¡Amor y paz!
Con ocasión de la fiesta
de San Mateo, la Iglesia nos recuerda hoy el episodio en que Jesús llama a este
apóstol y evangelista. Un recaudador de impuestos destinados a la potencia dominante
no era bien visto y, sin embargo, el Señor le dice: sígueme. Como si fuera
poco, enseguida se sienta a comer con publicanos y pecadores, así como lo hizo
con los fariseos, en el episodio que comentábamos ayer.
Nosotros somos pecadores, y
Jesús nos llama también. Debemos dar el sí, tal y como hizo Mateo, quien apenas
oyó el sígueme, sin más preámbulos, se levantó y lo siguió.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes en que la Iglesia
celebra la fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
Comentario
¡Qué bien suena ese "Sígueme"
todavía! Cuántas veces lo habremos escuchado, leído, meditado... Hoy, una vez
más, resuena con claridad: no te vayas, no te preocupes, no te quedes ahí, no
tengas miedo, ¡sígueme!
No hay nada más
esperanzador para un enfermo que escuchar a su médico explicarle con firme
tranquilidad cuál va a ser el camino de la curación, nada más tranquilizador
para una persona que está perdida en medio de un bosque que encontrar un
sendero, nada más acogedor que los brazos de papá o de mamá para un niño
asustado. Todo eso es el sígueme de Jesús.
¿Qué recuerdos tenemos
cada uno de nosotros de ese instante, del momento en el que escuchamos por
primera vez esa palabra en lo más hondo de nuestro ser? ¿No sería precioso
sentarnos tranquilamente y hablar, recordar, rememorar ese momento? Ese es un
momento histórico para cada uno de nosotros, para nuestras vidas y para las
personas que comparten sus vidas con nosotros: son recuerdos que nos deben
emocionar, aunque estén vinculados a momentos críticos de la existencia. Mateo,
el publicano, el cobrador de impuestos, el "colaboracionista", el
despreciado y despreciable por todo lo que hacía, empieza una nueva vida a
partir de ese sígueme pero desde una situación muy
incómoda, dolorosa, humillante, desolante. Y sin embargo no duda ni un momento
en dejar por escrito cómo fue que se puso a seguir a Jesús.
Creo además que el día más
adecuado para recordar nuestro particular sígueme es el
día de nuestro santo: es el día en el que celebramos una fiesta por nuestro
nombre, por cómo nos han llamado, y entonces ¿por qué no celebrar también el
día en el cual Jesús nos llamó por nuestro nombre invitándonos a seguirle? A partir
de ese día un cobrador de impuestos cualquiera, el que quitaba a todo el mundo,
se convierte en Mateo, "el don de Dios", el que regala a todo el
mundo. Así de grande y así de sencillo. Y a partir de ese día ¿qué te ha pasado
a ti?
Carlo