jueves, 22 de noviembre de 2012

Jesús llora ante la ciudad que reincide en el pecado

¡Amor y paz!

Jerusalén ha conocido la visita salvífica de Dios en Jesús. Pero la ha rechazado. Ya no se le ofrece otra oportunidad. Ya sólo queda que se manifiesten las consecuencias de este rechazo, ya sólo queda la destrucción como herencia. Jesús llora por su ciudad. Son lágrimas de compasión. Y lágrimas de impotencia. Ha hecho todo lo posible por la paz de la ciudad (cf. 13. 34-35).

El poder de Dios se ha hecho amor y debilidad en Jesús. Pero ese poder ha chocado contra la dureza del corazón humano. Dios prefiere "llorar de impotencia en Jesús antes que privar al hombre de su libertad" (Stöger). Este llanto es todavía llamamiento, aunque inútil también, a la conversión. Aceptar a Jesús es el camino para la paz. Rechazarlo es la ruina. Sólo en él está la salvación (cf. Hch 4. 12). (Comentarios Bíblicos-5.Pág. 568).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 19,41-44. 
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios". 
Comentario

a) Jesús lloró una vez por la muerte de su amigo Lázaro. Hoy nos lo describe Lucas llorando por Jerusalén, previendo su ruina. Después del largo camino desde Galilea a la capital, en vez de prorrumpir en cantos de gozo -"¡qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!"-, a Jesús se le saltan las lágrimas.

Su ciudad preferida no ha sabido "comprender en este día lo que conduce a la paz", "no reconociste el momento de mi venida", y no sabe que se acerca la gran desgracia. La destrucción que, en efecto, le acarrearon las tropas de Vespasiano y Tito el año 70.

b) ¿Qué resumen podría hacer Jesús de nuestra historia? ¿Tendría que lamentarse porque tampoco nosotros hemos "reconocido el momento de su venida"? ¿O nos alabaría porque le hemos sido fieles?

Todos podríamos aprovechar mejor las gracias que nos concede Dios. Ayer se nos decía lo de las monedas de oro que deben producir beneficios. Hoy se nos pone delante, para escarmiento, la imagen de un pueblo que no ha sabido abrir los ojos y comprender el momento de la gracia de Dios.

Dentro de pocos días iniciaremos un nuevo año con el Adviento. Una y otra vez se nos dirá que hemos de estar vigilantes, porque Dios viene continuamente a nuestras vidas, y es una pena que nos encuentre dormidos, bloqueados por preocupaciones sin importancia, distraídos en valores que no son decisivos.

¿Dejaremos escapar tantas oportunidades como nos pone Dios en nuestro camino, oportunidades que nos traerían la verdadera felicidad? No pensemos tanto en si Jesús lloraría hoy por la situación de nuestro mundo. Pensemos más bien en si cada uno de nosotros le estamos correspondiendo como él quisiera, o le estamos defraudando.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 302-306