jueves, 30 de abril de 2015

“El que recibe a mi enviado me recibe a mí”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios , en este jueves de la IV Semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Libro de los Hechos de los Apóstoles 13,13-25. 
Desde Pafos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó y volvió a Jerusalén, pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: "Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden hablar". Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo: "Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios. El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí y los cuidó durante cuarenta años en el desierto. Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus tierras, al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel. Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años. Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad. De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús. Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. Y al final de su carrera, Juan decía: 'Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias'.

Evangelio según San Juan 13,16-20. 
Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo: "Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican. No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí. Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió".  

Comentario

1. Historia de salvación

1.1 El discurso de Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia es un testimonio maravilloso de la comprensión que los primeros cristianos tuvieron de una verdad fundamental: en Cristo Jesús el mensaje y la promesa del Antiguo Testamento tienen continuidad pero sobre todo alcanzan plenitud. Cristo es la plenitud de la antigua alianza, y en él Dios está cumpliendo toda promesa hecha a los patriarcas, reyes y profetas.

1.2 Las palabras de Pablo retoman los momentos centrales del caminar de Israel: Dios eligió a este pueblo, les dice, y va recorriendo la historia del pueblo elegido que, a través de la opresión de los extranjeros y de su propia infidelidad va descubriendo su debilidad y su fortaleza. Es débil, en efecto, porque es pequeño y puede ser perseguido; es débil porque una y otra vez cae en idolatría y se "prostituye" detrás de los ídolos.

1.3 Pero también es "fuerte" en la medida en que va descubriendo que Dios camina a su lado: Moisés en el desierto; los jueces, en la conquista de Canaán, hasta llegar a Samuel; luego David, imagen del rey que deja reinar a Dios... son los grandes hitos que preparan la llegada del Mesías, anunciado por el ministerio integérrimo de Juan, el bautista.

1.4 A este conjunto de hechos y promesas bien podemos llamarlo "historia de salvación". Revisar nuestro pasado no es, como era para los griegos o para incontables naciones paganas, dar círculos en un "eterno retorno", según expresión de Nietzsche. Revisar nuestro pasado, como lo hace Pablo en Antioquía de Pisidia, es descubrir una línea, una tendencia, una flecha que apunta hacia más y hacia mejor, es decir, que mira hacia Jesucristo.

2. El Enviado nos envía

2.1 Es bella la palabra "enviar", en español. Indica precisamente lo que suena al pronunciarla: ser puesto "en la vía".

2.2 Jesucristo es el gran "Enviado", como lo destaca especialmente el Evangelio según san Juan. Quien lo envía, es el Padre. Quien el acompaña en la vía, es la Unción, es el Espíritu. La "vía" que recorre es la más larga imaginable: entre la grandeza infinita de Dios y la infinita pequeñez de nuestra condición de creaturas y sobre todo, de pecadores.

2.3 Él, Jesucristo, es el que ha recorrido la distancia inmensa entre el cielo de Dios y la tierra de los hombres, y luego, entre la tierra de nuestros deseos de cielo, y el cielo de las delicias que aguardamos en su Nombre y por su Gracia.

2.4 Ahora, en el evangelio que hemos oído, el Enviado nos recuerda en qué condiciones nos envía: "un siervo no puede ser mayor que su señor, ni un enviado puede ser superior a quien lo envió"; mas, por otra parte, "todo el que reciba a quien yo envíe, me recibe a mí mismo y, al recibirme a mí, recibe al que me envió". Sublime dignidad y profunda humildad; digna sobriedad y sobria dignidad de los enviados del Señor Jesús. ¡Tal es la condición de los discípulos, tal es la esencia de nuestro llamado!

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miércoles, 29 de abril de 2015

«El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado»

¡Amor y paz!

Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para «salvar al mundo» (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del «Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar» (Jn 12,49). 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la IV Semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 12,44-50. 
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó". 

Comentario

Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito Juan Pablo II, «Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’». En las siguientes horas, se hace patente el estrecho diálogo del Hijo con el Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

La importancia de esta obra del Padre y de su enviado, se merece la respuesta personal de quien escucha. Esta respuesta es el creer, es decir, la fe (cf. Jn 12,44); fe que nos da —por el mismo Jesús— la luz para no seguir en tinieblas. Por el contrario, el que rechaza todos estos dones y manifestaciones, y no guarda esas palabras «ya tiene quien le juzgue: la Palabra» (Jn 12,48).

Aceptar a Jesús, entonces, es creer, ver, escuchar al Padre, significa no estar en tinieblas, obedecer el mandato de vida eterna. Bien nos viene la amonestación de san Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».

Rev. P. Julio César Ramos SBD (Salta, Argentina) 

martes, 28 de abril de 2015

“Yo y el Padre somos uno”, afirma Jesús

¡Amor y paz!

En el evangelio, la revelación de Jesús llega a mayor profundidad en la fiesta de la Dedicación del Templo. No sólo es la puerta y el pastor, no sólo está mostrando ser el enviado de Dios por las obras que hace. Su relación con el Padre, con Dios, es de una misteriosa identificación: «yo y el Padre somos uno». Jesús va manifestando progresivamente el misterio de su propia persona: el «yo soy».

Lo que pasa es que algunos de sus oyentes no quieren creer en él. Y precisamente es la fe en Jesús lo que decide si uno va a tener o no la vida eterna. Los verbos se suceden: escuchar, conocer, creer, seguir. Si alguien se pierde, será porque él quiere. Porque Jesús, que se vuelve a presentar como el Buen Pastor, sí que conoce a sus ovejas, y las defiende, y da la vida por ellas, y no quiere que ninguna se pierda (basta recordar la escena de su detención en el huerto de los olivos: «si me buscáis a mí, dejad a estos que se vayan»). Y les dará la vida eterna. La que él mismo recibe del Padre. (José Aldazábal)

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la IV Semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 10,22-30. 
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente". Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa". 
Comentario

Cristianos...

1.1 Nombre glorioso que enlaza mi nombre pequeño al Nombre inmenso de mi Salvador; "cristiano" me llamo, por gracia, y busco que todo se postre reverente a Cristo Señor.

1.2 "Cristiano" bien significa qué Sangre limpió mis culpas y pagó por mi salvación; por eso un canto es mi vida, una canción que perdura, como perdura su amor.

1.3 De la lejana Antioquía me llaman "hombre de Cristo", porque respiro la fe; como la Virgen María, como Pablo y los discípulos hoy puedo decir: "Amén".

1.4 ¡Oh Cristo, Señor Glorioso, que tu Nombre has compartido, compadécete de mí! ¡Haz que te agrade en todo, que en todo sea tu discípulo y te contemple sin fin!

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lunes, 27 de abril de 2015

“Yo he venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la IV Semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 10,1-10. 

Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz". Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia." 


Comentario

Sí, en verdad os digo: El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, éste es ladrón y salteador. El que entra por la puerta, es el Pastor de las ovejas.

Para comprender bien esta imagen de Jesús, conviene conocer las costumbres de los pastores de oriente; por la noche varios pastores se entienden entre sí para agrupar sus rebaños en un solo redil, vigilado por un solo portero. Los ladrones sólo pueden entrar saltando las empalizadas. Contrariamente, de madrugada los pastores retornan al redil y el portero les abre sin vacilación y pueden llamar a sus ovejas y Ilevarlas a los pastos.

Jesús, aquí, responde a una pregunta de los fariseos, durante la discusión que siguió al milagro de la curación del ciego de nacimiento: ¡Pues qué!, ¿nosotros seríamos también ciegos?" (Juan, 9, 40). Notemos también la correspondencia con un pasaje de los sinópticos: "Dejadlos, ellos son ciegos que guían a otros ciegos (Mt 15, 14; Lc6, 39). Jesús opone los "falsos pastores" -ladrones y salteadores- que pretenden guiar a los demás sin tener para ello mandato... al "verdadero pastor" que es introducido, a plena luz, por la puerta...

-A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y llama a sus ovejas por su nombre y las saca fuera; y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz, pero no seguirán al extraño, antes huirán de él. Los tres evangelios sinópticos han notado a menudo ese tema del "pastor".

Sobre cada frase yo puedo detenerme y llevarla a la oración.

-"Las hace salir..." hasta los verdes pastos.
Jesús nos conduce hacia la felicidad, hacia la verdadera expansión, hacia los verdaderos alimentos.

-"Llama a cada una por su nombre..."
Jesús me conoce, por mi nombre, en el detalle. ¿No debo yo imitar a Jesús y desarrollar a mi alrededor toda una red de lazos de amistad..., luchar contra el "anonimato"? "Anónimo" = "lo que no tiene nombre, que no se le puede llamar por su nombre"

-"Va delante de ellas..." Toda mi vida humana y cristiana no es otra cosa: tratar de seguir a Jesús, hacer todo como El, imitarle. En este momento preciso de mi vida, ¿qué aspecto de la vida de Jesús debo seguir?

-"Las ovejas conocen su voz..." Esto es también una característica esencial de la vida cristiana: escuchar la voz... meditar con amor la palabra... de Jesús.
Hacer oración. Pasar un poco de tiempo a no hacer otra cosa que escuchar a Jesús.

-Ellos no comprendieron
Sin embargo, ¡estaba muy claro! Pero, a veces, no se quiere comprender.
-Jesús tomó la palabra de nuevo: "Sí, en verdad os digo, Yo soy la puerta de las ovejas".

Como todo oriental, Jesús utiliza las comparaciones en abundancia. Encontramos nuevamente aquí el estilo de las parábolas de los sinópticos. "Yo soy la puerta..." Jesús es aquel que abre a la humanidad un nuevo "espacio".

Fuera de Él, la humanidad está encerrada en sí misma: ninguna ideología, ninguna teoría, ninguna religión no nos libera de la fatalidad de "no ser más que hombre, y por lo tanto, de morir". Pero Jesús nos saca de nuestra impotencia y nos introduce en el dominio divino... un "espacio infinito, eterno se abre a 
nosotros, por esta Puerta".

El que por mí entrare, se salvará y hallará pasto... Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 214 s

domingo, 26 de abril de 2015

Jesús llama a la puerta para que seamos ovejas de su redil

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este IV Domingo de Pascua.

Dios nos bendice…

Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,8-12. 
En aquellos días: Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos". 

Salmo 118(117),1.8-9.21-23.26.28.29. 

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres;
es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los poderosos.

Yo te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor:
Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias;
Dios mío, yo te glorifico.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!

Epístola I de San Juan 3,1-2. 

Queridos hermanos:
¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a Él.

Queridos míos,
desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es.

Evangelio según San Juan 10,11-18. 

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre". 

Comentario

1. Sólo Jesús

1.1 En la hora de la persecución y la impopularidad los Apóstoles se mantienen firmes. Es que les da firmeza el que es siempre fiel: Dios mismo.
1.2 Y predican el corazón y centro de nuestra fe: Jesús salva. Lo más admirable y lo más sencillo; lo más profundo y lo más maravilloso; lo más bello y lo más natural para el cristiano es saber en todo momento una cosa, sólo una: Jesús salva.
1.3 Descubrir al Salvador es descubrir la salvación. Ya no es una tragedia ser menor, o ser enfermo, o ser marginado, o ser agobiado.

2. La Cruz vista desde la Pascua

2.1 Y no es solo que Dios nos regale salvación en su Hijo; mayor maravilla es ver que, como anunció el salmista, que "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular".
2.2 Es bueno descubrir por qué es así, es decir: por qué la salvación llega a nuestra vida por la puerta humilde de aquello y aquellos que despreciamos. ¿Por qué lo más grande, que es nuestra salvación, pasa por lo más bajo, que es ser desechado?
2.3 Si lo miramos bien, esta pregunta es como una mirada al misterio de la Cruz, que es donde Cristo fue "desechado", desde la luz de la Pascua, que es donde hemos descubierto que Él es la "piedra angular". La Pascua, vista desde de la Cruz, es como una aurora de esperanza, pero ¿qué es la Cruz, vista desde la Pascua?
2.4 Podemos decir que la Pascua, en esta tierra, es como el prólogo solemne de la bendición definitiva que habremos de gustar sólo en el cielo; es una anticipación de nuestro futuro junto a Dios. La Cruz, en cambio, es retrato de las miserias que han marcado nuestro pasado y de las heridas que cargamos como señal en el presente.
2.5 Es ese aspecto oscuro y humilde, o humillante, de la vida lo que no queremos ver; es eso lo que "desechamos"; es lo que no queremos asumir de nuestra verdad. Preferimos, en cambio, vivir en la fantasía de nuestras presunciones, vanidades o placeres pasajeros. Refugiados en el instante, nos volvemos necios arquitectos y queremos construir con ladrillos que sólo hemos soñado sobre cimientos que no hemos puesto.
2.6 Por eso la Cruz duele pero también redime. La Cruz es la gran revelación del dolor y de la verdad de lo que somos, sostenida por la gran revelación del amor y de la gracia que nos hacen alcanzar lo que seremos. Este amor y esta gracia no son evidentes en la hora de los clavos, el sudor y la sangre; aparecen con la Pascua.
2.7 Por eso la palabra bellísima de la segunda lectura: "aún no se ha manifestado lo que seremos; sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es".

3. Amar el sueldo o amar a las ovejas

3.1 La palabra luminosa de Jesús nos deja ver la calidad de su propio amor a través de la comparación entre el pastor y el jornalero.
3.2 El amor que nos ha redimido, el amor que tiende un arco de luz desde la Cruz hasta la Pascua, es el amor del Pastor Bueno, el que no es jornalero. Y el Pastor Bueno es el que ha amado más a las ovejas que lo que de ellas recibe, es decir: ha preferido las ovejas a su jornal.
3.3 Una frase nos llama mucho la atención en el texto de hoy: "el Padre me ama porque yo doy mi vida para recuperarla de nuevo" (Jn 10,17).

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sábado, 25 de abril de 2015

San Marcos, el autor del segundo Evangelio

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado, en que celebramos la fiesta de San Marcos, Evangelista.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos ‪16,15-20.‬ 
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. 
Comentario

Año 42 de la Era cristiana. Estamos en el equinoccio de primavera. La Iglesia recién nacida, sufre persecución, sangre y terror. Herodes, para agradar a los judíos, ha degollado a Santiago. Pedro está en la cárcel. Los cristianos velan y oran en la ansiedad. Ya son tantos, que no caben en un solo cenáculo. Se reúnen por grupos en las casas más espaciosas y hospitalarias, como ésta, situada cerca de la Torre Antonia, que es la prisión donde Pedro está encarcelado, que es la misma en la que Jesús estuvo apresado. Son las tres de la mañana. Los cristianos recitan salmos, rezan afligidos la oración del Padre Nuestro, comentan preocupados con el pensamiento en la cárcel de Pedro. Toda la Iglesia está rezando por él. En esto, llaman a la puerta y la inquietud se convierte en miedo. Sale a abrir la criada Rodé, rosa en griego. Sin abrir la puerta, regresa llena de alegría, y les susurra: "Es Pedro." Siguen golpeando la puerta. Rodé abre y allí está Pedro embozado en su manto. Entra, toma resuello y cuenta que el ángel le ha librado, besa a los hermanos, y se aleja de la ciudad huyendo del peligro de su búsqueda cuando se alerten de su celda vacía en la cárcel.

Probablemente se va a Antioquía. Otros sostienen que a Roma.

Allí está Juan Marcos, vive allí. Está en su casa. Casa con prestigio, fe y “ágape”, amor, caridad. Tiene una sala amplia y bien amueblado. Es la casa de María, madre de Juan Marcos. Un hogar judio, pero con gustos helenizantes. Aquel muchacho joven tiene dos nombres, Juan para los judíos, sus compatriotas, y Marcos para los grecorromanos, desciende de Chipre. Allí tiene familia, y el chipriota Bernabé es primo suyo. También habla griego, lo que le será muy útil para difundir el evangelio, cuando acompañe a Pablo y Bernabé en la primera misión por las ciudades de Asia. Él no predica. Le han encargado la administración, recibe las limosnas, busca alojamiento, paga los gastos y ayuda a los misioneros. Al llegar a Perge de Panfilia, Pablo decide viajar más a dentro, atravesando la cordillera del Taurus, lo que suponía un cambio en todos los sentidos. Había que pasar de Tarso y Antioquía de Siria, situadas a 80 metros sobre el nivel del mar, a Antioquía de Pisidia con una altura de 1200 metros, con escasa provisión de víveres, pan duro mojado en agua, un puñado de aceitunas, y lo que ofrecía la naturaleza. Tal vez su timidez joven no llegó a congeniar con la audacia de Pablo. Tal vez se ha sentido molesto porque su primo Bernabé ha perdido la iniciativa que ha recaido ya en Pablo, le deja y se vuelve a Jerusalén, preocupado también por estar tanto tiempo sin noticias de su madre. Añora su casa, sus comodidades, su vida tranquila, frente a los peligros que acechan a los misioneros intrépidos, peligros en el mar, peligros de ladrones, peligros en las altas montañas. Se embarcó para Cesarea y de allí a Jesusalén. Marcos venció más tarde este acceso de flaqueza juvenil y se convirtió en valioso colaborador de Pablo en la cárcel Mamertina en Roma, “el hombre muy útil para el ministerio” (2 Tm 4, 11).

La deserción del joven Marcos lastimó profundamente a Pablo. Pasados los años, aún sentía el dolor. Tuvo a Marcos por pusilánime y pensó que “El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es apto para el trabajo del reino de los cielos (Lc 9, 62). Pero detrás de la resolución de volverse en Marcos había otra causa más profunda, que no quiso expresar y que tampoco expresa Lucas. Marcos se había criado en Jerusalén en medio de los antiguos apóstoles, en la tradición judía, a la que la joven Iglesia se sentía muy unida y que Pablo estaba resuelto a separar de la sinagoga. De hecho Marcos era el más fiel discípulo de Pedro. Era su intérprete griego, y quería seguir siéndolo. Pedro le llama “su hijo Marcos” (1 Pe 5, 13).

Marcos camina ahora junto a Pedro recogiendo las palabras de aquel hombre, que le había enseñado a amar a Jesús. Pertenecía a esas almas admirables que brillan en segunda fila, o que saben permanecer en la penumbra para consagrarse a la gloria de un maestro, mereciendo así el premio de la modestia y haciendo au acción más fecunda, aunque menos personal. El pescador de Betsaida, escogido por Cristo no llegó a hablar con facilidad el griego. Pero a su lado estaba el hombre abnegado, el discípulo amable, dispuesto a transmitir su pensamiento en las reuniones de la primitiva comunidad de Roma. Y Marcos, al lado del apóstol, traducia sus palabras, identificándose completamente con aquellas catequesis históricas que era la particularidad de su maestro. Era el secretario, la voz, del apóstol Pedro.

Un día los oyentes le pidieron que pusiese por escrito aquellos bellos relatos; él accedió, y así nació el segundo Evangelio. Pedro sabía que Jesús les había enviado por el mundo no a escribir, sino a predicar. Encerrar la Palabra en un libro, era despojarlo de su bravía libertad, imponerle un corsé invariable, privarla del esplendor especial con que la vestía cada uno de los mensajeros del Evangelio. Pero sabía también que, a pesar de los escritos, la Palabra permanecería infaliblemente fecunda y eternamente fresca en la enseñanza de sus sucesores. 



Pedro vio en el libro de Marcos una copia exacta de su predicación, y cuando la persecución le crucificó cabeza abajo a petición suya, los cristianos de Roma que leían aquellas paginas inspiradas se imaginaban que estaban oyendo la voz de su pastor. Eran las enseñanzas, los relatos, la expresión misma de Pedro. Es lo que imprime su carácter especial al segundo Evangelio. Marcos deja hablar a los hechos. No glosa, no diserta, no comenta, ofrece un relato lleno de viveza y colorido. Y lo consigue plenamente. Su característica es la precisión del detalle, la nitidez de la visión, el gusto por lo pintoresco. Sabe animar de tal modo a las personas, que nos pone en contacto con ellas. Penetramos en sus sentimientos, las vemos moverse delante de nosotros; nos las representamos en su actitud real. Un gesto, una palabra, bastan para hacernos presenciar la acción. Cuando los demás sinópticos nos hablan de algunos hombres, Marcos los enumera: eran cuatro. Sabe que la barca de Pedro estaba junto a la de Juan cuando Jesús los llamó; nos hace ver a la hija de Jairo corriendo por la habitación después de resucitar; parece que hubiera visto en la barca el único pan que llevaban en una travesía. Y cuando presenta a Jesús, no olvida ni un gesto, ni una mirada, ni una actitud. Su figura divina aparece realzada con un realismo encantador.Sin embargo, esas imágenes en que resplandece la vida, se consiguen con un esquema simple; su sensación de realidad obedece a fórmulas rígidas y simples, iguales, con el mismo molde. Describe dos milagros diferentes, con la misma fórmula. El vigor en la pintura, está unido con la penuria en los colores; la riqueza descriptiva, carece de imaginación creadora y la ausencia de arte, tiene un hechizo irresistible: este contraste es que caracteriza el estilo de Marcos y el que le otorga su originalidad. El sencillo narrador que carece de invención y del genio de un artista, só!o pretende fijar el recuerdo limpio de la realidad vivida. El color y la vida no son productos de su imaginación, sino reflejos de la realidad. Dice que ha visto, y lo dice siempre de la misma manera popular. Es un testigo ocular, más hábil en retener los detalles plásticos de las escenas, que en dibujar la psicología de un personaje, o en reproducir un discurso. En Marcos apenas hay discursos. Su evangelio es un evangelio de hechos más que de ideas. Ni el menor vestigio del sermón de la montaña; narra algunas parábolas, pero bosquejadas rápidamente; resume en pocas palabras las conversaciones de Jesús con los Apóstoles. Hechos y milagros, sí, muchos milagros. Se adaptaba a sus lectores romanos, aquella raza viril de la que decia Tácito: "Obrar y sufrir animosamente: esto es todo el romano." 



Aquella sociedad romana de las primeras misiones evangélicas buscaba con avidez lo maravilloso. Era su alimento. Aquellos hombres creían en la astrología, en los sueños y en los adivinos; los magos y agoreros eran condenados por la ley, pero las gentes temblaban ante de ellos; y los grandes escritores, el mismo Tácito, multiplicaba los prodigios en sus historias. Marcos supo satisfacer estos anhelos, reemplazando las imposturas con obras divinas que había presenciado toda Judea. Marcos conoce los gustos de los romanos, y les presenta la verdad para complacerles. Sabe también que escribe para occidentales, y omite lo que pueda delatar en él al hebreo de raza. El giro de su frase es semita, arameo. Mateo escribía para los los hijos de Israel. Marcos se dirige a los gentiles. No sigue la tendencia de Pablo a hacer teología, aunque él también tiene su tesis. Mateo presenta a Jesús como el Mesías esperado por los judíos. Lucas lo propone a los grecorromanos como el Salvador de que les hablaban sus oráculos. Marcos quiere que se vea en Él, ante todo, al Hijo de Dios. Así lo indica el comienzo de su Evangelio: "Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios". La confesión de Pedro en Cesárea de Filipo, es el centro al que convergen todos los relatos del segundo Evangelio. Marcos era el intérprete de Pedro. Marcos llevó el evangelio a Egipto, lo predicó en Alejandría. Allí le apresaron, le ataron con cordeles y le arrastraron por peñascales; le encerraron en un calabozo, y allí se fue al cielo en el año octavo del Imperio de Nerón.

(JESUS MARTI BALLESTER).

viernes, 24 de abril de 2015

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna”

¡Amor y paz!

En el final del discurso de Jesús sobre el Pan de la vida, el tema es ya claramente «eucarístico». Antes hablaba de la fe: de ver y creer en el Enviado de Dios. Ahora habla de comer y beber la Carne y la Sangre que Jesús va a dar para la vida del mundo en la cruz, pero también en la Eucaristía, porque ha querido que la comunidad celebre este memorial de la cruz.

Ahora, la dificultad que tienen sus oyentes (v. 52) es típicamente eucarística: «¿cómo puede éste darnos a comer su carne?». Antes (v. 42) había sido cristológica: «¿cómo dice éste que ha bajado del cielo?».

El fruto del comer y beber a Cristo es el mismo que el de creer en él: participar de su vida. Antes había dicho: «el que cree, tiene vida eterna» (v.47). Ahora: «el que come este pan vivirá para siempre» (v.58).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 3ª. Semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 6,52-59. 
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.  

Comentario

Hay dos versículos que describen de un modo admirable las consecuencias que la Eucaristía va a tener para nosotros, según el pensamiento de Cristo: «el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece (habita) en mí y yo en él» (v. 56): la intercomunicación entre el Resucitado y sus fieles en la Eucaristía. Y añade una comparación que no nos hubiéramos atrevido nosotros a afirmar: «el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre: del mismo modo, el que me come vivirá por mí». La unión de Cristo con su Padre es misteriosa, vital y profunda. Pues así quiere Cristo que sea la de los que le reciben y le comen. No dice que «vivirá para mi», sino «por mi». Como luego dirá que los sarmientos viven si permanecen unidos a la vid, que es el mismo Cristo.

b) También el discurso de Jesús ha sido intenso, y nos invita a pensar si nuestra celebración de la Eucaristía produce en nosotros esos efectos que él anunciaba en Cafarnaúm.

Lo de «tener vida» puede ser una frase hecha que no significa gran cosa si la entendemos en la esfera meramente teórica. ¿Se nota que, a medida que celebramos la Eucaristía y en ella participamos de la Carne y Sangre de Cristo, estamos más fuertes en nuestro camino de fe, en nuestra lucha contra el mal? ¿o seguimos débiles, enfermos, apáticos?

Lo que dice Jesús: «el que me come permanece en mí y yo en él», ¿es verdad para nosotros sólo durante el momento de la comunión o también a lo largo de la jornada?

Después de la comunión -en esos breves pero intensos momentos de silencio y oración personal- le podemos pedir al Señor, a quien hemos recibido como alimento, que en verdad nos dé su vida, su salud, su fortaleza, y que nos la dé para toda la jornada. Porque la necesitamos para vivir como seguidores suyos día tras día.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 74-77

jueves, 23 de abril de 2015

“Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna”

¡Amor y paz!

El discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm sigue adelante, progresando hacia su plenitud.

La idea principal sigue siendo también hoy la de la fe en Jesús, como condición para la vida. La frase que la resume mejor es el v. 47: «os lo aseguro, el que cree tiene vida eterna». Ahora bien, a los verbos que encontrábamos ayer-«ver», «venir» y «creer»- hoy se añade uno nuevo: «nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no le atrae». La fe es un don de Dios, al que se responde con la decisión personal.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario en este jueves de la III semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 6,44-51. 
Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". 
Comentario

Dentro de este discurso sobre la fe en Jesús hay una objeción de los oyentes -que no se lee en la selección de la Misa- que refleja bien cuál era la intención de Jesús. Murmuraban y se preguntaban: «¿cómo puede decir que ha bajado del cielo?» (v. 42).

Lo que escandalizaba a muchos era que Jesús, cuyo origen y padres creían conocer, se presentara como el enviado de Dios, y que hubiera que creer en él para tener vida.

Al final de la lectura de hoy parece que cambia el discurso. Ha empezado a sonar el verbo «comer». La nueva repetición: «yo soy el pan vivo» tiene ahora otro desarrollo: «el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Donde Jesús entregó su carne por la vida del mundo fue sobre todo en la cruz. Pero las palabras que siguen, y que leeremos mañana, apuntan también claramente a la Eucaristía, donde celebramos y participamos sacramentalmente de su entrega en la cruz.

Nosotros, cuando celebramos la Eucaristía, acogiendo la Palabra y participando del Cuerpo y Sangre de Cristo, tenemos la suerte de que sí «vemos, venimos y creemos» en él, le reconocemos, y además sabemos que la fe que tenemos es un don de Dios, que es él que nos atrae.

Tenemos motivos para alegrarnos y sentir que estamos en el camino de la vida: que ya tenemos vida en nosotros, porque nos la comunica el mismo Cristo Jesús con su Palabra y con su Eucaristía. La vida que consiguió para nosotros cuando entregó su carne en la cruz por la salvación de todos y de la que quiso que en la Eucaristía pudiéramos participar al celebrar el memorial de la cruz.

Creemos en Jesús y lo recibimos sacramentalmente: ¿de veras esto nos está ayudando a vivir la jornada más alegres, más fuertes, más llenos de vida? Porque la finalidad de todo es vivir con él, como él, en unión con él.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 71-73
 

miércoles, 22 de abril de 2015

El Padre envía a Cristo y nos lleva hacia Cristo

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este miércoles de la 3ª. Semana de Pascua.

Dios nos bendice…

Libro de los Hechos de los Apóstoles 8,1b-8. 
Ese mismo día, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y lo lloraron con gran pesar. Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel. Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra. Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. Y fue grande la alegría de aquella ciudad.  

Evangelio según San Juan 6,35-40. 
Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".  

Comentario

1. Persecución y Misión

1.1 La Iglesia es perseguida; la Iglesia es misionera. Dos realidades que son inseparables en el texto de la primera lectura de hoy y en la historia de los cristianos a lo largo de los siglos.

1.2 A veces quisiéramos ser misioneros por afición o por gusto. La verdad es que si nosotros no perseguimos al mundo para contarle que hay esperanza en el amor manifiesto de Dios, el mundo nos perseguirá para hundirnos en el lago de la desesperanza, la desesperación y el odio.

1.3 Así pues, el texto nos está contando que los perseguidos se volvieron "perseguidores". En lugar de sentarse a lamentar por qué los trataban mal empezaron a llenar de su mensaje al resto del mundo. No preguntaron por qué hablaban mal de ellos; se dedicaron a hablar bien del mensaje del Evangelio de Jesús.

2. El Padre envía a Cristo y nos lleva hacia Cristo

2.1 Sabemos que Cristo ha sido enviado por el Padre; es bueno que hoy aprendamos que el Padre también nos envía hacia Cristo.

2.2 En efecto, el encuentro con nuestra salvación es el encuentro con nuestro Salvador. Y para que se pueda dar ese puente es preciso construir desde los dos extremos. Eso es lo que hace nuestro Padre Dios: acerca Cristo a nosotros y nos acerca a él. Vestido de nuestra carne, el Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre; revestidos con su gracia, nosotros, los hijos de los hombres, llegamos a ser hijos de Dios.

2.3 ¿Cómo nos lleva el Padre hacia Cristo? San Juan nos lo enseña en su Evangelio: "el que ve al Hijo y cree en él, tiene la vida". Cristo es el gran "seméion", es decir, la gran "señal"; él es el "sacramento primero"; la moción interior del Padre es una especie de capacidad para leer ese signo que es Cristo; es también una gracia que nos deja enamorarnos de la gracia, del dulce encanto y excelsa hermosura del Verbo Encarnado.

2.4 La Iglesia atribuye ese género de acciones interiores al Espíritu Santo. Y esto es muy bello: Dios Padre envía su Hijo como señal que está ante nuestros ojos; y envía a nuestro corazón la gracia de su Espíritu, que nos permite entrever el misterio de Cristo. De este modo, las dos Divinas Personas, el Hijo y el Espíritu, nos permiten sentir el abrazo del Padre, Fuente Eterna del misterio trinitario.


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