lunes, 12 de mayo de 2014

Llegó la hora del autoexamen


 ¡Amor y paz!

Ayer buscábamos un líder, criticábamos y pedíamos. Hoy conviene que nos autoexaminemos. ¿Conocemos a Cristo? ¿Obedecemos su voz y le seguimos? ¿Ejercemos bien nuestro liderazgo? ¿Nos preocupamos de los demás? ¿Buscamos su interés, o el nuestro?

En medio de un mundo en el que las personas viven aisladas, ¿procuramos acercarnos a ellas? ¿Intentamos conocerlas? ¿Pasamos de largo  o escuchamos los lamentos de quien sufre? ¿Ayudamos a quien lo necesita?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este lunes e la IV Semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 10,11-18. 
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre". 
Comentario

"El buen pastor da su vida por sus ovejas" (Jn 10,11) Cuando Jesús pronunció estas palabras, los apóstoles no sabían que hablaba de él mismo. Incluso Juan, el apóstol amado, tampoco lo sabía. Lo ha comprendido en el Calvario, al pie de la cruz, viendo como ofrecía su vida por sus ovejas. Cuando llegó el momento, para él y para los demás apóstoles, de asumir esta misma misión, es cuando se acordaron de las palabras de Jesús. Se dieron cuenta de que serían capaces de llevar a cabo esta misión hasta el final, solamente porque Jesús había asegurado que sería él mismo quien actuaría en ellos. Particularmente, Pedro, era consciente de ello, él "el testigo de la Pasión de Cristo" (1P 5,1), que exhortaba a los ancianos de la Iglesia con estas palabras: "Sed los pastores del rebaño de Dios que os ha sido confiado" (1P 5,2).

    A lo largo de los siglos, los sucesores de los apóstoles, guiados por el  Espíritu Santo han continuado su misión de reunir el rebaño de Cristo y conducirlo hacia el Reino de los Cielos, conscientes de que ellos mismos no pueden asumir una responsabilidad tal, mas que "por Cristo, con Cristo y en Cristo".

    Yo mismo he tomado conciencia de ello cuando el Señor me ha llamado a ejercer la misión de Pedro en esta ciudad muy amada de Roma y al servicio del mundo entero. Desde el principio de mi pontificado, mis pensamientos, mis oraciones y mis acciones todas han estado animadas por un único deseo: dar testimonio de que Cristo, el Buen Pastor, está presente y actuante en la Iglesia. Él va continuamente buscando a la oveja perdida, la lleva al redil, cura sus heridas; pone toda su atención en la oveja débil y enferma, y protege a la robusta (Ez 34,16). Es por eso que, desde el primer día, no he dejado de exhortar: "¡No tengáis miedo de acoger a Cristo, de aceptar su poder!" Y yo lo repito aún hoy con fuerza: "¡Abrid, abrid todas las puertas a Cristo! ¡Dejaos guiar por él! ¡Tened confianza en su amor!"

San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Homilía del 16/10/2003, en el 25 aniversario de su pontificado (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
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