicia de Dios que se revela en plenitud a los seres humanos.

Esta expectativa no se coloca exclusivamente en el futuro temporal de la existencia sino que ha comenzado a ser operante en la realidad con la actuación histórica de Cristo que, aunque colocada en el pasado, representa la realización de las posibilidades a las que el ser humano está llamado.

Por ello, en la curación de los dos ciegos, más que una simple sanación física, debemos ser capaces de descubrir la transformación que produce ya ahora en el ser humano la acción de Jesús de Nazaret.

Las fuerzas de los imperios ocupantes fueron entendidas en el pasado de Israel como una acción caótica en que se podía descubrir la acción de las tinieblas que se habían adueñado de la tierra y del ser humano. Este dominio de las tinieblas ha producido la ceguera de la existencia humana, la incapacidad de distinguir la realidad y de asignarle su sentido.

Por ello, los dos ciegos que aparecen en el pasaje representan al pueblo israelita doliente y necesitado de compasión, al que pertenecen estas personas como se revela en el título de "Hijo de David" con que se dirigen a Jesús.

Sin embargo, ese título no expresa adecuadamente toda la realidad de Jesús. Es necesario que se abran a un reconocimiento más profundo, el de la fe que les lleva a proclamar a Jesús como el Señor y a un acercamiento fruto del caminar hasta su "casa" (v.29).

La fe produce en los ciegos una liberación de la esclavitud de las tinieblas. En ellos la acción de Dios se manifiesta como revelación de un nuevo éxodo y de un nuevo acto creador capaz de separar la luz de las tinieblas y , por lo mismo, de la recuperación de la capacidad de visión.

Los ciegos obtienen así la misma respuesta que había obtenido el centurión en 8,13 y en ambas respuestas se hace patente el cumplimiento de las promesas ligadas a la fe.
Sin embargo, hay una diferencia entre uno y otro caso. Aquí Jesús prohíbe divulgar lo acontecido a fin de evitar que Israel, al que los ciegos pertenecen, pueda interpretar la curación desde una perspectiva de un Mesías nacionalista entendido exclusivamente como el Hijo de David.

El encuentro con Jesús, por tanto, debe significar para cada integrante de la comunidad cristiana una liberación de la ceguera y la entrada en el ámbito de una libertad, capaz de superar todo exclusivismo producto de intereses de razas o de grupos.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
www.mercaba.org

jueves, 3 de diciembre de 2009

SÓLO EL QUE CUMPLA LA VOLUNTAD DE DIOS ENTRARÁ EN SU REINO

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este jueves de la 1ª. semana de Adivento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 7,21.24-27.

No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".

Comentario

Los cristianos, recordando la palabra del Señor: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en el amor mutuo que os tengáis» (Jn 13,35), no pueden tener otro anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma eficacia a los hombres de hoy. Por consiguiente, con la fiel adhesión al Evangelio y con el uso de las energías propias de éste, unidos a todos los que aman y practican la justicia, han tomado sobre sí una tarea ingente que han de cumplir en la tierra, y de la cual deberán responder ante Aquel que juzgará a todos en el último día.

No todos los que dicen: "¡Señor, Señor!", entrarán en el reino de los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre y ponen manos a la obra. Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo, nuestro hermano, en todos los hombres, con la palabra y con las obras, dando así testimonio de la Verdad, y que comuniquemos con los demás el misterio del amor del Padre celestial. Por esta vía, en todo el mundo los hombres se sentirán despertados a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza en la patria que brillará con la gloria del Señor.

Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Iglesia en el mundo actual « Gaudium et spes », § 93
©Evangelizo.org 2001-2009

miércoles, 2 de diciembre de 2009

COMO JESÚS, SOLIDARICÉMONOS CON LOS NECESITADOS

¡Amor y paz!

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 1a. semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 15,29-37.

Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino". Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?". Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?". Ellos respondieron: "Siete y unos pocos pescados". El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.


Comentario

A una de las suaves colinas que bordean el mar de Galilea, subió un día Jesús y se sentó. El evangelista Mateo nos dice que le llevaron toda clase de enfermos y que él los curó provocando, claro está, la admiración de la gente que prorrumpía en alabanzas a Dios. Luego vino el banquete: ante la impotencia de los discípulos que no sabían de dónde sacar comida para tanta gente, Jesús pronuncia la acción de gracias sobre siete panes y unos pocos peces, los va entregando a los discípulos y éstos al gentío. Todos comieron, y se saciaron y recogieron siete canastos con las sobras. Es la realización de la visión de Isaías, porque Jesús es el Mesías y el salvador prometido, en él realiza Dios todas las promesas. No vale la pena que nos preguntemos cómo pudo Jesús hacer todo eso, si es verdad lo que nos cuenta el evangelista. Lo importante es que contemplemos la salvación en acto, fluyendo desde el monte santo de Dios, para alegrar la tierra, para salvarnos a todos los que sufrimos bajo el peso del pecado, del mal y de la muerte.

Es a nosotros los cristianos a quienes corresponde manifestar la verdad del evangelio. Ya en la primera década del nuevo milenio sabemos por las estadísticas que todavía hay hambre en el mundo, entre tantísimos males. Que millones de seres humanos, muchos cientos de millones, no tienen alimentos suficientes para vivir una vida digna y sana. Mientras tanto, otros tenemos o tienen de sobra. Hasta llegar a destruir alimentos que no se consumen, además de que se gastan millones de millones en cosas superfluas, en sobrealimentación dañina. Sin mencionar los gastos de la muerte: en armas sobre todo; gastos que alcanzarían, dicen los especialistas, para erradicar definitivamente el hambre en el mundo.

Prepararnos para celebrar y conmemorar el nacimiento de Jesús es disponernos a escuchar su Palabra, a seguirle en su solidaridad con los pobres, a realizar junto con él la voluntad de Dios. A comprometernos a luchar contra tantos males que aquejan al mundo. No por culpa de Dios, sino por nuestros pecados que son, radicalmente, de egoísmo.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
www.mercaba.org

martes, 1 de diciembre de 2009

JESÚS ES EL CENTRO DE NUESTRA FE. ¿ DE NUESTRA VIDA?

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 1ª. semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 10,21-24.

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".

Comentario

Ocasionalmente encontramos formas de cristianismo que se pasan a Jesús por la faja. El centro de su devoción no es el Jesús de los evangelios, sino un conjunto aficiones por imágenes, santos y otras figuras interesantes de la fe cristiana. Pero, muchas veces, sin querer, ignoran a quien es el centro de nuestra fe.
Lo que nos enseñan los evangelios en su extensa catequesis es esto precisamente: para la cabal comprensión y asimilación del cristianismo es insustituible conocer y comprender al hombre Jesús de Nazaret. El pasaje que hoy leemos nos enfatiza precisamente este asunto.

En boca de Jesús el evangelista nos propone una reflexión sumamente interesante. Para nosotros los cristianos, la relación con Dios está mediada por la historia concreta de una persona concreta que es indispensable para nuestra fe. Y esta persona no es otra que Jesús, el que venía de Galilea y murió en Jerusalén. El evangelista es enfático en decirnos "Nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo". Jesús y su historia son de este modo insustituibles para la fe. Quien pretenda ser cristiano ignorando el significado de Jesús para la fe, pierde el tiempo y se equivoca de camino.

Hoy asistimos al nacimiento de muchos movimientos religiosos que se saltan olímpicamente la relevancia de Jesús y lo reemplazan por espiritualismo de poco vuelo. Cambian el núcleo de la fe por cualquier ideología, ilusión o engañifa creyendo que con hacer más fácil la religión y ponerle estrategias publicitarias hacen un gran aporte al cristianismo. El evangelio, por el contrario, nos invita a tomarnos a Jesús en serio y a valorarlo como el tesoro hallado en el campo: por Él damos todo y vibramos de alegría.

Servicio Bíblico Latinoamericano
www.mercaba.org

lunes, 30 de noviembre de 2009

SÓLO POR LA CRUZ DE CRISTO TIENEN SENTIDO NUESTRAS CRUCES

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes en que celebramos la Fiesta de San Andrés, apóstol.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 4,18-22.

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

COMENTARIO

Una tradición... narra la muerte de Andrés en Patras, donde sufre el suplicio de la crucifixión. Pero en este momento supremo, de manera análoga a su hermano Pedro, pide ser puesto en una cruz diferente a la de Jesús. En su caso se trata de una cruz en forma decusada, es decir con el palo transversal inclinado, que por eso se la nombra «cruz de san Andrés».

Según una vieja narración, parece que el apóstol habría dicho en esta ocasión: «Salve, oh cruz, inaugurada con el cuerpo de Cristo y llegada a ser ornamento de sus miembros, como si se tratara de piedras preciosas. Antes que el Señor subiera a ti, inspirabas un temor terrestre. Ahora, por el contrario, dotada de un amor celeste, eres recibida como un don. Los creyentes saben, respecto a ti, qué gozo posees, qué regalos tienes preparados. También yo, seguro y lleno de gozo, vengo a ti para que, tú también, me recibas exultante como a aquel que de ti fue suspendido... Oh cruz bienaventurada, que has sido revestida con la majestad y belleza de los miembros del Señor... Tómame y llévame lejos de los hombres y devuélveme a mi Maestro para que, por mediación tuya, me reciba el que me rescató. Salve, oh cruz, sí, en verdad, salve!»

Como se ve hay aquí una espiritualidad cristiana muy profunda que ve en la cruz, no precisamente un instrumento de tortura sino más bien el medio incomparable de una plena asimilación al Redentor, al grano de trigo caído en tierra (Jn 12,24). De ahí debemos aprender una lección muy importante: nuestras cruces tienen valor si son consideradas y acogidas como una parte de la cruz de Cristo, si son un reflejo de su luz. Es solamente por esta cruz que nuestros sufrimientos quedan ennoblecidos y adquieren su verdadero sentido.

Papa Benedicto XVI
Audiencia general del 14/06/06
©Evangelizo.org 2001-2009

domingo, 29 de noviembre de 2009

ESTEMOS SEGUROS DE QUE DIOS NO NOS ABANDONARÁ

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo I de Adviento. (En la columna de la derecha, abajo, pueden encontrar una explicación acerca del significado del Adviento).

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".

COMENTARIO

Cuentan la historia de un soldado que se acerca a su jefe inmediato y le dice: “–Uno de nuestros compañeros no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo”. “–Permiso denegado –replicó el oficial–. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto”. Haciendo caso omiso de la prohibición, el soldado salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo. El oficial, furioso, le gritó: ”–¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame, ¿valía la pena ir allí para traer un cadáver arriesgando su propia vida?” Y el soldado moribundo respondió: “–¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ‘¡Estaba seguro que vendrías!".

En estos casos es cuando se entiende que un amigo es aquel que se queda cuando todo el mundo se ha ido. Los verdaderos amigos no calculan costos, ni están midiendo gota a gota su propia entrega. Un verdadero amigo no sabe de ahorros, ni de moderaciones en la generosidad. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 31), decía Jesús antes de su propia entrega hasta la muerte, y muerte de cruz.

Lo que realmente hace novedosa nuestra fe, con respecto a otras religiones, es que nuestro Dios se encarnó, se hizo hombre, compartió nuestra condición humana, menos en el pecado, asumiendo todas las consecuencias de la encarnación. No nos dejó abandonados al poder de nuestras limitaciones, sino que vino a rescatarnos de nuestras miserias personales y sociales. Esta es la esperanza que nos anima y por la cual tenemos que estar despiertos para saber reconocerla y recibirla el día que se acerque: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre”.

Estas advertencias que nos presenta el evangelio de hoy, pueden ser leídas con temor y temblor, porque anuncian acontecimientos extraordinarios: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Sin embargo, san Lucas está invitando precisamente a lo contrario; no a sentir miedo, sino a llenarse de alegría por lo que va a suceder: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.

Cuando nos sintamos hundidos en medio de las dificultades personales o sociales, y parezca imposible levantar la cabeza por la vergüenza y la desesperación; cuando ya no haya luces que iluminen nuestro camino en medio de la noche cerrada, podemos estar seguros, como el soldado aquel con el que comenzamos, que Dios no nos dejará abandonados en medio del campo de batalla. Podremos decirle a Dios: “¡Estaba seguro que vendrías!”, porque nuestro Dios vendrá, con toda certeza, a nuestro encuentro.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá