¡Amor y paz!
Dado que en unos días más Jesús mismo nos explicara
el significado de esta parábola ya tan conocida por nosotros, quisiera que
centráramos nuestra reflexión de hoy en el hecho de que Jesús se sentó para
enseñarle a la gente.
Una de las cosas que está perdiendo nuestra
generación es la capacidad de estar a solas con Jesús, la capacidad de sentarse
con Jesús a la orilla del lago y escuchar su enseñanza sin prisa. Nuestro mundo
agitado nos mete en un torbellino de actividades en donde, si acaso dedicamos
algo de nuestra jornada a la oración y la escucha del Señor en su palabra, la
mayoría de las veces es a la carrera (Pbro. Ernesto María Caro).
Los invito, hermanos, a leer y ,editar el Evangelio
y el comentario, en este miércoles de la 16ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 13,1-9.
Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!".
Comentario
Hay hombres que han sobresalido por sus grandes
discursos. Sin duda, hombres formados y con excelentes capacidades para la
oratoria. Sin embargo, el mensaje más importante, el que trajo Jesucristo de
parte de Dios, su Padre, no se construyó utilizando un vocabulario y unas
estructuras gramaticales prodigiosas, sino con palabras sencillas: tierra,
semillas, pájaros, sol...
Jesús utilizó las parábolas para explicar los grandes contenidos de su predicación. De esta manera no excluía a nadie, porque todos podían entenderle. ¿Todos? Bueno, sólo aquellos que tuvieran oídos para escucharle.
¿Quiénes pueden escuchar y entender a Cristo? Principalmente los que no tienen prejuicios, los que tienen un corazón sencillo, los que permiten que el Espíritu Santo les hable en lo más profundo del alma.
Por unos instantes, vamos a situarnos en la escena de este evangelio. Jesús se sentó junto al lago y acudió mucha gente.
¿Guardamos cada día unos momentos para acudir a ese “lago” para escuchar a Jesús? ¿Con qué frecuencia tomamos entre las manos las páginas del Nuevo Testamento? Es allí, en esa intimidad, en la que Jesús nos habla y nos desvela sus secretos. Es en la oración donde hace que las sencillas palabras impacten en nuestro corazón y nos transformen.
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González
Autor: P. Clemente González