¡Amor y paz!
La de hoy es la última
parábola de la serie, y resulta muy parecida a la de la cizaña. Esta vez, la
imagen está tomada, no del trabajo del campo, sino de la pesca en el lago.
Jesús compara su Reino
-por tanto, su Iglesia- a una red que los pescadores recogen con peces buenos y
malos, y la llevan a la orilla tal como está, sin preocuparse, de momento, de
separarlos. Eso ya vendrá después, cuando llegue la hora de separar los buenos
y los malos, el día de la selección, al igual que el día de la siega para
separar la cizaña y el trigo.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XVII Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 13,47-53.
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.
Comentario
De nuevo parece como si se
nos quisiera disuadir de la idea de una Iglesia pura. Por el Bautismo hemos
entrado en la comunidad de Jesús muchas personas. Pero no tenemos que creer que
es comunidad de perfectos, sino también de pecadores.
El mismo Jesús trata con
los pecadores, les dirige su palabra, les da tiempo, les invita, no les obliga
a la conversión o a seguirle. También ahora en su Iglesia coexisten trigo y
cizaña, peces buenos y malos. Es una comunidad universal. Jesús se esfuerza por
decirnos que, si alguna oveja se descarría, hay que intentar recuperarla, y,
cuando vuelve, la alegría de Dios es inmensa cuando logra reconducirla al
redil. Y que no ha venido para los justos, sino para los pecadores. Como el
médico está para los enfermos, y no para los sanos.
¿Cuál es nuestra actitud
ante las personas que nos parecen débiles y pecadoras? ¿Ante la situación de un
mundo desorientado? ¿les damos un margen de rehabilitación? ¿O nos portamos tan
drásticamente como los que querían arrancar en seguida la cizaña?
Claro que tenemos que
luchar contra el mal. Pero sin imitar la presunción de los fariseos, que se
tenían por los perfectos, y parecían querer excluir a todos los imperfectos o
pecadores. Jesús tiene otro estilo y otro ritmo.
Ojalá, después de todas estas
parábolas, podamos decir, como los oyentes de Jesús -no sabemos si con mucha
razón- que sí le habían entendido. Que hemos captado la intención de cada una
de ellas y nos disponemos a corregir nuestras desviaciones y ponernos en la
dirección que él quiere.
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME
TUS CAMINOS 5
Tiempo
Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona
1997. Págs. 207-210