¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la IV semana del Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 1,57-66.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.
Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
Comentario
Hoy, casi al final del Adviento, habría que destacar las palabras del salmo 24: Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación. Imagino que estas palabras producirían una enorme alegría si las sintieran como dirigidas a ellos todos los afectados por la marea negra del Prestige. O todos los que están atrapados por la depresión. O los que no levantan cabeza en su vida familiar. O los que han perdido su puesto de trabajo. En el evangelio se narra el nacimiento de Juan, el hijo de Isabel y Zacarías. También ellos, después de muchos años de esterilidad, alzaron la cabeza y sintieron que la liberación de Dios llegaba a ellos. De hecho, al niño no le pusieron de nombre Zacarías, como el padre, sino Juan; es decir: “Dios ha tenido compasión”. Sólo cuando Zacarías reconoce el poder de Dios vence su mudez y rompe a hablar.
Cada vez que la liturgia nos propone estas historias de esterilidad-fecundidad inyecta en nosotros una dosis de esperanza. A nosotros no suele costarnos medirnos con la esterilidad. La experimentamos a cada paso. Lo que nos cuesta es creer que Dios sigue siendo fuente de una fecundidad que supera nuestras expectativas. Si la fe consistiera simplemente en ser razonables, en ajustar el futuro a nuestras diminutas previsiones y posibilidades, entonces no merecería embarcarse en la aventura de creer. Sería una forma más de entretener un tiempo que nos sobra por todas partes.
Pero no. La Palabra de Dios nos invita a ponernos en pie, a fiarnos de Dios, a vivir el tiempo presente confiando en que las sendas del Señor son misericordia y lealtad. Tenemos que contarnos unos a otros las historias de las Isabeles y Zacarías que nos rodean. Esta sería una hermosa preparación para celebrar este año la Navidad: ¿Has oído de alguien que haya experimentado la compasión de Dios en medio de su prueba? Tú mismo, ¿no has tenido nunca la sensación de que te ahogabas y te has abierto con más fe que nunca a Dios?
Gonzalo Fernández cmf
CLARETIANOS 2002
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