domingo, 8 de enero de 2012

Jesús comienza su misión… ¿Y nosotros?

¡Amor y paz durante todo este 2012!

Actualizo hoy, por primera vez este año, el blog del Movimiento FRATRES, luego de un receso por vacaciones. A partir de hoy, Dios mediante, renovaré esta página diariamente.

La última vez, estábamos celebrando el nacimiento del Niño Jesús; hoy, con el Bautismo del Señor, concluye formalmente este tiempo litúrgico de la Navidad.

El bautismo de Jesús es una escena epifánica (manifestación de lo alto) que certifica una vez más la divinidad de Jesús. En este sentido el bautismo culmina el ciclo navideño: si la Navidad es la manifestación de Cristo en el ámbito humilde de Belén, y la Epifanía es la manifestación universal, a todos los pueblos, el Bautismo es la manifestación absoluta, en plenitud, de la divinidad de Cristo. De hecho, podríamos afirmar que, propiamente, el Bautismo es un eco o continuación de la fiesta de Epifanía, ya que completa su sentido con otra escena de tipo epifánico o teofánico (manifestación de Dios). (Xavier Aymerich).

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 1,7-11.
"Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.  Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".  En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.  Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma;  y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección".
Comentario

Jesús entra en la fila. Así. Para que quede bien claro quién es Él, y a qué viene. El bautismo de Jesús es como un espaldarazo: su presentación solemne como Mesías, como Ungido. Ante Juan, que bautiza en el Jordán, va desfilando el pueblo convertido: soldados que han aceptado la consigna de no abusar de su poder, publicanos que están dispuestos a no robar; gente sencilla que ha llegado a descubrir una manera diferente de vivir: compartiendo el pan y la túnica. Pero hay también algunos -los fariseos- que se van saliendo de la fila: la dura palabra de Juan, que invita a dar frutos de conversión, rebota en sus corazones obstinados.

Llega Jesús, y entra en la fila. Como queriendo subrayar la importancia de esa ceremonia tan sencilla que está haciendo Juan con la gente: moverlos, con el agua, a que se arrepientan de sus pecados. Jesús, que no tiene pecado, entra en la fila de los que buscan el perdón de los suyos. Entra en la fila, y recibe ese bautismo. Como uno más. Como si fuera uno más.

Y ahí precisamente le espera el Padre, para presentarlo con toda solemnidad ante la historia. «Tú eres mi Hijo amado, mi preferido». "Sobre él he puesto mi Espíritu, para que traiga el derecho a las naciones". Y Juan se declara indigno de desatar la correa de sus sandalias; al tiempo que proclama que el bautismo que trae ese hombre será muy diferente del suyo: porque llevará dentro una fuerza capaz de salvar.

Pero toda esta "manifestación" (Epifanía) de Jesús nos llega enmarcada en unas coordenadas un tanto sorprendentes. Isaías, al anunciarla, decía: «No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará...» Estas palabras, unidas al gesto sencillo de Jesús entrando en la fila del pueblo, esperando su turno, nos están hablando de que esa salvación que Él trae nos va a llegar por una puerta inesperada, va a realizarse de una manera un tanto original. ¿Cómo?

Cristo viene a salvar, desde luego. Pero no viene a imponer esa salvación; aunque podría. No quiere reinar sobre un pueblo que no le haya aceptado primero, libremente, en su corazón. No quiere escoger el fácil, tentador camino de obligar; prefiere el de ofrecer. Sabe que es un camino más lento, menos triunfalista. Pero sabe también que, a la larga, es el único camino auténtico.

Por eso Cristo se baja. Toma hondura situándose, codo con codo, junto a los que menos pueden. Entra en la fila de los necesitados, del pueblo llano, de los que tienen que esperar su turno en todas las ventanillas del mundo, de los que nada pueden exigir. Entra en la fila de los pobres.

Viene a salvar, sí. Pero no con una salvación importada, postiza; sino desde dentro. Tomando en serio al hombre, con toda su oculta grandeza. Asumiendo -para elevarlo- ese rescoldo que queda todavía, medio escondido, en su corazón. Soplando sobre esas brasas. Pacientemente, amorosamente. Como el que no hace la cosa.

JORGE GUILLEN GARCIA
AL HILO DE LA PALABRA
Comentario a las lecturas de domingos y fiestas, ciclo B GRANADA 1993.Pág. 35 s.