lunes, 9 de enero de 2023

¡Tú eres mi Hijo muy querido!

¡Amor y paz!

 

Los  invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes en que celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro del profeta Isaías     42, 1-4. 6-7

 

Así habla el Señor:

Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.

Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé

y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO        

 

Sal 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10 (R.: 11b)

 

R.      El Señor bendice a su pueblo con la paz.

 

¡Aclamen al Señor, hijos de Dios!

¡Aclamen la gloria del nombre del Señor

adórenlo al manifestarse su santidad!

 

¡La voz del Señor sobre las aguas!

el Señor está sobre las aguas torrenciales.

 

¡La voz del Señor es potente,

 la voz del Señor es majestuosa!

 

El Dios de la gloria hace oír su trueno:

 En su Templo, todos dicen: «¡Gloria!»

 

El Señor tiene su trono sobre las aguas celestiales,

 el Señor se sienta en su trono de Rey eterno.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   3, 13-17

 

Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!»

Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.

Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • El profeta Isaías anuncia al pueblo la llegada del Siervo de Dios. El Siervo de Dios  tiene el respaldo del Espíritu que ha sido puesto sobre Él. Cuando todo parece perdido, Dios hace surgir la esperanza.  Dios no permite que a su pueblo lo continúen pisoteando y se lo  siga privando de su derecho a la vida, a la felicidad, a la paz.

 ***

  • Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan que Dios no hace distinción de  personas: él acepta a todo el que practica la justicia. Jesucristo es ahora el nuevo y verdadero Siervo de Yahvé en el que todos podemos reconocer que Dios nos ama y nos recibe para que caminemos haciendo el bien. Dios en Jesús ha manifestado su bondad y su ternura con los pecadores. Ahora todos los pueblos de la tierra, todos los hombres sin distinción alguna somos reconocidos públicamente como hijos de  Dios por puro amor dado en Jesucristo.

***

  • El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llama a su pueblo al Jordán para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, a prepararse para los tiempos de salvación que se acercan.  Mateo nos presenta a Jesús como uno más de  los que se acercan a recibir el bautismo que Juan está administrando a la orilla del río. Ante la negativa de Juan; Jesús insiste: se hace «uno más, uno de tantos», con los débiles del pueblo en esta  inauguración de los tiempos mesiánicos, donde todos sin excepción somos declarados  hijos de Dios.
  • Jesús se hace solidario de las esperanzas y necesidades de quienes aguardan una novedad y se pone en las filas de quienes buscan un cambio. Como un penitente más, Él que es la novedad de Dios asume la condición humana en la apariencia del pecador y se hace silenciosamente solidario de la necesidad de cambio de una humanidad distorsionada por el pecado. En la cola de los pecadores nos enseña la auténtica manera de conjugar el verbo del amor solidario.
  • Hay que revertir la historia, para construir desde una esperanza compartida. «Solidaridad es acercarse a los problemas, angustias y alegrías de los demás, dar ánimo, orientación, esperanza y una palabra de conversión. Es comprometerse en la defensa de los pobres. Es construir un Reino de Dios que sea sólido, íntimo, santo, en el seno de una comunidad» (Monseñor Romero).
  • Solidaridad es estar al lado de alguien, caminar con el otro, luchar con el otro, trabajar juntos. La solidaridad es una práctica recíproca, es de persona a persona, de comunidad a comunidad, entre pueblos.
  • La solidaridad no es sólo una virtud, sino que expresa la misma identidad de Dios. Si Dios es amor, si Dios nos amó primero, si Dios nos ama, “debemos amarnos unos a otros como Él nos amó”. Por eso, la fidelidad de Dios al hombre y a su clamor, la intervención misma de Dios, garantiza el triunfo final de la esperanza: «El no olvidará jamás al pobre, ni la esperanza del humilde fracasará». (Sal 9,19)
  • Para la persona que cree, hoy la solidaridad es la expresión dinámica de la vida cristiana, exigencia permanente de nuestra fe, una fuerza que dinamiza toda la vida y acción pastoral. La solidaridad es como el nuevo nombre de la fe: se trata de ser solidarios y no sólo hacer solidaridad, asumiendo constantemente entre todos las grandes causas de los hombres. Se trata de vivir una solidaridad no sólo de gestos, sino también de actitudes, amasada de dignación, de ética, de amor, de misericordia, de donación, de renuncia, de comunión y de búsqueda de bien común.
  • La solidaridad cristiana abarca desde la fe en el Dios de Jesucristo hasta el compartir los bienes materiales, es una exigencia del seguimiento de Jesús, es un don que enriquece al destinatario pero también a quien lo practica. Es compasión, en la medida que  esta sea capacidad de  padecer con el otro. La solidaridad es como una verificación práctica del principio del amor, como opción por los pobres del Reino y tiene una dimensión social en cuanto desemboca en el compromiso por la justicia. “La solidaridad es el fruto maduro del amor” (San Juan Pablo II).
  • Estamos llamados a crear la cultura de la solidaridad. La propuesta a nuestra sociedad es reconstruirla sobre bases más humanas, verdaderas y justas escuchando siempre lo que dice el Hijo predilecto del Padre. “Toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano (…) y busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana.” (Deus Caritas Est, 19)

 

PARA DISCERNIR

  • ¿Vivo mi fe desde la experiencia de solidaridad?
  • ¿Cuáles son las obras de mi fe?
  • ¿Me siento solidario con los dolores y luchas de los hombres?

 

REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA

 

Ayúdame a ser su hijo querido

 

ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES

Vicaría de Pastoral