¡Amor y paz!
Con detalles muy expresivos, San Lucas nos cuenta
hoy en el evangelio la curación de un ciego.
Alguien explica al ciego que el que está pasando es
Jesús. Él grita una y otra vez su oración: "Jesús, hijo de David, ten
compasión de mí". La gente se enfada por esos gritos, pero Jesús "se
paró y mandó que se lo trajeran". La gente no le quiere ayudar, pero Jesús
sí. El diálogo es breve: "Señor, que vea otra vez", "recobra tu
vista, tu fe te ha curado". Y el buen hombre le sigue lleno de alegría,
glorificando a Dios.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este lunes de la 33ª. Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Lucas 18,35-43.
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Comentario
Nosotros no podemos devolver la vista corporal a
los ciegos. Pero en esta escena podemos vernos reflejados de varias maneras.
Ante todo, porque también nosotros recobramos la
luz cuando nos acercamos a Jesús.
El que le sigue no anda en tinieblas. Y nunca
agradeceremos bastante la luz que Dios nos ha regalado en Cristo Jesús. Con su
Palabra, que leemos tan a menudo, él nos enseña sus caminos e ilumina nuestros
ojos para que no tropecemos. ¿O tal vez estamos en un período malo de nuestra
vida en que nos sale espontánea la oración: "Señor, que vea otra vez"?
También podemos preguntarnos qué hacemos para que
otros recobren la vista: ¿somos de los que ayudan a que alguien se entere de
que está pasando Jesús? ¿O más bien de los que no quieren oír los gritos de los
que buscan luz y ayuda? Si somos seguidores de Jesús, ¿no tendríamos que
imitarle en su actitud de atención a los ciegos que hay al borde del camino?
¿sabemos pararnos y ayudar al que está en búsqueda, al que quiere ver? ¿O sólo
nos interesamos por los sanos y los simpáticos y los que no molestan?
Esos "ciegos" que buscan y no encuentran
tal vez estén más cerca de lo que pensamos: pueden ser jóvenes desorientados,
hijos o hermanos con problemas, amigos que empiezan a ir por malos caminos.
¿Les ayudamos? ¿Los llevamos hacia Jesús, que es la Luz del mundo?
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 290-294
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 290-294