¡Amor y
paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este
miércoles en que celebramos la memoria de San Agustín, obispo y doctor de la
Iglesia.
Dios nos
bendice...
Primera Carta de San Pablo a los
Tesalonicenses 2,9-13.
Recuerden, hermanos,
nuestro trabajo y nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena Noticia de
Dios, trabajábamos día y noche para no serles una carga.
Nuestra conducta con
ustedes, los creyentes, fue siempre santa, justa e irreprochable: ustedes son
testigos, y Dios también.
Y como recordarán,
los hemos exhortado y animado a cada uno personalmente, como un padre a sus
hijos,
instándoles a que
lleven una vida digna del Dios que los llamó a su Reino y a su gloria.
Nosotros, por
nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios, porque cuando recibieron la
Palabra que les predicamos, ustedes la aceptaron no como palabra humana, sino
como lo que es realmente, como Palabra de Dios, que actúa en ustedes, los que
creen.
Palabra de Dios
Salmo 139(138),7-8.9-10.11-12ab.
¿A dónde iré para
estar lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiré de tu
presencia?
Si subo al cielo,
allí estás tú;
si me tiendo en el
Abismo, estás presente.
Si tomara las alas
de la aurora
y fuera a habitar en
los confines del mar,
también allí me
llevaría tu mano
y me sostendría tu
derecha.
Si dijera: “¡Que me
cubran las tinieblas
y la luz sea como la
noche a mi alrededor!”,
las tinieblas no
serían oscuras para ti
y la noche sería
clara como el día.
Evangelio según San Mateo 23,27-32.
¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por
fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre!
Así también son
ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están
llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y
adornan las tumbas de los justos,
diciendo: 'Si
hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a
ellos para derramar la sangre de los profetas'!
De esa manera
atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los
profetas.
¡Colmen entonces la
medida de sus padres!
Palabra del Señor
Comentario
1. Uno de los grandes
1.1 ¿Por dónde
empezar a hablar de Agustín de Hipona, si se trata de un gigante de la cultura
de Occidente, un baluarte de la teología, la mística, la filosofía, la vida
religiosa...?
1.2 Su mirada es
intensa y profunda; su inteligencia, prodigiosa; su capacidad de afecto y de
expresión, sobresalientes; tiene el balance entre la hondura del introvertido y
el liderazgo del extrovertido; entre sabiduría y amor; entre el valor del
pasado y el anhelo por un mejor futuro, y todo ello lo enmarca en una prolija
labor, a la vez pastoral, intelectual y espiritual.
2. Testigo de dos mundos
2.1 Agustín, podemos
decir, fue el hombre preciso para un momento preciso. Ante sus ojos se
desmoronaba el Imperio Romano, al que culturalmente él mismo pertenecía. Ante
los ojos de su alma se desplegaba a la vez un nuevo modo de existencia humana,
iluminada no por las historias fabulosas de la mitología antigua, ni por el
enorme esfuerzo de la razón filosófica sola. Esa nueva manera de ser y esa
nueva manera de esperar del futuro se llama la fe cristiana.
2.2
Especialmente en su obra La
Ciudad de Dios Agustín hace el contraste--a veces
doloroso, siempre dramático--entre esos dos mundos, el de la grandeza humana,
ejemplificada en Roma que se derrumba, y el de la humildad divina,
ejemplificada en Cristo y en sus mártires. A precio de inmolar sus propios
sueños de otro tiempo en su juventud, su elección no conoce duda: la
fastuosidad clásica impresiona, pero no es menos fugaz que el placer o el ansia
de poder.
3. El Doctor de la Gracia
3.1 Elegir al
profeta de Nazareth por encima de la sensatez augusta de un Cicerón o de un
Séneca no fue fácil para Agustín, que, como es sabido, tuvo amplios devaneos
tanto en lo intelectual como en lo sentimental. Su búsqueda apasionada de la
verdad, tan larga y en cierto sentido dolorosa, lo convenció también de cómo es
fácil extraviarse, y por consiguiente, de cuánta conmiseración hay que tener
con todos los que buscan.
3.2 Encontrar al
Dios vivo no puede considerarse entonces una proeza del talento humano sino más
bien una condescendencia de la compasión divina.
3.3 Este pensamiento
conmovió de tal manera a Agustín que en cierto sentido se convirtió en el
centro de su doctrina y su predicación. Por eso se le llama "Doctor--o
sea, Maestro--de la Gracia." Gracia es aquí de la misma raíz que
"gratis;" es la misma idea de "regalo," algo que no puedes
calcular con tu mente ni alcanzar con tu dinero o esfuerzo pero que cuando
llega, da alegría y es irreemplazable.
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