¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este miércoles en que se celebra en algunos lugares la
solemnidad de la Epifanía del Señor. En otros, la celebración fue el pasado
domingo 3 de enero. El próximo domingo se celebrará el Bautismo del Señor y
concluirá el Tiempo de Navidad.
Dios los bendice…
Evangelio según San Mateo 2,1-12.
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo". Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel". Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje". Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Comentario
1. El Llamado de la Belleza
1.1 La solemnidad de la epifanía debería ir
precedida de aquello que decimos en el prefacio de la Santa Misa:
"¡levantemos el corazón!" Dios se manifiesta en Jesús: tal es el
contenido maravilloso, inagotable, precioso sobre toda hermosura, de esta
fiesta singular.
1.2 Ahora pues que la Belleza Increada deja
escuchar su voz, y somos convocados a gozarnos en la visión del Eterno, vengan
a acompañarnos y sean guías nuestros: un corazón contemplativo, unos oídos
capaces de escuchar y un corazón capaz de acoger.
1.3 Jesús entero podría llamarse como se llama esta
fiesta: Epifanía. "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre", dijo
él una vez a Felipe (Jn 14,9), y muchas veces a nosotros. Nos lo repite cada
vez que sentimos lo que sintió Felipe: "Muéstranos al Padre, y eso nos
basta" (Jn 14,8). ¿Has conocido la punzante inquietud que sienten los
niños que nunca han conocido a su papá, especialmente cuando llegan a la juventud?
¿Has visto con qué ansiedad buscan ese rostro, esa referencia existencial, esa
primera clave de lectura que sólo un papá puede darles? Algo así tiene el alma
humana, algo incisivo, que nada puede apagar, algo que nos dice gritar con
Felipe. "¡muéstranos al Padre!". La respuesta a este clamor, el
descanso de esta zozobra es Jesús: ver a Jesús, reposar en Jesús. Él es nuestra
epifanía.
2. El Llamado de la Humildad
2.1 Solemos imaginar lo más bello como más oneroso.
Los perfumes delicados, los vestidos finos, las joyas fastuosas significan
siempre precios inalcanzables, dinero a montones, costos imposibles. No es así
con Jesús. El más bello es también el más humilde; el más santo es también el
más cercano; el más sabio es también el más comprensible; el más puro es
también el más amigable y el más acogedor. Su grandeza no nos aplasta sino que
nos levanta; su pureza no nos humilla sino que nos limpia. Eso es lo grande de
esta Epifanía.
2.2 Jesús es el llamado de la belleza sin límites
pero también de la humildad sin límites. Porque, en el fondo, la humildad es
bella y la belleza es humilde. Un rostro hermoso y petulante puede halagar los
sentidos, pero a precio de entristecer el alma, y eso en realidad no es
hermosura. Sólo Jesús, en la dulce paz de su presencia sin escándalos, en la
serena palabra de su corazón cargado de amor, puede manifestar al hombre esa
belleza que no cansa, que no se repite, que siempre refresca. ¡Bendita
Epifanía, cúbrenos de tu esplendor y enséñanos el camino a la Felicidad
Perpetua!
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