jueves, 6 de diciembre de 2012

¿En quién confiamos?

¡Amor y paz!

Jesús -al final del sermón de la montaña- nos asegura que está edificando sobre roca, y por tanto su edificio está garantizado, aquél que no sólo oye la Palabra sino que la pone por obra. Edifica sobre arena, y por tanto se expone a un derrumbamiento lastimoso, el que se contenta con oír la Palabra o con clamar en sus oraciones ¡Señor, Señor!

Cuando Jesús compara la oración con las obras, la liturgia con la vida, siempre parece que muestra su preferencia por la vida. Lo que quedan descalificadas son las palabras vacías, el culto no comprometido, sólo exterior (José Aldazábal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la I Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 7,21.24-27. 
No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande". 
Comentario

"¡Tenemos una ciudad fortificada! ¿Quién podrá derrocarnos?...

¡Somos dueños de la mitad del mundo! ¿Quién podrá igualarnos?" Extensa letanía del orgullo humano, en la que van desfilando los títulos de seguridad, seguidos, como un estribillo, por el eco de las guerras, el clamor de los explotados y la muerte de los oprimidos. Basta que se produzca una inesperada devaluación del oro, y veréis temblar en sus cimientos a esa gente que vive en nuestras ciudades cimentadas sobre arena. ¿Acaso no se escribe la historia sobre la base de las civilizaciones destruidas? Pero el hombre es incorregible, y media un abismo entre nuestros relatos de historia y la Historia vista desde el lado de Dios, en ese Reino inaudito en el que la gente pobre goza de consideración y los humildes rebosan de alegría. "No tenemos aquí ciudad permanente... Nuestra morada está destinada a permanecer eternamente"... ¿Construimos para cien años o construimos para siempre? 

¿Cuál es nuestra Jerusalén? ¿La que se jacta de tener muro y antemuro o "la que baja del cielo engalanada como una novia ataviada para su esposo"? ¿Ciudad protegida contra la guerra o ciudad inerme abandonada al amor? ¿Ciudad de los hombres o ciudad de Dios? "Los que confían en el Señor son como el monte Sión", dice otro salmo. Pero un día, Sión fue, a su vez, arrasada... ¡El que pone su confianza en el Señor no morirá jamás! (Mt/07/21/24-27).

Hombre, ¿en qué tienes puesta tu confianza? ¿En el dinero, en el poder, en la seguridad...? Sábete que tu derrumbamiento será total. Porque sólo hay un valor seguro, y ese valor se llama "Dios".

DIOS CADA DÍA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 2