¡Amor y paz!
Continuando con el
discurso sobre el Pan de Vida, hoy el evangelio nos propone un paralelo entre maná
y Eucaristía: Antiguo y Nuevo Testamento. El maná, como la Eucaristía, mantiene
la vida para poder consagrarla al Señor; el maná fue alimento del pueblo
mientras estuvo en marcha hacia la tierra prometida, la Eucaristía también es
el viático de la Iglesia en marcha hacia la casa paterna. Así como del maná se
puso una porción delante del arca del testimonio como memorial para los
israelitas, así también la Eucaristía perpetúa a lo largo de los siglos la
entrega generosa de Cristo, su amor por nosotros.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 3a. Semana de
Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 6,30-35.
Le dijeron: « ¿Qué puedes hacer? ¿Qué señal milagrosa haces tú, para que la veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, según dice la Escritura: Se les dio a comer pan del cielo.» Jesús contestó: «En verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da es Aquel que baja del cielo y que da vida al mundo.» Ellos dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed.
Comentario
a) En el evangelio,
la gente sencilla pide «signos» a Jesús. Y casi como provocándole le dicen que
Moisés sí había hecho signos: el maná que proporcionó a los suyos en la
travesía del desierto. Así ha construido literariamente la escena el
evangelista para dar lugar a continuación al discurso de Jesús sobre el pan
verdadero.
Todo el discurso siguiente
va a ser como una homilía en torno al tema del pan: el pan que multiplicó Jesús
el día anterior, el maná que Dios dio al pueblo en el desierto, y el Pan que
Jesús quiere anunciar. La frase crucial es una cita del salmo 77, 24: «les
diste pan del cielo» (lo que cantábamos antes en latín en la Bendición con el
Santísimo: «panem de coelo praestitisti eis»).
Se establece el
paralelismo entre Moisés y Jesús, entre el pan que no sacia y el pan que da
vida eterna, entre el pan con minúscula y el Pan con mayúscula. A partir de la
experiencia de la multiplicación y del recuerdo histórico del maná, Jesús
conduce a sus oyentes hacia la inteligencia más profunda del Pan que Dios les
quiere dar, que es él mismo, Jesús. Si en el desierto el maná fue la prueba de
la cercanía de Dios para con su pueblo, ahora el mismo Dios quiere dar a la
humanidad el Pan verdadero, Jesús, en el que hay que creer. Siempre es parecido
el camino: de la anécdota de un milagro hay que pasar a la categoría del «yo
soy». Aquí, al «yo soy el pan de vida».
b) Nosotros tenemos la
suerte de la fe. E interpretamos claramente a Jesús como el Pan de la vida, el
que nos da fuerza para vivir. El Señor, ahora Glorioso y Resucitado, se nos da
él mismo como alimento de vida.
Aquella gente del
evangelio, sin saberlo bien, nos han dado la consigna para nuestra oración.
Podemos decir como ellos, en nombre propio y de toda la humanidad: «danos siempre
de este Pan». Y no sólo en el sentido inmediato del pan humano, sino del Pan
verdadero que es Cristo mismo.
Pero los cristianos no nos
tendríamos que conformar con saciarnos nosotros de ese Pan. Deberíamos
«distribuirlo» a los demás: deberíamos anunciar a Cristo como el que sacia
todas las hambres que podamos sentir los humanos. Deberíamos conducir a todos
los que podamos, con nuestro ejemplo y testimonio, a la fe en Cristo y a la
Eucaristía. El pan que baja del cielo y da vida al mundo.
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 65-67
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 65-67