miércoles, 8 de julio de 2009

TODOS LOS BAUTIZADOS DEBEMOS SER EVANGELIZADORES

¡Amor y paz!

Jesús elige hoy a las doce apóstoles, esto es, a los enviados. Como vimos en el Cursillo de Biblia (que está nuevamente a disposición de todos), el número 12 es significativo en la Sagrada Escritura, representa a un pueblo, el que se eligió Dios y que en el Antiguo Testamento se simboliza con las Doce tribus de Israel.

Con la designación de los doce apóstoles, Jesús funda un nuevo pueblo, en el Nuevo Testamento, que conformamos todos los bautizados y a quienes nos asigna una misión: ser una alternativa de fraternidad, toda vez que somos hijos de un mismo Padre.

“Todos los que fuimos elegidos por Jesús para seguirlo, y fuimos llamados por nuestro nombre desde el Bautismo, estamos -como los Doce- llamados a manifestar que una sociedad diferente a este mundo de injusticia y corrupción, de modernas esclavitudes y viejas muertes, un mundo diferente es posible” (Servicio Bíblico Latinoamericano).

Dios los bendiga,

Evangelio según San Mateo 10,1-7.

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

COMENTARIO

En el capítulo 10, Mateo comienza una nueva sección de su evangelio: el llamado «discurso misionero» o «apostólico». Terminada la serie de milagros que había narrado después del sermón de la montaña, ahora leemos el segundo de los cinco grandes discursos de Jesús, en el que da a sus apóstoles unas consignas para su misión evangelizadora.
Ya había insinuado la idea al final del evangelio de ayer, cuando Jesús contemplaba la abundancia de la mies y la escasez de obreros para la siega, invitándonos a orar al Padre que envíe trabajadores a su campo.


a) A los discípulos a quienes elige, Jesús los llama «apóstoles», o sea, «enviados». Su misión va a ser, ante todo: «id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca». Pero este anuncio debe ir acompañado de hechos: «expulsar espíritus inmundos, curar toda enfermedad».

Puede parecer extraño que les recomiende que no vayan a tierras de paganos ni a Samaria, sino que se limiten a predicar a «las ovejas descarriadas de Israel». El pueblo judío es el heredero de la promesa: antes de hacerse universal, la salvación se ha de ofrecer a Israel. Al final les dará, según Mateo, la orden: «id y haced discípulos a todas las naciones».

b) La Buena Noticia de Dios, de la salvación y la vida que nos ofrece, debe ser anunciada a toda la humanidad. Cada generación es nueva, en la historia, y necesita ser evangelizada.

Por eso sigue en pie el encargo de Jesús. A unos se lo encomienda de un modo más intenso y oficial: a los obispos de la comunidad eclesial, que son los sucesores de esos doce apóstoles. Como también a sus colaboradores más cercanos, los presbíteros y los diáconos, que reciben para ello una gracia especial en el sacramento del Orden.

Pero es toda la comunidad cristiana la que debe anunciar la salvación de Dios y dar testimonio de ella con palabras y con obras. En el ámbito de la familia, del trabajo, del estudio, de la política, de los medios de comunicación, de la sociedad en general. En tierras de misión y en países cristianos.
Es lo mejor que un cristiano puede hacer: dar testimonio del amor y la cercanía de Dios a su alrededor, curar las dolencias, expulsar los demonios de nuestra sociedad, ayudar a que todos puedan vivir su existencia con esperanza y sentido.


No todos somos sucesores de los apóstoles, pero todos somos seguidores de Jesús y debemos continuar -cada uno en su ambiente-, la misión que él vino a cumplir. Todos formamos la Iglesia «apostólica» y «misionera».

J. ALDAZABALEN
SÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 122-126
www.mercaba.org