¡Amor y
paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, d este 6o Domingo de Pascua,
Ciclo C.
Dios nos
bendice...
Lectio Divina: 6º Domingo de Pascua (C)
Lectio
Domingo, 26 May ,
2019
Juan 14, 23-29
1. Oración inicial
Shadai, Dios de la
montaña, que haces de nuestra frágil vida la roca de tu morada, conduce nuestra
mente a golpear la roca del desierto, para que brote el agua para nuestra sed.
La pobreza de nuestro sentir nos cubra como un manto en la obscuridad de la noche
y abra el corazón, para acoger el eco del Silencio y así el alba,
envolviéndonos en la nueva luz matutina, nos lleve con las cenizas consumadas
por el fuego de los pastores del Absoluto, que han vigilado por nosotros junto
al Divino Maestro, al sabor de la santa memoria.
2. LECTIO
a) El
texto:
23 Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará
mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en
él. 24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la
palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado. 25 Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo.
No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28 Habéis
oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os
alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que
yo. 29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para
que cuando suceda creáis.
b )
Momento de silencio:
Dejamos que la voz del
Verbo resuene en nosotros.
3. MEDITATIO
a) algunas
preguntas:
- “Y vendremos a él, y haremos morada
en él”: Si miramos hacia nuestros
campamentos internos, ¿encontramos la tienda de la shekinah (presencia) de
Dios?
- “El que no me ama no guarda mis
palabras”: ¿son palabras vacías, por
nuestra falta de amor, las palabras de Cristo a nosotros? o ¿más bien podemos
decir que las observamos como guía de nuestro camino?
- “El Espíritu Santo os recordará todo
lo que yo os he dicho”: Jesús vuelve al
Padre, pero todo lo que dijo e hizo permanece entre nosotros. ¿Cuándo seremos
capaces de recordar lo que la gracia divina ha realizado en nosotros? ¿Acogemos
la voz del Espíritu Santo que nos sugiere en lo más íntimo el significado de todo
lo que ha sucedido?
- “Mi paz os doy: La paz de Cristo es
su resurrección”: ¿hasta cuándo la
inquietud y las manías por hacer, que nos alejan de la fuente del ser,
abandonarán el domicilio de nuestra existencia? Dios de la paz, ¿cuándo
viviremos únicamente de ti, paz de nuestra espera?
- “Y os lo digo ahora, antes de que
suceda, para que cuando suceda creáis”:
Antes que suceda… A Jesús le agrada explicarnos lo que sucederá con
anticipación, para que los acontecimientos no nos sorprendan desprevenidos.
Pero, ¿somos capaces de leer los signos de nuestros acontecimientos con las
palabras que hemos oído de Él?
b) Clave de
lectura:
Venir a morar. El
cielo no tiene lugar mejor que un corazón humano enamorado. Porque en un
corazón dilatado los confines se amplían y toda barrera de espacio y tiempo se
anulan. Vivir en el amor equivale a vivir en el cielo, a vivir en Aquel que es
el amor, y amor eterno.
v. 23. Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará,
y vendremos a él, y haremos morada en él” . En los
orígenes de toda experiencia espiritual hay siempre un movimiento hacia
delante. Partiendo de un pequeño paso, todo se mueve después con armonía. Y el
paso a realizar es solamente uno: Si uno ama. ¿Se puede amar verdaderamente a
Jesús? ¿Cómo es que su rostro no se refleja en la gente? Amar: ¿qué significa
realmente? Amar, en general, significa para nosotros quererse, estar juntos,
tomar decisiones para construir el futuro, darse… pero amar a Jesús no es la
misma cosa. Amarlo significa hacer como ha hecho Él, no retraerse frente al
dolor, a la muerte; amar como Él significa ponerse a los pies de los hermanos,
para responder a sus necesidades vitales; amar como Él nos puede llevar
lejos...es así como la palabra se convierte en pan cotidiano del cual
alimentarse y la vida se convierte en cielo por la presencia del Padre.
v.
24-25.El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del
Padre
que
me ha enviado... Si no hay amor, las
consecuencias son desastrosas. Las palabras de Jesús se pueden observar, si
solamente hay amor en el corazón, de otro modo parecen propuestas absurdas.
Aquellas palabras no son de un hombre, nacen del corazón del Padre que propone
a todos ser como Él. No se trata de hacer cosas en la vida, por buenas que
sean. Es necesario ser hombres, ser imágen semejantes a Quien no cesa jamás de
donarse a Sí mismo.
vv.
25-26. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito,
el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os
recordará todo lo que yo os he dicho. Recordar es obra del Espíritu Santo:
cuando durante nuestras jornadas el pasado se desliza como algo
irremediablemente perdido y el futuro se presenta amenazador para quitarnos la
alegría de hoy, solamente el soplo divino puede hacernos recordar. Hacer
memoria de lo que se dijo, de cada palabra salida de la boca de Dios para ti, y
olvidada por el hecho de que ha pasado el tiempo.
v. 27. Os
dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe
vuestro corazón ni se acobarde. La paz de Cristo para
nosotros no es ausencia de problemas, serenidad en la vida, salud...sino
plenitud de todo bien, ausencia de temor frente a lo que puede venir. El Señor
no nos asegura el bienestar, sino la plenitud de la filiación en una adhesión amorosa
a sus proyectos de bien por nosotros. La paz la poseeremos cuando hayamos
aprendido a fiarnos de lo que el Padre elige para nosotros.
v.
28. Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me
amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande
que yo. Vuelve al discurso del amor. Si me amarais, os alegraríais. Pero
¿qué sentido tiene esta expresión en los labios del Maestro? Podríamos
completar la frase y decir: Si me amaseis, os alegraríais que me vaya al
Padre...pero como solamente pensáis en vosotros, estáis tristes porque me voy.
El amor de los discípulos es amor egoísta. No aman a Jesús porque no piensan en
Él, piensan en ellos. Entonces, el amor que Jesús nos pide es éste. Un amor
capaz de alegrase porque el otro es feliz. Un amor capaz de no pensar en sí
mismo como el centro del universo, sino como un lugar en el que oír se hace
apertura a dar y poder recibir: no un intercambio, sino como “efecto” del don
entregado.
v. 29.Os lo digo
ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Jesús instruye a los suyos porque sabe que quedarán confusos y serán
lentos para comprender. Sus palabras no se disipan, quedan presentes en el
mundo, como tesoros de comprensión para la fe. Un encuentro con el Absoluto que
está desde siempre y para siempre en favor del hombre.
c)
Reflexión:
Amor. Palabra mágica y
antigua como el mundo, palabra familiar que nace en el horizonte de cada hombre
en el momento en el que es llamado a la existencia. Palabra escrita en las
fibras humanas como origen y como fin, como instrumento y paz, como pan y don,
como uno mismo, como los otros, como Dios. Palabra confiada a la historia a
través de nuestra historia diaria. Amor, un pacto que siempre tiene una sola
denominación: hombre. Sí, porque el amor coincide con el hombre: amor es el
aire que se respira, amor es el alimento que se nos da, el descanso de quien
confía, amor es el vínculo que hace que la tierra sea un lugar de encuentro. El
amor con el cual Dios contempló la creación y dijo: “Es una cosa muy buena”. Y
no se ha vuelto atrás del compromiso, cuando el hombre hizo de sí mismo un
rechazo, más que un don, un desprecio, más que una caricia, una piedra lanzada,
más que una lagrima enjugada. Amó más con los ojos y el corazón del Hijo, hasta
el final. Este hombre que se hizo llama ardiente del pecado, el Padre lo
redimió, única y exclusivamente por amor, en el fuego del Espíritu.
4. ORATIO
Salmo 37,23-31
Yahvé da firmeza a los
pasos del hombre,
se complace en su
camino;
aunque caiga, no queda
tirado,
pues Yahvé lo sostiene
por la mano.
Fui joven, ya soy
viejo,
nunca vi a un justo
abandonado,
ni a sus hijos
pidiendo pan.
A diario es compasivo
y presta,
a sus hijos les
aguarda la bendición.
Apártate del mal y
obra el bien,
y siempre tendrás una
morada;
porque Yahvé ama la
justicia
y no abandona a sus
amigos.
Los criminales son
exterminados,
la descendencia del
malvado cercenada;
los honrados poseerán
la tierra,
habitarán en ella para
siempre.
La boca del honrado
susurra sabiduría,
su lengua habla con
rectitud;
la ley de su Dios está
en su corazón,
sus pasos nunca
vacilan.
5.
CONTEMPLATIO
Te veo, Señor, estar
presente en medio de mis días a través de tu palabra que acompaña mis momentos
más fuertes, cuando mi amor por ti se hace audaz y no me echo atrás frente a lo
que siento que no me pertenece. Este Espíritu que es como el viento: sopla
donde quiere y se oye su voz, el Espíritu que se ha hecho un espacio en mí, y
ahora puedo decirte que es como un amigo querido con el cual poder hacer
memoria. Ir hacia las palabras dichas, a los acontecimientos vividos, a la
presencia percibida, recorriendo el camino, hace mucho bien al corazón. Me
siento habitado más profundamente cada vez que en el silencio viene a la mente
una frase tuya, una invitación tuya, una palabra de compasión, un silencio
tuyo. Las noches de tu oración me permiten orar al Padre y encontrar paz.
Señor, ternura celada en los repliegues de mis gestos, concédeme hacer acopio
de todo lo que eres: un rollo desplegado en el cual se puede entender el
sentido de mi vida. Que mis palabras sean morada de tus palabras, que mi hambre
sea morada de ti, pan de vida, que mi dolor sea una tumba vacía y un sudario
doblado, para que todo lo que quieras se cumpla, hasta mi último suspiro. Te
amo, Señor, mi roca.
Orden de los Carmelitas