¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles 3 de julio, fiesta de Santo Tomás, apóstol, ciclo B.
Dios nos bendice….
1ª Lectura (Ef 2,19-22):
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Salmo responsorial: 116
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo todos los
pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Versículo antes del Evangelio (Jn 20,29):
Aleluya. Porque me has visto, Tomás, has creído, dice el Señor; bienaventurados lo que no vieron y creyeron. Aleluya.
Texto del Evangelio (Jn 20,24-29):
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con
ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al
Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y
no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no
creeré».
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se
presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con
vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu
mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le
contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has
creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
Comentario
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de santo Tomás. El
evangelista Juan, después de describir la aparición de Jesús, el mismo domingo
de resurrección, nos dice que el apóstol Tomás no estaba allí, y cuando los
Apóstoles —que habían visto al Señor— daban testimonio de ello, Tomás
respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en
el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn
20,25).
Jesús es bueno y va al encuentro de Tomás. Pasados ocho días, Jesús se aparece
otra vez y dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20,27).
—Oh Jesús, ¡qué bueno eres! Si ves que alguna vez yo me aparto de ti, ven a mi
encuentro, como fuiste al encuentro de Tomás.
La reacción de Tomás fueron estas palabras: «Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28).
¡Qué bonitas son estas palabras de Tomás! Le dice “Señor” y “Dios”. Hace un
acto de fe en la divinidad de Jesús. Al verle resucitado, ya no ve solamente al
hombre Jesús, que estaba con los Apóstoles y comía con ellos, sino su Señor y
su Dios.
Jesús le riñe y le dice que no sea incrédulo, sino creyente, y añade: «Dichosos
los que no han visto y han creído» (Jn 20,28). Nosotros no hemos visto a Cristo
crucificado, ni a Cristo resucitado, ni se nos ha aparecido, pero somos felices
porque creemos en este Jesucristo que ha muerto y ha resucitado por nosotros.
Por tanto, oremos: «Señor mío y Dios mío, quítame todo aquello que me aparta de
ti; Señor mío y Dios mío, dame todo aquello que me acerca a ti; Señor mío y
Dios mío, sácame de mí mismo para darme enteramente a ti» (San Nicolás de
Flüe).
Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España)
Evangeli. net